Vivir es bello, pero no existir es lo ideal. Recapacita, encanto, antes de que empiece El larguero y tú y yo nos volvamos locos de dolor en el calor de la noche: ser no es un verbo para conjurar a Heidegger, es una radio con pilas, y Superser es una catalítica. De todo esto escribió Nietzsche esperando con las bolsas a la puerta de un Condis, asumiendo que el superhombre es el que hace la compra en el súper. Desde el ciego del Lazarillo, el español es un tipo que anda por la calle con su bolsica en la mano, con su zurrón terciado igual que un indi; sin derecho a ver, excluido del mundo por una muralla de oscuridad. Cariño, somos de familias de comer con cuchara y de abrir las servilletas sólo en caso de emergencia. ¿Te acuerdas de cuando tu hermana pequeña se limpió la boca por dentro porque la tenía llena de chocolate? No existir es delicioso. Como dicen las víctimas de Poncio Pilates cuando se ponen en pompa: un auténtico lujazo. No existir. Imagínate: igual que Dios. ¿Para qué crees que el jefe Skinner ha inventado Internet y el WhatsApp y tanta cosa con la que desvirtuarnos? Te lo digo con el corazón en mis manos cortadas, de ladrón andalusí: para obligarnos a existir, amor mío. Oh, que no les echen la culpa a los franceses, Descartes no tiene nada que ver. A Descartes hay que leerle desde la actualidad porque fue un reloj que adelantaba. Descartes era un figurante de Reservoir Dogs que se cansó de esperar al cine y se puso a pensar, como San José de Arimatea dejó la radio en el suelo y se puso a bailar. Ésa es la paradoja cartesiana: querer existir antes de que se haya inventado el hecho mismo de existir. Y sin embargo cualquiera lo sabe, si no estás en Internet…
Que todo el mundo nos vea no significa que no estemos ciegos. Atiende a esto: cuando pasemos por el puente, acerca tu cabeza al toro de piedra y oirás un ruido muy grande dentro de él. ¡Zasca! Para que te fíes de un ciego. En España somos así, cariño. Gente resentida de no ver. Gente que sabe demasiado bien lo que es existir como para tener ganas de seguir. Desde Tiresias, el adivino de Tebas, a quien Zeus arrebató la vista por desvelar que el hombre siente una décima parte del placer que la mujer cuando hacen el amor, hasta Dan Defensor, que se quedó ciego porque se tiró debajo de un camión cargado de material radiactivo, hemos avanzado a tientas bajo la lluvia, entre soportales hechos con la piedra más fría, partiéndole la boca a cualquiera que se acercase a beber nuestro vino, pidiendo una perra gorda cuando venían vacas flacas. Otra vez se ha puesto a llover, amor mío. Así se derrite el invierno en la linde con la primavera. Vivaldi lo quiso contar con violines. El barroco es eso, ponerle música a la lluvia, darle al que ya tiene, una nueva vuelta de tuerca. Cómo me gusta pasar el dedo por la barandilla mojada. Agarrarla empapada. Salgo a dar un paseo. ¿Dónde has dejado mi bolsa? No me cambies las cosas de sitio, ay, cariño. Mira que la soledad también es una forma de ceguera.