El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

NAZARIO

Rubén Lardín Entrevista— 19-02-2013

Nazario Luque (Castilleja del Campo, 1944) llegó a Barcelona en los primeros años 70 y se puso a dibujar unos tebeos muy pasados de vueltas cuando todavía era peligroso hacerlo. Instalado en un piso-comuna junto a varios sospechosos que conformarían la escena de una ciudad que todavía no estaba difunta, pasó de la autoedición a entregar historietas en docenas de revistas contraculturales y dio el pelotazo en las páginas de El Víbora, donde desarrollaría las aventuras de Anarcoma, detective hormonado, con tetas pero también un buen rabo. Autor de álbumes como Ali Babá y los 40 maricones, Turandot o Mujeres raras, escenógrafo, pintor fino y padrino verdadero del underground barcelonés, a la Casa de Cultura de su pueblo le pusieron su nombre pero luego se lo quitaron porque se reclamó para un político.

Nazario Luque Foto: Glòria Langreo © 2013

Te iba a traer una botellita de fino pero me han dicho que hace años que no bebes nada.
Nada. Ni cerveza, ni vino ni nada. Lo dejé porque me bebía una botella de whisky todos los días, y era ya seguir y no hacer nada, de alcohólico casi sin techo, o pararlo.

Hubo una época en que todas las entrevistas las dabas borracho.
Hombre, claro, pero eso era pues porque estaba siempre borracho.

El alcohol no lo usabas para currar, entonces, como se había hecho mucho en la profesión.
No, no, lo usaba porque estaba enganchado y ya está, como el que se chutaba. Tenía dos borracheras cada día. Por la mañana bebía para quitarme la resaca, a mediodía ya estaba borracho, comía, dormía siesta y a las cinco me levantaba con resaca y a beber otra vez hasta que se me iba, me ponía bien y otra vez borracho a dormir. Era una dinámica un poco fea. Lo había intentado dejar varias veces y ésta última tuve éxito, en el ochenta y tantos, cuando empecé a pintar. Dejé de beber y dejé el cómic y me puse a pintar.

Aquellas acuarelas pacificadas… Y de pintar, pasas a escribir, ahora tus memorias.
Llevo año y medio o dos años con ellas. El problema que tengo es que de aquella etapa de borracheras guardo recuerdos muy inconexos. Tengo la ventaja de que siempre he escrito diarios, desde pequeño, y me sirve mucho de guía a la hora de rememorar, pero esa época de las borracheras es difícil. Me acuerdo, con el Camilo, que era demencial: cuando queríamos emborracharnos a tope nos íbamos al Tales, el bar éste al lado del ayuntamiento, que tenían absenta buena, el Pernod 69 que estaba prohibido en Francia, que tomaba la gente aquella y se volvían locos, y nos tomábamos unas cuantas y al salir de allí igual nos estábamos cuatro o cinco horas por ahí y al día siguiente la gente me decía que si había estado metiendo mano a no sé quién, o no sé cuántos, y yo no me acordaba de nada. Seguías funcionando pero sin memoria.

Con catorce o quince años, me pajeaba con mis dibujos de tíos peludos.

¿Y ahora, rememorando, sufres o lo estás pasando bien?
Sufro. Al escribir se sufre. Es difícil, escribir.

Pero tú habías escrito siempre, diarios, dices, pero también poemas y así.
Siempre. Y teatro y mis cosas. Siempre he escrito y he dibujado. Y cuando descubrí lo del cómic me pareció la forma perfecta para unir las dos aficiones. Escribía mis guiones y luego los dibujaba, era el formato ideal para expresarme. En las memorias estoy jugando a alternar la actualidad y el pasado. Había un escritor de teatro que me gustaba mucho, John Boynton Priestley, que hacía unos juegos de tiempo muy dramáticos, cambiando de lugar el segundo y el tercer acto, con lo cual tú veías las consecuencias y los fracasos antes que los sueños de los personajes. Ese cambio de estructuras me llegó muy dentro. Creo que puede ser interesante hablar en un capítulo de mis aventuras en el colegio de los Salesianos, con los curas, y a continuación de la actualidad, con los novios pakistaníes o lo que sea.

¿Tienes muchos novios o qué?
Afortunadamente, no tengo que salir a la calle con la edad que tengo. Otros salen a las saunas o a los bares para ligar, o por internet o lo que sea. Yo soy muy fiel; no a mi pareja, Alejandro, que ya llevo 35 años con él, sino a novios que conozco desde hace veinticinco o treinta años, que siguen viniendo por casa porque también los quiero. No tengo uno, ni dos, sino que tengo varios.

Pero no son chulos, son novios.
Novios, novios. La diferencia es que un chulo tiene una tarifa. Por mucho cariño y mucha historia, no deja de ser un tío que se gana la vida follando. Un novio, en cambio, es un tío que folla con otro porque quiere. Yo tengo amigos pakistaníes que vienen aquí una vez a la semana a follar conmigo y no follan con nadie más. O que están casados y follan con su mujer pero vienen, desde hace diez o doce años, porque les gusta follar con un tío. Tú puedes hacerle un regalo si quieres, pero al que le pagas un dinero es otra cosa, y tú sabes que él viene de estar con otro tío y que después de ti se va a ir con otro más. No es cosa que me preocupe, pero no es el mismo tipo de relación. Yo antes no conocía mucho el mundo de los chaperos, pero desde hace un tiempo viene por casa un chico que, bueno, muchas veces ni follamos siquiera, simplemente, pues si necesita algo se lo doy, y él está para aquí y para allá moviéndose, buscando. No es que yo le llame para que me haga un servicio, porque tampoco me hace mucha falta, ni a mi edad puedo dar ya tanto de mí.

No sé cómo explicarlo, pero una polla es todo lo contrario de un chocho.

A ti te gusta un tipo muy concreto de hombre…
Tengo una fijación con un tipo determinado, sí. A mí los jóvenes no me gustan, me gustan de treinta y cinco, cuarenta, los tipos toscos, como de pueblo, campesinos, paletas, rudos, y esto no es lo que gusta habitualmente. También me gustan los calvos. Es muy raro, joder, porque tengo setenta años, que me gusten los calvos es un poco anormal, porque normalmente a esta edad a la gente le gustan los chavales. Hombre, no es que me gusten más viejos todavía que yo, pero entre un desliz con un señor de sesenta años y uno de quince, seguramente me decantaría por el primero, por el morbo y la cosa ésta. Hay un término medio, pero si se desvía, prefiero que se desvíe para la madurez e incluso para la vejez. Te viene un chico joven, mono, un yogurín, y a mí me deja totalmente frío, no me interesa en absoluto. El joven a mí no me aporta nada.

¿Y no te puedes enamorar de un tío que no reúna esas condiciones que te gustan?
Es que enamorarse es una costumbre… Puedes enamorarte de una persona porque responde a ese esquema, y luego, porque se comporta en lo sexual y en lo no sexual de una forma que te gusta, pues te acostumbras a ella y lo pasas bien con ella. Otra cosa no es, el amor. Yo veo estos amigos que se casan por conveniencia y, no es que esté de acuerdo con los matrimonios de conveniencia, pero veo que pueden ser tan duraderos y tan eficaces como cualquier pareja que se casa porque cree estar enamorada. O muchas veces ni enamorado ni nada, sino que se te va la edad y tienes que casarte con quien te toca, y si te viene uno te tienes que casar y te tienes que casar. Lo del amor es un tío que echa un buen polvo o una mujer que sabe follar bien. La gente dice, joder, qué le verá a esta tía tan gorda o tan delgada o tan alta o tan bajita. Pues es la fijación de cada uno, y esto, pues si lo quieres llamar amor… Pero a mí esto del amor te digo que me suena mucho a rollo literario, muy occidental.

Enamorarse es una costumbre.

En un matrimonio heterosexual parece que funciona mejor la infidelidad de toda la vida que esto de los “novios” por casa.
Es que para mí el concepto de fidelidad es una cosa que… Si quieres mantener una pareja, lo primero que tiene que desaparecer es la dependencia, y dentro de la dependencia entra esto de la fidelidad y la infidelidad. La fidelidad es una cosa inventada para no dejar escapar a la persona con la que estás.

¿Eso lo inventan las mujeres?
Las mujeres, sí, pero los hombres también, que no quieren que se les vayan. El otro día estaba leyendo un cuento de Chejov muy divertido de un tío viejo, horroroso, al que se le muere la mujer veinteañera, bellísima, cuatro años casados, y el tío, en el duelo, lamentando a voces lo mucho que ella le quería y lo fiel que le era, y todo el mundo soltando risitas y dándose codazos, hasta que el cura le dice que basta ya con la tontería, que la tía era amante del jefe de policía y que lo sabía todo el mundo. Pero es que esto era mentira, esto se lo había inventado el tío sabiéndola guapa y joven y casada con un viejo horrible como él, se inventa la historia para que nadie le entrara, ¡la pobre tía había sido fiel toda su vida pero por cojones!

El miedo a la policía, claro. La policía os había zurrado a vosotros por ir vestidos de mujer, en el 78.
Sí, pero era la guardia urbana. La policía, cuando nos vio llegar en aquel estado, nos dijo: mira, para que luego os metáis con nosotros, que en la urbana también son finos. Estábamos cantando a la puerta del Café de la Ópera y a los tíos, unos jóvenes que estarían de prácticas o no sé qué, no les hizo gracia y vinieron a decirnos que no siguiéramos cantando, una cosa que hacíamos muy a menudo, disfrazados y tal. A mí me esposaron y me metieron al coche, el Ocaña se quitó de en medio y empezó a correr, fueron detrás de ella, se cayó, la arrastraron, empezó a gritar totalmente histérico y la gente empezó a tirarles botellas y sillas a los municipales; hubo uno que le pegó un mordisco a un policía y casi le llevó un trozo de carne. Nos llevaron al cuartel que había en la calle Buensuceso, nos metieron en un calabozo con otros dos más y entraron con guantes y empezaron a darnos de patadas y golpes y nos dejaron allí un tiempo. Fue muy emocionante escuchar que había gente en la calle que pedía libertad: se había montado una manifestación espontánea de maricones y travestís, que es algo absolutamente raro, que sólo ocurre cuando se convoca. Al día siguiente aparecieron pintadas en muchos sitios pidiendo la libertad de Ocaña, Nazario y Osito. Hasta en Sevilla. De Buensuceso nos llevaron a Vía Laietana, nos hicieron las fotos y tal, después al juzgado y de allí a la Modelo, donde en aquella época había motines porque era la época de la COPEL (Coordinadora de Presos en Lucha). La gente se cortaba y demás… Había habido un indulto para los presos políticos pero no para los comunes y aquello estaba lleno de colchones quemados, todo el mundo escondido… Estábamos acojonados, aunque fue muy divertido porque de pronto estábamos allí en la galería y los chulos gritaban: “¡Ocaña, pero qué haces aquí, qué ha pasao!”.

Teníais amigos en todas partes. ¿Existe todavía la Barcelona de la calle y de los amigos, aquella Barcelona ramblera?
No, no, no… Los vecinos de la Plaza Real antes nos sentábamos aquí en las mesas y charlábamos, los fines de semana, tomando unas cervezas. Hoy con el turismo ya no se puede. Empezando porque es que no te puedes ni gastar la pasta que te piden por una cerveza. Hoy en las Ramblas no te puedes tomar unas cervezas como no seas alemán. Está todo enfocado para el turismo y es un poco desagradable. La Boquería, por ejemplo, da asco, está desapareciendo el mercado normal. Las floristas también están desapareciendo porque la gente no compra flores, y ellas ven que el del quiosco se hincha a vender porquería, que si bufandas del Barça, camisetas del Barça, y entonces intentan vender semillas para el turista, que el ramo de flores no se lo lleva pero sí se lleva las semillas de una flor mediterránea determinada.

Floristerías que no venden flores, qué te parece. Y esa inercia absurda va a más.
Es un caso perdido. Y parece mentira que al cabo de cuarenta o cincuenta años… Al final de la dictadura, el turismo nos salvaba, y ahora sigue siendo el turismo lo que nos salva, lo cual indica que aquí ni se ha levantado infraestructura ninguna para nada, ni nada de nada, nada sólido, todo ha sido una especie de bluf continuo, una mentira que no ha resistido la crisis.

Tendrá que ver con nuestro carácter, que somos unos mantas.
Sí, claro. Como los italianos y los portugueses y los griegos. Allí ni los curas ortodoxos pagaban impuestos, ni los millonarios, ni los grandes armadores. Pues más o menos como aquí. Los impuestos son para los pobres, lo mismo que las condenas. Es desesperante.

Tú eres hijo de labradores.
Sí, autónomos. Es decir, no un labrador que trabajase las tierras de otro sino las propias. Aunque mi padre, como no tenía muchas tierras, cuando el campo suyo estaba trabajado, trabajaba con mi tío, que tenía más fincas. Pero sí, normalmente vivíamos de nuestras tierras.

El sadomasoquismo no hubiera sido lo que es sin la educación católica.

Y allí empezaste a leer tebeos. Parece que tuvieran que estar fuera de contexto, los tebeos, allí…
Claro que leía, es que había un chamarilero que vendía cacharritos y trompetitas y llevaba también tebeos de El Guerrero del Antifaz y cosas así. Los vendía pero también los cambiaba por hierros. Entonces nosotros, si te encontrabas una herradura, o un trozo de tubería de plomo, lo guardabas y cuando venía el tío te daba un tebeo. Los que tenían más dinero a lo mejor hacían la colección, pero los que no teníamos tanto lo que hacíamos era irlos cambiando por el nuevo que saliera, y le dábamos una gorda por el cambio y así seguías la historia. Además, a mí me llevaban a menudo a Sevilla porque era un niño bastante delicado y estaba siempre enfermo con molestias en el oído y no sé qué, y entonces allí aprovechabas para comprarte un tebeo o un cuento o lo que fuera. De todas formas, mi madre odiaba los tebeos. Para ella significaban no estudiar. El tebeo siempre era perder el tiempo, me los rompía, los quemaba…

Tú entonces dibujabas pero no historieta, eso vino más tarde.
Mucho más tarde. Antes pintarrajeaba en todas partes. Los únicos libros que había en mi casa eran Robinson Crusoe, Corazón, de Edmundo de Amicis, unos libros de derecho que no sé de quién coño eran y unos tomos de la guerra europea en los que venían unas fotos que por detrás estaban en blanco, y allí pintarrajeaba yo porque el papel en los años 40 era una cosa escasa, los lápices de colores ni te cuento, un lujo. Historieta no dibujé hasta que no tuve casi treinta años. A mí, viendo aquellos tebeos, no se me ocurría en absoluto ponerme a dibujar héroes o cosas en plan Pulgarcito. Me gustaba leerlos pero ni se me ocurría. Fue cuando vi que se podía hacer cómic retratando la vida de cada uno. Yo no sabía inglés pero me topé un día con la revista Mad y dije, hostia, esto es realmente una cosa para adultos que a mí me enrolla. Cuando vi que se podía contar en un tebeo lo cotidiano, el viaje de ácido, el fumarse los porros, entonces es cuando me decido a inventar mis guiones.

¿Eso fue en Morón de la Frontera?
No, fue luego. A Morón me fui muy joven. Una vez termino magisterio, el primer pueblo al que me toca ir es a Morón, y allí es donde descubro el mundo del flamenco, los gitanos, Diego del Gastor, la Fernanda de Utrera, este mundo casi en extinción, que de hecho se extingue poco después, porque luego empieza Camarón, que es ya otra historia del flamenco. En aquella época se reunían Diego y los cantaores mejores, igual veinte personas que estábamos toda la noche o dos días allí bebiendo y escuchando, y los tíos tocando a gusto porque tocaban para ellos. Esto desapareció con los festivales de flamenco. Juan Talega, Manolito de María, el Borrico… Toda esta gente tendría ya entonces sesenta o casi setenta años, muy castigados la mayoría por la bebida, y con ellos desapareció este mundo y desapareció el mundo de los gitanos que aprendían de escuchar a los abuelos, a los padres, a los tíos. Empezaron a aprender escuchando cintas o en la radio.

Y a ti te dio entonces por la guitarra.
Me compré una guitarra, sí, y con los amigos con los que vivía, amigos de Madrid, estuve tocando la guitarra hasta que me vine aquí, que mandé la guitarra a la mierda y empecé a dibujar. Me di cuenta de que no servía para la guitarra. Había estado enrollado porque me gustaba el flamenco, y había estado intentando tocar falsetas barrocas de Diego y hacer unas cosas pero sin darme cuenta de que… Como ésta vecina mía de abajo que toca el piano, ¿la oyes? Joder, tía, llevas tres meses con la misma frase, repitiéndola todo el día y no la aprendes.

Te da mucho la paliza…
Me da un por culo horroroso, es todo el rato. Hoy le he puesto una denuncia.

¡No jodas!
¡Hombre, tío, es una tortura! El mismo trozo todos los días cincuenta veces, un día detrás de otro, es tortura pura, te obsesionas, joder. Una persona que medianamente sepa tocar, con un mes repitiendo la frase todos los días ya se lo ha aprendido. Si llevas tres meses es que tendrías que dedicarte a otra cosa.

El caso es que tú te das cuenta a tiempo y dejas la guitarra.
Porque, aparte, es que a mí actuar en público me da mucho corte, salía allí y me quedaba un poco de cartón piedra. Ocaña me arrastraba, pero yo siempre intentaba quedarme un poco en segundo plano.

Pero tu vena exhibicionista siempre ha estado ahí.
Sí, soy bastante exhibicionista, pero no soy actor. Tengo que estar un poco a la sombra de un Ocaña o un Camilo. Y la guitarra, si no la tocas para alguien, no sirve de nada, es como querer hacer teatro y ser tímido. Lo de dibujar lo haces a solas y luego cuando lo ven tú no estás presente. En el primer Canet me habían hablado de ser la reina y no sé qué, y me puse mi vestido pero no me atreví a hacer todo lo que había que hacer, y en cambio al año siguiente, pues nos subimos todos al escenario y nos despelotamos, porque ya había conocido a Ocaña, habíamos tenido antes las Jornadas Libertarias…, ya estaba a resguardo del grupo.

El Canet Rock tuvo que molar mucho en aquella España, ¿no?
Hombre, fue realmente apoteósico, era un Woodstock en pobre, o un Isla de Wight, o todo aquello que soñábamos, con la gente de aquí, un poco de pueblo pero que estaba muy bien, con sus chiringuitos, cada uno vendiendo sus movidas… Era lo primero que se hacía.

El cómic es la ruina, la miseria y la pobreza.

Eso murió allí, tendrías que ver ahora lo que es un Primavera Sound o una cosa así borreguera y sacacuartos. Esta Barcelona no tiene nada que ver con la que tú decías que era la capital de la cultura en España.
Bueno, pero es que no puede tener nada que ver nada de ahora con algo de hace veinte años, o quince, o del año pasado. Y que en cuanto algo se oficializa, se pierde. La España en que estamos ahora está cambiando mucho, y a ver qué pasa en dos o tres años. En la Barcelona de los 70 hubo bulla, hubo una eclosión pero fue producto del fin de la dictadura. Los primeros años estaba todo el mundo enloquecido porque pensábamos que éramos libres. De pronto, en el 76, podías publicar unas historias que antes tenías que publicar en Francia o clandestinamente. Gente de teatro que antes no podía venir, estrenaba en el Romea o en cualquier sitio. Esto nos dio alas a todo el mundo para organizar las Jornadas Libertarias y todo aquello, pero ya en el 78 empezó a cambiar. No es que volviera a ser lo mismo pero sí se volvió algo bastante gris. La cosa empezó a decaer y ha seguido decayendo hasta ahora. Para mí, entonces, Barcelona estaba por encima de Madrid a muchos niveles; hoy en día es una ciudad de provincias total, como en relación a Francia pueda ser Marsella o Burdeos. Por más que quieran darle otro barniz.

Luego, en los 80, en Madrid se inventarían lo de la Movida, un pijoteo comparado con lo de aquí, ¿no?
Lo de Madrid tuvo un interés muy superficial. Era un rollo de discoteca como había sido aquí el Zeleste, pero en otra época y además apoyado por las instituciones, de forma que se le daba al asunto una dimensión que realmente no tenía, con Tierno Galván como reina de la Movida y todo esto. La Movida no tiene nada que ver con lo que pasó aquí en los 70, en absoluto. Lo de aquí fue mucho más rico por todos los movimientos que empezaban a crearse. Madrid, en los 80, ya era un poco decadente. Aquí había habido una creación del feminismo, de los movimientos homosexuales, de la ecología… Todo aquello tuvo su comienzo entonces.

Y emergió como reacción, no sólo a un sistema que salía temblando de la dictadura sino también a lo aburrido de las políticas de izquierda, supongo. Es decir, vosotros no es que estuvierais en contra del franquismo sino en contra del sistema…
Lo más interesante del movimiento que hubo aquí es que no era ni socialista ni comunista sino anarquista o libertario. Una especie de resurrección de aquello que se había quedado un poco a medias antes de la guerra, durante la República. Un intento de continuación de la autogestión y aquellas historias. La prueba de que no tenía nada que ver es que después, ni los socialistas ni nadie han querido saber nada de aquella época, porque para muchos de ellos aquello fue una diversión sin base y sin sentido. A la Movida madrileña, en cambio, una Esperanza Aguirre puede hacerle una exposición inmensa con un catálogo así de gordo porque aquello no era algo ni de izquierdas ni de derechas, y casi un poco más de derechas. No era agresivo, ni significaba ninguna ruptura. Ahí tienes la revista La Luna de Madrid, todo un lujo, y Alaska y Pedro Almodóvar, y el posmodernismo en la pintura… Era una historia un poco ñoña. Lo de Barcelona fue mucho más interesante.

Como padrino que fuiste del underground, un día decides que ha muerto. Y lo entierras.
Eso fue una exposición en una galería, el último día se oficiaba “el entierro del underground” porque es que, hombre, hacer una exposición en una galería es ya totalmente overground. Y la verdad es que aquello del underground había sido una especie de camelo de un año o dos años. Éramos underground y nos publicábamos nuestras movidas porque nadie nos publicaba las historias. En cuanto hubo gente interesada ya pasamos de hacerlo. Underground de verdad, clandestino, fue La piraña divina, la única obra que se editó como panfleto y se vendió como tal, bajo mano, diciendo lo que te daba la gana y en contra de lo que fuera. También estábamos un poco hartos de convivir y del rollo, y la prueba es que la mayoría se fueron a Ibiza, de jipis, y cuando pasaron dos años en Ibiza, pues lo mismo, los resquemores y todo esto, y se volvieron para aquí.

Os debemos mucho, los de mi generación y los de las que van viniendo, aunque algunos de ellos no tengan ni idea.
Hombre, no sé, en aquel momento no te paras a pensar que lo que estás haciendo pueda tener una repercusión diez años después. Yo, cuando me llama la Sinde ésta para decirme que me van a dar la medalla de oro de las Bellas Artes digo, joder, después de todo lo que he hecho en vuestra contra… Pero no, resulta que, precisamente por esta labor, has ayudado a que cambie la mentalidad de la gente. No era mi intención, la verdad, mi intención era más atacar toda la intransigencia de la época, yo la combatía así y me divertía, pero no pensaba que nadie pudiera liberarse leyendo la Anarcoma. Yo he sido siempre bastante partidario del individualismo, de empezar la revolución por uno mismo. Lo que tú no puedes es pregonar una conducta cuando la tuya deja mucho que desear. Yo primero procuraba que mi conducta estuviera un poco acorde con mis ideas y luego pregonaba en mis obras.

¿Cuánto hace que no te vistes de mujer?
Mucho, mucho, mucho. Me da pereza. El otro día había el carnaval, pero no tengo ropa… Como no bebo, me da pereza ir a un bar para estar así vestido de mujer… Es un poco… En cambio mi vecina, la Fernanda, ésta se viste todos los sábados y se hincha a follar abajo, porque se va al Karma, se emborracha, y todos los tíos que vienen a las cuatro de la mañana pasan por la puerta, la ven a ella con el vestido de tía y eso, y los mete en el portal, y bueno, a chupar polla, a follar…

A ti se te conoce por haber dicho siempre lo que piensas.
También Mariscal ha dicho lo que pensaba. Lo que pasa es que lo que él pensaba era algo acomodaticio a cualquier sociedad, porque una persona que hace diseño no se está metiendo con el sistema. A mí Mariscal me echa en cara que compre en El Corte Inglés y luego él hace un cartel para El Corte Inglés. Joder, tío, hombre… Yo, en un momento dado, decido que en mi obra lo que tengo que hacer es atacar un poco la dependencia de la mujer, su sumisión al padre, al marido, al amante o a cualquier hombre, y al final la mujer busca la liberación por el trabajo. Hasta que no se independiza económicamente, no hay tutía, tiene que depender de quien sea. Esto es lo que expliqué yo en su día en Purita Braga de Jierro, y luego ya que las mujeres hagan su trabajo, que yo soy maricón y el mundo que más conozco es la represión de toda la vida, y esta represión de salir del armario, y de que nos vean con total naturalidad, pues es en lo que tengo que hacer hincapié. Empecé una primera etapa sacándome de dentro todo aquel rollo de la beatería que mi madre me había inculcado, de la Iglesia, las confesiones, el colegio de curas y todo esto, me lo intenté sacar en esta etapa más underground y cuando me sentí liberado, llegó Anarcoma como un intento de normalización, de retratar un mundo de homosexuales como podría ser uno heterosexual. Con los personajes viviendo sus aventuras, follando entre sí y demás. Había mucha gente que no sabía en qué consistía una relación entre dos hombres, igual que hoy todavía hay muchos que no saben qué pueden hacer dos mujeres: ¿qué pueden hacer dos mujeres si no tienen polla? ¡Joder, como si todo se redujera a una polla que se mete en cualquier sitio! Hoy en día, cuando veo que en mi pueblo, de trescientos o cuatrocientos habitantes, hay unos señores mayores que conviven en pareja y se tratan con la gente con naturalidad, pues me maravillo.

En 1972 vienes desde aquel pueblo a Barcelona, buscando gente con la que ponerte a hacer tebeos que te enrollen, y es llegar y besar el santo.
Tuve mucha suerte. Porque fue llegar y a los dos días me encontré con Mariscal. Yo había venido pidiendo el destino como maestro nacional. Allí había estado en la campaña de alfabetización, con adultos, les enseñaba a leer y a escribir. Había un tipo de analfabeto que hoy todavía lo hay a montones, personas que han aprendido a escribir de pequeños y no han vuelto a hacerlo en cincuenta años. Aquí vine como maestro de niños, que era un coñazo horroroso.

¿No te gustan los niños?
No me gustan nada. Lo pasé un poco mal porque en aquella época estaba de moda lo de Summerhill y el libro rojo de los escolares y todo aquello de que un niño obediente no podrá ser nunca un niño libre, y claro, manejando estas ideas, con estas historias en la cabeza, yo no podía comportarme como el maestro de al lado, con una palmeta y leyendo el periódico y que no se le movía ni una mosca. En mi clase los niños se encerraban en el armario, se subían arriba del armario, se colgaban de las ventanas, era un desmadre total. Los niños que echaban de las clases de alrededor se venían a la mía y yo no los echaba, ¿por qué los iba a echar? Y, claro, el director me llamaba la atención porque empezó a ser un problema.

¿Cuánto duraste allí?
Un año. Allí me vino un cura, imagino que de Comisiones, que se había enterado por los niños de que yo dibujaba, porque yo les hacía dibujitos en la pizarra, y me vino que si le haría unos dibujitos para La voz de los barrios, un panfleto que tenían, y le hice una cosa divertida metiéndome con Porcioles y con la historia de aquella época.

Si a mí lo que me gusta es esto, tengo que hacer esto.

Con la Iglesia siempre has tenido una relación de amor odio. ¿Te hicieron mucho daño, de niño?
Bastante. Unos complejos de culpa horrorosos. Hay capítulos de confusión —y de confesión—, en mi vida, muy duros. Pero claro, después te das cuenta de que el rollo sadomasoquista no sería lo que es si no hubiera sido por esta escuela. Una educación liberal no produce esta clase de engendros tan interesantes. En fin, cada uno luego saca partido como puede.

Y tú lo que haces es apropiarte de toda esa iconografía, y lo mismo pintas una virgen del Rocío que un pollón moreno, todo pasa a formar parte de tu imaginario.
Claro, sí, sí, de esto no puedes prescindir, tu mentalidad no te lo permite. Ocaña, por ejemplo, pintaba vírgenes pero no pintaba pollas. Tengo por ahí alguna polla suya pero casi en plan garabato de váter, porque en un cuadro no pintas una polla. Pues no, a mí me gusta pintar una polla bien detallada, de forma que a mí me excite y casi me mueva a hacerme una paja.

¿Te la pelabas con tus tebeos?
Claro, claro, y con catorce o quince años ya me pajeaba con mis dibujos de tíos peludos, que luego los borraba y ya está. Aunque antes, con ocho o diez años, ya follaba con mis primos y con mis amiguitos del pueblo.

El contacto con la naturaleza parece que hace el descubrimiento más prematuro.
Hay de todo. El que tiene interés, pues lo pone en práctica. En las sociedades reprimidas, las relaciones homosexuales suelen ser bastante frecuentes. Pasa en Pakistán o en los países musulmanes, que entre los chavales es muy normal porque la mujer es totalmente inaccesible, no se llega a ella si no te casas. Aunque después te metes un poco y te enteras de que no es oro todo lo que reluce.

Y la familia es lo que queda más cerca.
Es un tema condicionado por la admiración. A una mujer casada, se le va el marido y en cuatro años no vuelve, y a esta tía le aparece cualquier primo por ahí y el primer día dirá que no, pero al segundo cae. Ten en cuenta que en las casas de la gente sólo entran familiares, el que no es familiar no entra a la casa. Están abocados a ello, aunque de una manera sigilosa y clandestina. Se casan entre los primos, y curiosamente aquí esto está totalmente demonizado pero allí no se ve tanto tontito como dicen aquí que sale del casamiento consanguíneo. Yo pienso que cuando salen tontitos, es porque son tontitos, como las familias reales. Ya me dirás toda esta gente que tenemos aquí, o los que pintaba Goya, aquellas caras eran de cágate. Ni primos ni nada, es que eran tontitos.

¿En algún momento experimentaste con mujeres?
Hubo una primera vez y resultó, y después hubo otras veces y… Bueno, me gustan más los hombres, de siempre, pero en las ocasiones que tuve de follar con mujeres tampoco me resultó una monstruosidad. Pero hay una cosa que me encanta y que son las pollas, y allí faltaba algo. Yo me acuerdo que me hacía pajas con mi primo y él me preguntaba: ¿Y tú en quién piensas? ¿Y tú? Yo en la prima tal. ¡Pues yo también! Mentira, yo estaba pensando en un tío pero no se lo iba a decir. A esa edad ya tenía bien claro lo que me gustaba, y lo que me gustaba eran las pollas.

Y la polla será clave en tu discurso. Decía Umbral que el falo es el icono de la religión de los cuerpos.
Es que no sé cómo explicarlo, pero una polla es todo lo contrario de un chocho. El falo es, como bien dices, el tótem. Una fertilidad también la puedes representar con las caderas, las tetas y demás, pero casi es más frecuente lo del culto al falo en toda la Historia, en Indonesia, incluso en Japón. Imagino que hay sociedades más feministas, más de la madre tierra y no del dios falo…

Cambiando de tema, ¿cómo terminó la movida aquella con el disco de Lou Reed? Te plagian una ilustración del Star y sale en la carpeta del Take no Prisoners. Te verías ya montado en el dólar…
Pues después de cuatro años con el tira y afloja conseguimos cuatro millones. Me daban doscientas mil pelas pero les dijimos que no, que si en su época me hubieran dado doscientas mil por hacer una portada hubiera estado encantado, pero que no se trataba de eso, se trataba de un delito, habían quitado mi nombre y habían puesto otro. Al final ofrecieron cuatro millones y el abogado me dijo que más no les íbamos a sacar. A él le daba un poco de vergüenza llevarse la misma cantidad que yo, así que me compró un cuadro por un millón de pelas. Pero el disco circula todavía por ahí, ¿eh? Aquí en España no lo editaron con la portada mía, porque ya se había comentado en alguna entrevista y se curaron en salud, aunque metieron la pata cuando lo editaron en CD. Yo conservo el original, porque creo que siempre va a ser vendible.

De la pintura has vivido muy bien.
Muy bien. Y, bueno, me he acostumbrado mal y he seguido viviendo, incluso, un poco “por encima de mis posibilidades”. Tampoco mucho, pero mucho más que haciendo cómic.

Con el cómic, y mira que tú has sido un dibujante de éxito, ni un duro…
El cómic es la ruina, la miseria y la pobreza. A no ser que vendieras una historia a muchos países, que además la vendías primero fuera y luego el editor español se la compraba al extranjero. El cómic nunca ha dado pasta, los libros nunca han sido rentables. Hoy la gente se escandaliza de que cobre por una página de cómic, por un original, lo mismo o incluso más que por un cuadro. De todas formas, en el arte hay también una clientela muy fea que no entiende que valga lo mismo un cuadro que tiene tres flores que uno que tiene siete.

Ah, esa tontería también está en el cómic. Ahora tenemos de moda lo de la “novela gráfica”.
La novela gráfica es un quiero y no puedo que promulga que el cómic ha alcanzado un nivel literario o de madurez, cuando eso es tontería porque la literatura es una cosa y el cómic es otra, en el formato que sea. Un buen cómic está a la altura de un buen libro. Un cómic no necesita parecerse a un libro en cuanto a estructura para tener la categoría del libro. Cualquier obra de Max tiene un valor en sí mejor que muchos libros. Aquí entran los editores y los críticos, es labor de marketing. Mira, el representante del Barceló, un suizo que es una bestia judía manejando el tema empresarial, metía un cuadro que quería promocionar entre un Schnabel, un Kiefer y un Basquiat, y de pronto se hablaba, subía de nivel lo tuviera o no. A mí estas historias no me gustan.

Yo creo que sería mejor que el cómic siguiera siendo underground porque es uno de los pocos medios donde hasta ahora podías decir lo que quisieras. Hoy ya no, hoy la autocensura nos tiene acojonados porque siempre va a saltar alguien.
Hay un puritanismo y una censura encubierta. Hoy el Anarcoma no te lo exponen en el FNAC, hoy esta portada llega uno y dice que lo están mirando sus niños y pide que lo retiren.

¡Y lo retiran!
Yo sé que voy a tener problemas a la hora de editar las memorias éstas. Hay mucho sexo. Hay sexo explícito. Sadomasoquismo, palizas y de todo, de lo más crudo y lo más normal, como pueda haber en Anarcoma. Yo lo que no puedo hacer es un libro de misa, porque a mí lo que me gusta es esto. Si a mí lo que me gusta es esto, tengo que hacer esto. El otro día, en el Facebook, me censuraron unos capullos con el agujero. Era la punta así, la polla muy ampliada y modificada.

Eso lo denuncia el usuario. Están haciendo de nosotros delatores y hay un tipo de ciudadano al que le gusta ejercer ese papel.
Cuando ya me quedé totalmente acojonado fue cuando busqué “glande” en la Wikipedia y allí aparecía una foto de un capullo, una polla que se podía ampliar, con su boca de la uretra bien vista. En mi comunicado a Facebook me quejé porque me habían quitado dos fotos y aduje que, joder, si hasta en la Wikipedia podías ver tranquilamente un pedazo de polla. Al día siguiente se lo voy a enseñar a alguien, en plan: mira la Wikipedia la polla que tiene… ¡Pues la habían cambiado! ¡Habían puesto un capullo de espaldas!

¿No has visto los paquetes del tabaco? Fumar mata, y te sale un cadáver o un pulmón podrido o no sé qué mierdas. Fumar puede provocar impotencia, y te sale un cigarrito flácido. Te sacan un muerto lila o un tío destripado pero jamás una polla.
¡Y así siempre! Éstos me amenazaron con que era la segunda vez y que a la próxima me quitaban la cuenta. Ya me habían quitado una foto mía en que estaba desnudo en la puerta del Kike, con la polla floja pero con la polla. Joder, a Ceesepe le cerraron la página. Ceesepe pollas no pinta, son mujeres y culos y tal, que con eso son más permisivos, pero se lo cerraron.

Y luego resulta que Facebook no sirve para nada más que para follar, es una red hipócrita y repugnante.
El Facebook es una red social para señoras aburridas del pueblo diciendo me gusta y no me gusta.

Siempre va a ser mejor mirar por la ventana. Tú aquí tienes una vista privilegiada a la Plaza Real…
Mira, aquí tengo la cámara y el trípode preparados, y en cuanto escucho algo, me asomo. Los tíos súper cachas bailando capoeira, los guiris, la policía y la gente que vende… A mí me gusta. Ésta que toca el piano no se asoma ni loca, esta gente vive totalmente de espaldas a la calle. No viven. A mí que no me quiten esto.

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