En las últimas semanas, persona con quien me encuentro siempre me suelta, muy compungida, un “Este año no se han notado apenas las fiestas, ya no hay ambiente navideño, ¿no te parece?“. Yo, que vivo ajena a estas cosas y cada vez me entero menos de los asuntos públicos, he llegado a preguntarme si es que se trata del chiste de la temporada y después no me quedo con el desenlace gracioso, y esta sensación tan artificial es real.
Una de las razones podría ser que los anuncios de juguetes en televisión se han reducido a más de la mitad. Por primera vez, no te echan en un bloque de veinte minutos el tradicional carrusel de spots de muñecas y coches, lo mismo a mitad de la serie española que toque (empiezo a pensar que son intercambiables; por ejemplo, esa de los chavales que corren en calzoncillos y bragas por un barco o el remake de Los Serrano del siglo XVII que ponen en la Primera), o entre que sale una mari y entra otra de los “llama y gana” de madrugada. Dicen que la crisis económica y el cambio de las preferencias infantiles han llevado a esta situación, tan rara para la tele y el mercado. Como no hay un duro para anunciarse y a los chavales lo que les gusta es la cosa high tech, pues de eso sí que hay publicidad a todas horas
En contraste, los anuncios de juguetes en papel cada vez son más lujosos y detallados. Desde que empezó la campaña, he recibido en el buzón media docena de catálogos tan gordos e historiados como el de IKEA. En despliegue pornográfico, miles de juguetes se muestran al natural sobre papel satinado y en colores llamativos. He estado hojeando las novedades y la verdad es que me he llevado muchas sorpresas. La industria juguetera, lejos de darse por vencida frente a las consolas y derivados, ha hecho una labor de adaptación de sus productos realmente encomiable.
Por ejemplo, para los más pequeños de la casa, Famosa ha relanzado a Nenuco, el bebé más famoso de los ochenta, convenientemente adelgazado y con cara de estrella de cine juvenil. Aparte de sus cambios físicos, lo que más me ha gustado es que uno de los accesorios estrella del muñeco —que representa, insisto, a un bebé—, es la Boutique, que no es un armario con modelitos, sino un escaparate con expositor de venta, con su caja registradora, lector de tarjetas, etcétera, para que la niña y el niño se familiaricen rápidamente con el acto de consumir, tan natural y básico como el de cuidar de una criatura, parece decir el juguete… Contrasta esta mega tienda en tamaño y definición con la Escuela de Nenuco, a su lado un ridículo maletín con tres papeles, para aprender dos números y tres letras.
En cuanto a las novedades en bebés-que-hacen-cosas, ya existe una serie de Muñecos Enfermos: dos cabezones que se contagian la gripe, estornudan y lloran. También tienen la versión del muñeco envidioso: la misma pareja con ojos de serpiente se turna para llorar si le das de comer al otro y viceversa.
En cuanto a las muñecas, además de los nuevos Barriguitas sin barriga y un surtido apabullante de cunas, tronas y coches de bebés que podría pasar por accesorios para bebés reales por su aspecto y precio, han resucitado a Roxane, aquella muñeca que medía un metro treinta de altura y reproducía “todos los detalles de una niña real”. La pena es que de la original, que era como una Nancy muy grande, igual de moderna y estilosa (la cual sospecho fue encargada por la misma cantidad de padres que de hombres adultos y solos), han hecho ahora una versión mucho más infantil… cómo decirlo… como una niña grande con cara de bebé, por lo que el resultado es todavía más aterrador. Claro que en esta línea de muñecas gigantes con cierto retraso hay una “Mi Princesa”, con vestido imitación alta costura, que serviría perfectamente para protagonizar una porn-torture. Ah, acerca del fenómeno de las Bratz, en su versión Monster High, les remito a mi artículo acerca de las muñecas putas de hace unos años, porque no parece que haya cambiado mucho la cosa, aunque ahora las vistan de zombis.
Por último, quisiera referirme a los juguetes que más me han gustado de los catálogos. Primero, las nuevas cocinitas, como esa “Loft Modular Electrónica”, con vitrocerámica, que en un piso pequeño y por el precio de una wii podría perfectamente servir de cocina real. Segundo, los centros de planchado y carritos de limpieza, que han pasado de ser un servil divertimento de imitación a herramientas que podrían ser utilizadas en cualquier empresa de trabajo para la infancia. Y tercero, el producto estrella: el bum de los supermercados y cajas registradoras, especialmente una “multifunciones” que incluye micrófono, lector de códigos… ¡y una botella de agua!, con la que la niña podrá recrear sus fantasías de cajera con unos años de adelanto a su transformación en trabajadora-esclava.
Al final, he escrito mi carta, que ya viene adjunta con cada catálogo. He pedido el volcán de los Gormitti, un “oso grotesco con bufanda” (sic) y el Mindflex de Mattel. Y como todos los años, para toda la Humanidad, Caos y Entropía.
Gracias, Reyes Magos de Oriente.