Blue jean baby, L.A. lady, seamstress for the band
Pretty eyed, pirate smile, you’ll marry a music man
Ballerina, you must have seen her dancing in the sand
And now she’s in me, always with me, tiny dancer in my hand.
“Tiny Dancer”, Elton John.
Cristina, creo que ya no estás en Ventas.
Camino por Bocángel pensando en mis cosas. Persiste el viento helado y no tengo otra cosa que la oscuridad del invierno en el bolsillo.
Hace tantos, tantos años, cuando por aquí no veíamos más allá de nuestras narices (tampoco es que ahora veamos mucho, la verdad), siempre enfadados y dispuestos a la pelea por la mínima, tú ya habías cambiado el cielo de esta ciudad por la vida alrededor del mundo, surcando el planeta y siempre riendo. Nos traías souvenirs como a los indios, y nosotros fantaseábamos Madrid superponiéndole el celofán de un Londres victoriano, un México punk o un Nueva York de postal a través de tus ojos alegres.
Tú eras esta ciudad en sus esencias más puras, la de las charlas interminables en las terrazas de Callao, Retiro, Malasaña o Moratalaz, sentados alrededor de muchas raciones, cocacolas y cervezas. Eras el Madrid de la merienda con café con leche, las tiendas de disfraces y un suelo vertiginoso de baldosines en blanco y negro, listo para bailar, pero en el salón de casa con la tele y las sillas. Sólo tú podías tener ese piso. Bailarina adorable de claqué, me regalaste unos zapatos con estrellas en las suelas. Yo no me atrevía a salir a la calle con ellos para que no se ensuciaran. Tú te atrevías con todo.
Nosotros nos quedábamos mirando al suelo y tú, simplemente, te encargabas.
Cada vez entiendo menos las cosas. Según las autoridades, una buena disposición de ánimo es clave para enfrentarse a la enfermedad. De ser así, es absolutamente imposible que apenas te hubieses puesto mala, porque nunca he conocido a nadie con una personalidad tan arrolladora y tan optimista. Quizá ha sido eso: había que haberse quejado más. Mírame a mí, todo el día llorando, o esos que hacen un minucioso diario de sus dolencias, aquellos que se pasan la vida lamentándose de su mala suerte, los que echan la culpa a los demás de todo lo que les pasa, los que aprovechan las coyunturas desfavorables para extraer un tanto por ciento. Tú te estabas muriendo y me preguntabas qué tal estaba yo, pero cómo es posible.
Entro en Alcalá con una ventolera de aire frío. No hay espectáculo en la plaza de toros y luce apagada y amenazadora.
Pero yo estoy recordándote, cuando te transfigurabas para tantos escenarios en estrella de cine, convirtiendo Madrid en Broadway, en Hollywood, deleitando al público con tus actuaciones. Tus dobles para la función me acompañan, la sombra de tu voz permanece. No olvidaré tu encarnación de Ma Shellac, yodeleando en el Retiro, en un garito de rock o una fiesta infantil, la gente siempre con la boca abierta…
Voy bajando las escaleras del metro y me guardo en el corazón otros recuerdos que compartí contigo. Madrid, Cristina, mi amiga, la que te escuchaba y abrazaba cada día como si fuera el último, chica de voz cantarina y valor prodigioso.
Yo ya había visto la película, pero esta es la primera vez que acaba como al principio, en un tornado hacia la ciudad esmeralda.
En Kansas, Ventas, el perrito Niki y todos los demás te echamos mucho de menos. Por si acaso, voy a chocar los talones de mis zapatos con estrellas en las suelas.