Estaba cantado. Era cuestión de tiempo (poco tiempo, aunque a algunas se nos ha hecho una eternidad) que el Excmo. Alcalde, quien cree estar llamado a otras y muy elevadas empresas, nos dejara con la ciudad hecha un cristo de túneles y pagarés, para que en esta ocasión, ya no sólo los madrileños sino todos los españoles tuviesen la fortuna de conocerle un poquito mejor en su camino hacia el poder absoluto 1, y en su puesto dejara a una persona de su total confianza. Qué mejor que plegarse a la tendencia actual y colocar, no a un concejal cualquiera de la lista, que para el caso hubiera dado tres cuartos de lo mismo (del grupo se salva el Vicealcalde, por su presencia de finísimo villano), sino nada menos que a Doña Ana Botella, para cumplir las expectativas de tradición, belleza y simpatía que el Partido Popular y todas las personas de bien reclaman en los cargos públicos, en un puesto de esta responsabilidad.
Cuando se dio el cambiazo, el Ayuntamiento de Madrid salió en primera plana de prensa y televisión. No lo sé, pero con toda seguridad, la Excma. Sra. Alcaldesa fue portada del ¡Hola! y media docena más de publicaciones humorísticas. ¿No se han dado cuenta? La ciudad se ha convertido en motivo de cachondeo para el resto. Somos el hazmerreír, cuando no por las cosas que pasan en el gobierno autonómico, por las del Real Madrid, que ha pasado de ser el típico grupo de futbolistas faltos (perdón por la redundancia), como el resto del pelotón de Primera, a una especie de cueva de delincuentes y enemigos de la humanidad.
Cierto, quizá no llegamos a los límites de delirio y esperpento de la Comunidad Valenciana, pero es que allí juegan con ventaja, que siempre han sido mucho más artistas, y todo tiene más color que aquí, en la meseta, de siempre tan gris y tan sosa.
Pero creo que no es justo que Madrid se haya convertido en diana de los chistes socialdemócratas a causa de sus descacharrantes lideresas, porque igual que otras comunidades salen en los papeles todos los días, debido a enormes escándalos de corrupción y latrocinio al más alto nivel, aquí también tenemos unos temas gravísimos en las instituciones públicas. Ya está bien. No sólo somos un desfile de modelos de señora, pelazos liberales y caras bonitas, ni tampoco un chiste de zarzuela. Aquí se hace tan mal o incluso peor que en cualquier otro reducto autonómico, desde las tierras feudales del sur a las explotaciones del norte, eso que quede claro.
Porque estamos en medio de un sainete, sí, pero con manolas descaradas que hacen y deshacen a su antojo, julianes bravucones que abuchanan al personal por un quítame allá ese contrato, y una lista interminable de Don Hilariones envilecidos que se frotan las manos, mientras la corrala de cartón piedra se va hundiendo poco a poco en el lodo. De hecho, es un Madrid de un tiempo tan oscuro, que más de una vez he tenido que pellizcarme para comprobar si la persona con la que estaba hablando era realmente X, o quizá el espíritu de Juan de Pipaón, y si aquella otra había sido poseída por Presentacioncita de Rumblar. La gente, yo misma, llevamos años encontrando un extraño deleite, quizá el único placer que nos queda de contenido sociopolítico, en comentar las ocurrencias de los jerifaltes de la Comunidad, y ahora hacemos apuestas sobre los próximos movimientos de la Alcaldía, acostumbrados a la querencia por el disparate y las meteduras de gamba de la Sra. Botella…
Sí, podía estar páginas y páginas haciendo chascarrillos a cuenta de estas personas. Lo ponen facilísimo con sus leyes injustas, las tasas abusivas, el desprecio olímpico por la gente, y un regir que es lo contrario, pero ¿saben cuál es el problema?
Que todos somos iguales. Que estas personas tan desagradables que gobiernan en el Ayuntamiento de la capital^2^ están ahí porque la ciudadanía es un fiel reflejo de su fea condición: ultraegoísta, inconsciente, maleducada, ciega, sorda y muda, como los monos místicos. Los que viven en la abundancia nada quieren saber de los que no, por si se les pega algo. No digamos si ejercen algún tipo de control o poder: entonces se enrocan en una casta ajena al ir y venir de los demás, un club selecto desde el cual permanecen absortos en su privilegio y harán lo que sea por no perder ni un escalón de la torre. Los que están en inferioridad no son mejores por ser más pobres o desvalidos. Esa es una falacia más del sistema. De hecho, la precariedad de la vida, como decía el maestro Chejov, hace a la gente ser aún más horrible de lo que es, saca lo peor de cada uno. Las estafas en el trabajo, los puteos constantes con una sonrisa, la abúlica resignación por el “no, no, y si…“, el miedo esclavo, las agresiones psicofísicas, el vuelvaustémañana, ya no tienen signo político, son el resultado del castizo deterioro de un modo de vida que nos ha llevado hasta aquí.
Mírenme, estaba a punto de contar unos chistes incisivos y súper referenciales, como de expertos de la cultura pop, a costa de una señora súper risible, y voy y les corto el rollo.
Solos y desesperados. Mercancías Defectuosas.
^1^Para los de fuera de Madrid: ustedes le miran así, a don Alberto, con un poco de pena, que parece el Sr. Smithers desnaturalizado, pero denle un tiempo, y ya…
2 Por gobierno de la capital entiendo no sólo a los concejales del grupo popular, sino a la totalidad de representantes de la cámara, incluida la Oposición. Quizá sustituyendo a los componentes de ésta por unas marionetas, pero de verdad, el efecto estético sería más bonito, y el político, estoy totalmente segura de que mejoraría.