Buscando un oasis donde descansar de este mundo negro manchado a cada rato de sangre fresca cuyo rojo se eclipsa en lunas de ambición sin límites, hallo la literatura, hallo la vida.
Y me pregunto dónde estarás tú. Como en un sueño de gripe enfebrecida, de esos que te dejan perturbada, te apareces y se te ve bien ¿De dónde has salido, pedazo de mamón? Cuando la muerte se asoma y no cesa, la vida te devuelve los muertos del armario, aquellos que por torpeza, por ganas, o porque sí y ya está, sacaste de tu vida o ellos de la suya, y aún te hace sonreír su recuerdo. La guerra evoca la guerra y la paz evoca la guerra. No nos libraremos nunca de ser humanos, pobres pérfidos, caramelitos de anís en las puertas del cosmos.
Por muy gratificante que sea el entorno, con los ángeles morenos y abracadabras, los hijos, la hija y la bendita amistad que espolea en momentos de lateralidad, cuando escoras hacia el lado del blues con vocación más que torpe, siempre hay un instante de melancolía por lo perdido y no desechado.
Pierdes lo que quieres perder y lo matas para siempre, del mismo modo que pierdes y no quieres volver a ganar pero hace gracia. De estas cosas debía saber más Winston Churchill que algunos filósofos, salvo mi santa, la Zambrano, que le dedicó unos buenos tangos al tema. Nostalgia de tenerte entre mis brazos. Antonio Vega hizo una buena versión del bolero, sólo que le dio un plus de ralentí que no abría ni una migaja de puerta a la esperanza. Era como decir: tu risa loca la echo de menos pero sé que no volverá y vaya lío me supondría si volviera. Me pondrías patas arriba y ando muy bien como ando.
Antonio Vega andó hacia la nada poniendo las manos en los bolsillos de sus amigos, Macorina. También hizo milagros. Más que hacerlos, los propició. Y lo que determina su vida vivida es que sus milagros se siguen perpetrando a diario. Pones según que canciones suyas a los iniciados y nace un ángel. Bendita suerte la suya.
Buscando oasis para no perecer de descalabro ajeno que va a defecar de casa en casa, hallo la música tal y como siempre la encuentro, libre de todo mal, pero yo no.
Hacemos ser lo que amamos según estemos, y hace tiempo que no bailo a Georgie Dann ante el espejo delator. Un aguijón en la garganta continuado hace papada e imposibilita el manejo coordinado de las piernas.
Es entonces que me pongo a escribir para el Butano, de aquella indómita manera que va de ti a mí sin pasar por ninguna casilla de salida y trato de rozar tu soledad con la mía para hacernos bomba imposible de desactivar.
Tú eres todo lo que yo nunca seré aunque a veces haya creído que te tengo tomada la medida. Yo sé bien de qué va la peña. Ese, esa y aquél. En muchos casos es así, basta ya de falsa humildad, pero a ti, lectora, lector, a ti, no he de conocerte nunca. Por eso te deseo. No dejes que culminemos nunca el encuentro, sigamos siendo mucho tiempo, largo tiempo y para siempre en soledad y en letras. Hallemos juntos la fuerza del silencio y luego echémonos a gritar por lo que va doliendo todo esto, buscando un oasis de solidaridad entre el repiqueteo de sables que se cruzan por el aire.