La tristeza:
Antes iba siempre en Metro. Ahora vivo en Sabadell y he descubierto los trenes de “rodalies” de RENFE. Cada día veo con mis propios ojos el dolor humano en directo. Gente en la estación de Barberà del Vallés completamente horrorizada, asombrada ante lo mal que va su vida. Están pasmados, es la perplejidad del fracaso, se han rendido a la evidencia. Como diciendo: “Joder, nunca me imaginé que me fuera a ir tan mal LA VIDA”. Se les ve incómodos con la existencia, polvorientos. Mucha gente no lo sabe, pero hay suicidios constantemente en las vías, este es un tema del que nadie quiere hablar, la gente se tira, no aparece en ningún sitio, pero existe. Cada semana, al menos un par de veces, la línea de rodalies en la que viajo interrumpe su funcionamiento por un suicidio. No sale nunca en la prensa, ya sabemos lo que pasa con los suicidios, son un tema prohibido, pero esto es un fenómeno asombroso del que vale la pena hablar. La gente se suicida en mi línea a todas horas, cada semana, lo prometo, no exagero ni un pelo. Solo en la R4 (Rodalies 4) hay “incidencias en una estación” de forma habitual. Es decir, gente arrollada por un tren. Es increíble hasta cierto punto. Bien mirado, lo extraño es que no se suicide más gente. Coger rodalies es como enfrentarse cara a cara con lo real, de golpe. Situaciones de mierda reflejadas en tropel en los rostros de los pasajeros, formando surcos muy finos alrededor de sus ojos, arrugas en la nariz muy marcadas. Todo muy crudo. Una mujer despeinada de 45 años con tres hijos pequeños, recién nacidos. ¿Cómo coño ha podido pasar eso? Cargando con los niños y con una bolsa del supermercado llena de huesos. Un travesti mayor desfigurado por las constantes operaciones bajándose en Torre Baró y siendo perseguida por tres expresidiarios locos, esquizofrénicos, apretándose el paquete.
Lo divertido:
Lo divertido de todo esto, es que para viajar a donde vivo también utilizo los ferrocarriles de la Generalitat. El piso en el que vivo con mi novia en Sabadell está exactamente a la misma distancia de la estación de ferrocarriles que de la de rodalies de RENFE. Para llegar a casa puedo coger indistintamente rodalies o los ferrocarriles de Catalunya, que son todo lo contrario de lo que acabo de explicar, otro mundo completamente diferente, uno grotesco y el otro cómico, tan lejos y tan cerca. Los ferrocarriles circulan por Valldoreig, Sant Cugat, La Floresta, avanzan muy despacio, al dulce tran-tran, por zonas residenciales deliciosas, con espíritu europeo, preciosas, casi parece Suiza, o la idea de Suiza en plan auca mágica que tuvo alguien alguna vez, en Catalunya, la Suiza catalana. A veces estás en un vagón y te sientes como Hércules Poirot, te entran ganas de resolver un misterio o de ponerte un monóculo, los ferrocarriles van llenos (pero sin apretones) y todo el mundo huele a limpio, olor a limpio de profesores universitarios que van a la Autónoma, todo el mundo va a la universidad o ha ido a la universidad, van y vienen, se mueven por el mundo con la Blackberry, ejecutivos con gemelos de oro y un pequeño brillante en el centro (yo lo he visto) que van a Barcelona a trabajar; preadolescentes despectivos los unos con los otros, vestidos con corbata (no exagero, lo juro) y pantalones cortos, de camino a colegios privados en mitad de la montaña verde, caminan casi en cuclillas, a saltitos, en armonía, totalmente ajenos a todo lo que sucede al otro lado. En Rodalies RENFE eso no existe, parece que jamás hayan visto una factura de la luz.
Pese a todo lo que he dicho, yo casi siempre voy en RENFE, porque va más rápido. Es una decisión que siempre me hace reír. Es como una broma de humor judío que me gasto a mí mismo. Hay que transitar por en medio del dolor humano para llegar más rápido a la plaza Catalunya.
Por último, sólo quiero añadir dos cosas:
1: Hasta que no vea a todos esos adolescentes vestidos con traje junior y corbata subidos a un asno, o detrás de un coche ardiendo, con un palo de hierro esperando a que pase alguien para matarlo y robarle sus zapatos, ME RESISTO A HABLAR DE CRISIS.
2: Siempre tengo la sensación de que si me bajo en alguna de las paradas más jodidas de Rodalies R4 (Torre Baró, Barberà, Montcada BIF), habrá un tipo con un cuchillo detrás de la primera esquina, aquí sí, esperando a que pase algún gilipollas como yo para asesinarme. Ni siquiera querrá robarme. Tampoco son psicópatas. Simplemente es gente que ESTÁ MUY ENFADADA.
* El mundo está lleno de tristeza, The World is Full of Sadness es la canción de Slum Village que inevitablemente tarareo cuando voy en Rodalies de RENFE. (Nota adicional: es divertido que el autocorrector del Word insista en corregirme “sadness” como “sandez”.)