1: Todo el mundo sabe que la cerveza favorita de los impresentables y onanistas compulsivos del futuro es Estrella Damm. Sus anuncios me hacen vomitar cada vez que los veo. ¡Cada vez! Es decir, siete, ocho, nueve veces al día, manchando el parquet, aterrorizado frente al televisor, perplejo mientras en la pantalla un grupo de patológicos exhibicionistas, energúmenos encantados de haberse conocido, se lanzan al mar de Menorca en cámara lenta, o convencidos de su propia estupidez tocan la guitarra descalzos en la playa, al anochecer, mientras planean un trío.
2: También es verdad que (sobre el tema de los vómitos) no ayuda nada alimentarme casi en exclusiva de alitas de pollo congeladas (tex-mex), pero eso es otro tema. Sus campañas publicitarias van dirigidas a impresentables histéricos con tendencias psicopáticas, un amenazante enjambre de extrovertidos agresivos llenos de confianza en sí mismos, desenvueltos zombis con gafas de sol obsesionados por celebrar sus limitaciones psicológicas en interminables fiestas-aquelarre interpretadas en el mar, en lo alto de un barco o en la playa, actuando bajo mínimos, incansablemente orgullosos.
3: Mientras Heineken y Moritz patrocinan de forma desaforada y desenfrenada, sin control, cualquier sórdida concentración artística o seudoartística de creativos (seudoprofesionales o no) que se produzca en quinientos kilómetros a la redonda (motivos inexplicables; me pregunto si se les podría acusar de asociación indebida; hay que dar de beber a esta gente, no quisiéramos que se enfrentaran a nuestra propuesta sobrios), Estrella Damm dirige sus carantoñas publicitarias repugnantes al payaso sin fronteras, al universitario bienestante medio, al cuchufletas recién licenciado adicto a la buena causa, al joven profesional protegido hasta la exageración por el mismo sistema del que dice tener que liberarse y evadirse, y del que ya forma parte por el simple hecho de tomarse una Estrella Damm o de veranear en Menorca, Mallorca o Ibiza, reproduciendo fielmente durante sus vacaciones todos y cada uno de los movimientos (con precisión de mono de feria perfectamente adiestrado), mohines, poses y desviaciones varias del estilo de vida Estrella Damm, consistente en:
a: Ser idiota.
b: Ser aún más idiota.
c: Alguien debería dispararte con un revólver. Y asegurarse de que estás muerto.
4: Si bebes Estrella Damm y veraneas en Menorca con el resto de tus socios eres mi enemigo. Cualquier terrorista de Al Qaeda me parece mejor persona que tú. Prefiero suicidarme antes de veranear contigo y con tu tropa de sádicos adoradores de Satán, cínicos violadores en potencia, miembros de una sociedad secreta que paradójicamente se cita a plena luz del día y a la vista de todos para degollar cabras y recién nacidos en torno a un gran barril de cerveza teñida de sangre. Y yo me pregunto: ¿Es que nadie lo ve?
5: La campaña de Estrella Damm a la que me refiero, llamada con todo el sarcasmo “Mediterráneamente”, contiene toda clase de imágenes y sonidos subliminales. Por ejemplo, cuando en el anuncio un grupo de tarados baila despreocupadamente en la playa, dejando ir todo su falso hedonismo prefabricado, en el fondo esa imagen significa lo siguiente: que el fabricante de Estrella Damm y toda la cúpula directiva te están escupiendo en la cara y se orinan en tu boca (todos a la vez) a través de su cerveza por el simple hecho de ver esa imagen. No sólo eso: si escuchas atentamente la canción de la campaña de este año, interpretada por algún meloso plagiario de tres al cuarto, en los coros de fondo se puede oír “Viva Hitler, y Viva la Muerte Mundial Siempre“. También, en un momento dado, en segundo plano, mientras los personajes conducen un descapotable y comen pan tostado con aceite y tomate, se puede ver un cartel muy de fondo, donde pone: “Quiero follarte y luego cortarte el cuello como el sucio homeless que eres“.
6: Por último, ¡si desencriptamos la marca de la propia cerveza obtendremos el siguiente mensaje!: “Estrella Damm = Estréllate y Arde, mientras mis hijos se gastan irresponsablemente tu dinero en droga y sexo“. Y si contamos el numero de planos que conforman el ultimo spot publicitario de la campaña de este año, y los sustituimos por notaciones hexadecimales (CF, F0, 114, etc.) podemos obtener el siguiente mensaje: “Mediterráneamente = Asesinando Niños (con) Almohadas (e) Invocando (a los) Reptiles Demonoides, Desde 1876 Adorando (al) Diablo Guardián (del) Centeno. Euros Crujientes“.
7: Ferran Adrià jamás hubiera participado en este sucio asunto. De hecho, declinó participar en el spot publicitario, pero entonces un grupo de encapuchados irrumpió en su casa con látigos y azotó a su hija pequeña durante tres horas y media. Adrià, que no es tonto, captó el mensaje, y al día siguiente, con lágrimas en los ojos, aceptó la suculenta oferta de participar en la campaña “Mediterráneamente” sin necesidad de leer el contrato, que por cierto le ata de por vida a la marca de cerveza, obligándole a cocinar para los ejecutivos de Estrella Damm platos derivados de la cerveza en cuestión a cualquier hora del día o de la noche durante los próximos ciento cincuenta años. ¡Sus hijos deberán seguir pagando la deuda, deconstruyendo cervezas!
8: En fin, existen más de cien motivos más, pero el mensaje está claro: No consumir bajo ningún concepto Estrella Damm. Si tu supermercado habitual la vende, pide por favor al encargado que la retiren. Es importante.
9: Evitar por todos los medios la exposición a la campaña publicitaria “Mediterráneamente”, actualmente en televisión, una iniciativa venenosa y dañina que se extiende como un virus abrasivo extremadamente perjudicial para la salud mental de nuestra sociedad, y en especial de nuestros hijos, cuyas implicaciones se exceden a nuestra comprensión. Probablemente tardaremos años en librarnos de las secuelas que estos anuncios están generando ahora mismo, mientras lees esto. Entretanto, bebed San Miguel.
10: San Miguel es una cerveza honesta, trabajada desde abajo, fermentada con el sudor de nuestros abuelos, un líquido celestial de alta calidad que combina desde 1947 tradición y modernidad así como el buen saber hacer de la excelsa cervecera que es, por supuesto, San Miguel y su extraordinaria gama de productos, donde destaca por encima de las demás la verdadera estrella de su catálogo, San Miguel, la clásica, líder en todo el mundo, la cerveza que bebían nuestros padres antes y después del trabajo, la espumosa clarita, con toda su textura, sabor, y misteriosas propiedades, casi mágicas, de cohesión social en nuestro entorno próximo. Eso sí, bien fresquita. Y mejor tirada.