El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Veinticuatro

Rubén Lardín La hora atómica— 02-11-2012

Con la limusina me es imposible entrar a la plaza de Sant Felip Neri, mi favorita de Barcelona, porque a ella sólo se accede en zigzag o desde el aire, aunque por este último comentario tal vez debo pedir disculpas.

La plaza de Sant Felip Neri es una plaza muy bien estropeada, lozana en su tragedia, un sitio al que hay que entrar siempre desde la catedral, orillando la iglesia, y aunque una vez dentro (porque es una plaza a la que se entra –insisto- como a una corrala) no va a haber donde sentarse, me gusta visitarla porque el arrullo de su fuente atenúa la ciudad con mucha eficacia, en alternación muy clara cuando se va llegando siempre desde la catedral. Una vez allí no sé qué hacer nunca y ya está todo visto, pero hay algo de artificio en esta plaza que cada vez te hace verla como nueva, como ocurre cuando viajas y lo miras todo virgen y recuperas conceptos y vuelves a entender un árbol como tal y una fuente como un manantial, aunque no lleve más que un continuismo de agua, un poco parlera y danzante para que no se malogre el recurso urbanístico.

Se da una higiene cuando flaneando el gótico se llega a esta plaza renacida, emergen allí los secretos del corazón, se puede estar callado en ella, no hablarle, a esta plaza, como si fuera una mujer buena o con la que nos relacionamos naturalmente, y a según qué horas de la fantasía parece que fuera a dejarse ver una novia al ralentí con una pistola o el vestido blanco ensangrentado, la puta muerte embellecida volviendo la esquina, antes de que nos distraiga el recuerdo de los niños asesinados en el sótano, cuarenta y tantos, en 1938, cobro de la aviación franquista. Niños que fueron muertos por unos adultos.

Llegados a este punto, apenas medio folio, de noche y con cuarenta años que tengo puestos como cuarenta niños, decido que la limusina no la quiero para nada y que no poseo ningún entendimiento lógico del estar aquí ni siquiera cuando estoy tan bien; que esto, el aquí y el ahora, se corresponde muy precisamente con lo que imaginábamos y queríamos cambiar, sólo que ahora se ha definido inmutable. El poder sostenido del presente histórico bloquea cualquier idealismo que hubiéramos ido cobijando de las inclemencias, aquellos ímpetus huracanados que con el tiempo empezamos a arropar como a pajarillos mojados entre las manos, viéndolos peligrar y sabiéndolos sin fortuna, hasta que dejamos de presentar resistencia y pasamos a vivir aislados, porque se puede vivir aislado en pareja, en familia o en procesión.

Las capacidades adaptativas que traíamos de serie nos condenaron a la rendición y nos integraron no sólo en esto, sino en este todo esto para esto que los años 40 míos me dan a ver de esta manera, mientras también certifican, siendo así ya mayor, que mi problema con la autoridad lo tiene ella.

Avisad a los niños, decidles que luego no hay nada, que aquí estamos solos y que se queden ahí. Que ni se les ocurra moverse.

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