Criaturas internautas: seguro que conocen las webs de chollos. Lo sé porque una de mis cuentas de email rebosa de mensajes que ofrecen estos interesantes productos. Creo que tener una avalancha diaria en mi correo debe su origen a haber anotado mi dirección en varias páginas de descargas ilegales y mantener un CV para solicitud de empleo. Este CV ha debido de ir rulando por Internet hasta los confines del ciberespacio, rebotar en el límite del Servidor Primigenio y agostarse en el polvo del Caos de las Venca y Televentas.
Llevo años recibiendo estos mensajes. Al principio eran ofertas de medicinas, productos dietéticos y de higiene sexual: pastillas para adelgazar, artículos milagrosos para curar la depresión, alargar el pene o aumentar los pechos. Después llegaron los tratamientos de belleza: kit de maquillajes, consejos para estar guapa, trucos de moda vertidos desde unas dinámicas empresas femeninas, rosario de páginas de estilo y peluquería, serias admoniciones (dirigidas a mi nombre) de que si no cambiaba urgentemente mi look para la oficina, mi éxito se iba a ver comprometido, y que una cosa era vestirse formal y otra que tu jefe no te tomara en serio a la hora de las copas afterwork, por un bolso o un color de pelo completamente desafortunado.
Todo esto yo lo leía como quien ve pasar una secuencia hablada en finlandés sobre matemáticas avanzadas. Pero ahora han llegado los cupones descuento y ya me siento más cómoda.
Cómoda, pero en la misma extrañeza.
Ahora mandan los planes de ocio en familia o novios-pareja, muy apañados, para aprovechar el tiempo libre. La gente joven, la gente madura, el español de bien tiene que hacer algo: salir a comer, principalmente tomar copas, hacer una visita a un sitio interesante, una actividad al aire libre, una experiencia en la naturaleza con niños para desconectar, algo interactivo… Hay que salir el día de fiesta, vivir el puente, la fiesta que no se perdona jamás de los jamases. Pero como la cosa está un poco acuchada y la crisis ha disparado los precios, pues estas ofertas con cupones ciberespaciales vienen muy bien.
Por ejemplo, ¿qué pareja a la última diría no a un plan cool y glamuroso por 56 euros, ahorrándose la mitad? Nada menos que cenar como si se fuese un famoso de tercera un menú muy joven, y después una copita en la discoteca adosada al merendero de moda. Hay infinidad de ofertas para matrimonios no soul y novios con enormes ganas de comida y bebida por sustitución: “¡¡Sushi para 2!!”, “¡¡Parrillada de ternasco para 2!!”, “¡¡Churrasco en pareja + bebida 39, 99 euros!!”, “¡¡Menú creativo en Callao para 2, 49, 95 euros!!“…
Si por desgracia a la terrible necesidad de ocio a dúo se une la inquietante presencia de niños, las ofertas de cupones son también de lo más llamativas: “¡¡Especial Escapadas: ¡¡Redescubre La Alcarria!!, ¡¡ Niños Gratis!! —50 euros—!!”, “¡¡Noche en Segovia y ruta a caballo 69 euros!!“…
Pero no acaba aquí el maravilloso mundo de las ofertas al 70%. También se puede hacer una un tratamiento estético-quirúrgico por poquísimo dinero (_depilación láser, 59 euros; dermólisis 3D, 99 euros; implante de titanio de alta gama, 239 euros_…).
A veces pincho en alguno de estos anuncios para leer la cháchara que acompaña, porque es muy divertida y muy desagradable. Siempre encuentro que el cupón ha sido adquirido. Que me apresure a consumirlo, me ordenan. Puede ser una maniobra comercial. Pero creo que hay mucha gente que compra estos productos.
Nadie sale a las calles a poner barricadas porque se vive muy bien. La miseria no ha alcanzado a la mayoría; de otra manera, no estaríamos aquí leyendo esto, que cuesta, según el tipo de conexión, unos cincuenta euros al mes. Todavía hay mucho margen para el capricho del ocio y la moda con cupones de descuento.
Si lo sabré yo, que no tengo Internet.