Hombres sin afeitar, señoras con abrigos de hace seis temporadas que arrastran carritos vacíos y no pueden faltar los empleados del mercado municipal, gritando y abrazándose mientras derraman cava.
—Es para tapar unos agujeros —exclama uno y deja al descubierto sus dientes mellados.
—Está todo muy repartido —comenta otro mientras enseña su boleto a cámara, sujeto por una mano rugosa, bajo la
atenta mirada de unos empleados de banca que esa mañana han salido a pasear.
Frente al televisor, mi abuelo decía: “A este país lo unen dos cosas: el futbol y la lotería”. En el día de la salud mi abuelo reflexionaba sobre la nación que vio destrozarse “mutuamente” cuando era joven. Murió a finales de los noventa, no recuerdo el año, no importa. En aquel momento las instituciones todavía conservaban cierto prestigio. No se preveía que, una tras otra, se irían desplomando: la clase política, la justicia, lo financiero… No se ha librado del descrédito ni la intocable Casa Real. Y como me niego a considerar la Liga de Fútbol como organismo del estado, no me queda otra que afirmar que la única institución de este país que todavía conserva su prestigio es la Lotería.
Ideada hace 200 años, en plena guerra contra los franceses, por Ciriaco González Carvajal, Ministro del Consejo y Cámara de Indias, como método para aumentar los ingresos sin establecer un nuevo impuesto directo al contribuyente, la propuesta tuvo una acogida tan favorable que las Cortes de Cádiz la aprobaron sin un solo voto en contra. Ni siquiera la Guerra Civil fue capaz de frenar esta tradición, a pesar de que en 1938 se celebraron dos sorteos, uno por bando. Después de estos 201 sorteos, la Lotería Española parece suiza o alemana, pero no española…
Al margen de su excelente funcionamiento, lo que me llama la atención es su capacidad para aglutinar todo tipo de tendencias: de izquierdas, de derechas, modernas, tradicionales, ateas, clericales…, incluso los seguidores de Curro Romero y los que le detestan son capaces de compartir la ilusión que genera cada sorteo. A veces me pregunto, ¿no será la Lotería la solución a nuestros problemas? y no me refiero a problemas particulares sino a algo mucho más amplio. ¿No merecería la pena introducir en los bombos bolas con las propuestas que preocupan a la gente? Así una bola llevaría grabada la palabra “rescate”, otra “subir el IVA”, “bajar impuestos”, “privatizar la sanidad”, “socializar la banca”, hasta la “independencia para Catalunya”. Estoy convencido de que la inmensa mayoría de los ciudadanos aceptaría los resultados sin chistar. Al fin y al cabo este sistema se asemeja bastante a la manera de hacer de nuestros actuales gobernantes y es, sin duda, más transparente.
Será cuestión de darse prisa y aprovechar que éste es el último año en que los premios están libres de impuestos porque a partir de 2013 entra en vigor la nueva normativa que establece la retención de un 20% a los agraciados con más de 2.500 euros. Y si no ya saben: salud.