El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

El profesor X

Javier Pérez Andújar Hoy también es fiesta— 02-04-2013

La diferencia entre un pobre americano y un pobre español es que el americano le echa la culpa al boogie y el español le echa guindas al pavo. Que se lo pregunten a De Guindos. Ay, cariño, cuando acabes de leer nuestro futuro en la bola del gintonic, escucha lo que te voy a decir de rodillas: ¿recuerdas el anuncio de Geyperman? Pues era más verdadero que las advertencias del libro de Sofonías. “Más que un juguete, un compañero.” Ese será nuestro trato, ¿vale? Lo digo por mí. Las campanas siempre doblan por quien las toca. (Los muertos no se enteran, están a lo suyo, en otra dimensión de la vida. La muerte no deja de ser una forma trágica de esnobismo.) En el Geyperman había mucha transcendencia concentrada, para eso era un fetiche. La historia política entera de la transición está explicada en una sola frase del anuncio de los Geyperman. Era cuando decía: “adopta todas las posturas”. Ya, tú pensabas en la gimnasia india; pero como no hayas visto mundo pasado el Monasterio de Piedra, te garantizo que si oyes decir “cola de caballo”, en vez de una catarata de pueblo te imaginas la biografía de tu vecino, de principio a final.

Para mandar hay que estar sentado, no existe reyezuelo sin trono; por eso escribir tiene tanto de tiranía, de abuso, de dictadura (te enseñan a escribir haciendo dictados). Fíjate en lo contrario. Está en los cuadros, en los dibujos que plasman épocas de revolución. Ahí sale todo el mundo de pie. Están ahí, vivos, toda la asamblea francesa en El juramento del Juego de Pelota, de David; o los rojos de Lenin al pie de la locomotora…

Sentarse es un fracaso y una injusticia. Una rendición y un acto de soberbia. ¿Por qué te crees, amor mío, que Machado fue un caminante toda su vida? Pero si murió andando como quien dice. Cruzando la frontera de los Pirineos, con las balas de todas las dictaduras europeas escupiéndole a la espalda. Él y su madre escurriéndose por un reguero de lava humana incandescente. A la madre, como no podía seguir andando, la llevaba en brazos Corpus Barga, otro escritor. Qué triste es ser escritor, amor mío. Escribes la palabra barro y no salpica. De todos los superhéroes con los que hemos alternado, cariño, creo que mi preferido es el Profesor X. Sí, nos llamamos igual, pero no es por eso. Es por el traje, porque va bien vestido como iba bien vestido Kojak en aquella comisaría cochambrosa de no sé qué distrito neoyorquino. Esos trajes de ir al trabajo… La transición fue eso, dulzura, pasar del traje al chándal, de la canción protesta al Agapimú.

El Profesor X dándoles órdenes a los mutantillos en su silla de ruedas, para enseñarles que la de él es una revolución permanente, que ponerle ruedas a una silla es el trotskismo de mandar sin dejar de moverse. Al igual que Trotski, el Profesor X es un intelectual al que le va la marcha y por eso se convierte en hombre de acción. Lo que en Trotski es inteligencia literaria, en el Profesor X es telepatía. De los dos, lo único que importa, lo que más destaca, es la cabeza. Son dos escritores diciendo barro y metiendo desesperadamente los brazos en la palabra para mancharse de algo que no van a tocar nunca.

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