Me asegura que es verdad, que es la verdadera razón por la que triunfó y cerró El Mejor Restaurante del Mundo. La excusa de la fundación, del periodo de investigación y experimentación es puro camelo. Todo empezó el día en que el hermano del célebre cocinero estaba preparando un postre (los hermanos del los cocineros célebres siempre se dedican a los postres), en concreto un helado mientras se fumaba un puro. Cuando probó el resultado, el helado había atrapado el aroma del puro y al fundirse en la boca dejaba un regusto a tabaco muy agradable. Así que introdujeron el postre en la carta. No era correcto que en el proceso se utilizase el humo que expiraban sus pulmones, por lo que construyeron una máquina capaz de aspirar y expirar el humo del puro dentro de una mampara en la que se preparaba el helado, haciendo el procedimiento aséptico tal y como corresponde a estos sitios. El éxito fue rotundo, sobre todo entre los ex fumadores, pronto se convirtió en el postre con mayor demanda y, como una cosa lleva a otra, empezaron a aromatizar los helados, con fragancia de flores silvestres, aroma a lavanda, vapores de coñac (no con coñac, solo con sus vapores), etc. Hasta que el famoso cocinero dio un golpe en la mesa demostrando por qué él era el cocinero más famoso del mundo y su hermano sólo se dedicaba a los postres. Decidió mejorar la receta, o, mejor dicho, ampliarla. Crearía un helado con aroma a coño. Si lo habían hecho con otras fragancias ¿por qué no incorporar esta? Para muchos hombres, una de las mayores ventajas de disfrutar de una relación estable es poder practicar el cunnilingus sin riesgo a contraer enfermedades de transmisión sexual, de manera que el restaurante ofrecería a sus comensales una triple experiencia, culinaria, artística y sexual, sin necesidad de asumir ningún peligro (la muchacha que prestaba sus genitales había pasado por una serie de rígidos controles que aseguraban su salubridad) ni implicación moral de ningún tipo, ya que en ningún caso podría considerarse infidelidad al ingenuo acto de comer helado. El postre, que no se incluyó en la carta, solo se ofrecía a una serie de clientes escogidos, secretismo que hizo todavía más atractiva la experiencia. El rumor corrió entre los hombres más adinerados y ociosos del mundo, que llegaban al restaurante para probar el helado con sabor a coño. El resto de la carta no les importaba demasiado; había cosas interesantes, incluso brillantes, pero ellos lo que querían era el postre con sabor a coño, la manera perfecta de acabar un buen ágape. Como no podían hacerlo público elogiaban la carta con un fanatismo exagerado, por lo que a nadie sorprendió la obtención de la primera estrella Michelin. El restaurante iba viento en popa pero el cocinero quería más y volvió a demostrar su genio: personalizaría los helados. ¿A quién no le gustaría comerse el coño de Kim Basinger (eran los noventa) o de Sharon Stone? De repente, gracias a la fama internacional del local, a la labia del restaurador, a enormes cantidades de dinero y algunas clausulas de confidencialidad, la idea se hizo realidad. Existía un lugar donde podías comerte el coño de las celebridades más famosas del planeta. De este modo subterráneo el restaurante se convirtió a golpe de estrellas Michelin en El Mejor Restaurante del Mundo. Y se escribieron libros y tesis doctorales y se realizaron reportajes y documentales en los que los que salían sonreían por lo bajini mientras hablaban de deconstrucciones y cosas similares. El cocinero, cada vez más enfadado, era consciente de que su éxito era el de una sola idea, ni siquiera suya sino de su hermano, y cada vez más enfurecido hizo lo único que podía hacer, joderles a todos. Jodería a esa especie de sociedad secreta de comedores de coños, les privaría de lo que más querían. Cerraría El Mejor Restaurante del Mundo. Así que, a partir de ahora, el que quisiera saber a qué sabe el coño de Charlize Theron o de Scarlett Johansson se lo tendría que trabajar a la antigua.