Un inculto es un tío que lee todo el rato, igual que uno que tiene cien años es más joven que todos nosotros juntos. Se puede dar el caso de una mujer de nalgas muy amplias que luego tal vez no sea buena cocinera, pero el caso contrario queda descartado.
Intento encontrar un silogismo pero se me ocurren varios, ergo no tengo ninguno.
Escribir es faenar y trabajar es otra cosa, una que yo no pienso hacer nunca, pero en cambio ahora escribiendo aspiro a la gratificación del terminar de escribir. En esto hay que estar muy atento porque se escribe para mentirse (para mentir a los demás si eres mediocre o te crees un chungo), y aunque en todo lo que digo quisiera estar diciendo otra cosa, yo hoy no pienso pasarme ni una.
Sé que el héroe romántico se dirige a perder, está en su naturaleza y en su naturaleza está su único destino, así que jamo la bicicleta y me dejo llevar por la sensación para hacerla invencible. Algunas frases hay que pedalearlas y ellas van indicando el camino, toman su inercia y como bolas de billar deberían sonar nítido y mate al llegar al punto. Pero no ocurre.
Desoír todas las órdenes y escribir porque todo lo ordena. Posar el mundo. No entrar nunca en polémicas de mi tiempo estúpido porque mi tiempo es falso y convenido y rendirse a él sería entregar voluptuosidad, malversarla, fracasar como ellos pero sobre todo fracasar como uno mismo.
Lo inútil no deja de ser imprescindible y es la suma de todo lo que nos va a dar el tal cual.
Y que también los delfines duermen mientras nadan.