La Alcaldesa de Madrid ha tenido mucho trabajo estas semanas. Tras su discurso para los inspectores del COI, un espectáculo que ha entrado a formar parte del imaginario colectivo, el de personas públicas haciendo el ridículo mientras intentan hablar un idioma extranjero, como Franco, Botín y Sergio Ramos, los súbditos la hemos visto nada menos que dos veces seguidas en los medios de comunicación, diciendo unas palabras por la muerte de Sara Montiel y, al poco tiempo, inaugurando su blog con una entrada acerca de Margaret Thatcher. Si en el primer caso, la primera de los madrileños comparecía para anunciar que pronto se haría un homenaje a la manchega con placa a su nombre, en la primera entrada de su blog se descolgaba con un panegírico sobre la ex primera ministra británica y, de nuevo, anunciaba la decisión del Ayuntamiento de dedicarle una calle, plaza, avenida o institución.
La verdad es que ya no nos extrañamos mucho de las ocurrencias de la alcaldesa, pero esto ha llamado la atención en el extranjero. Los británicos no han entendido lo de ponerle en Madrid una calle a Thatcher, toda vez que cuando la ministra gobernaba, las relaciones hispano-británicas no eran precisamente fluidas y la relación de la gobernante con la ciudad fue más bien nula.
Podríamos argumentar que el callejero de Madrid ha estado siempre sembrado de nombres peregrinos, y que es moneda común poner y cambiar el nombre de las calles por motivos políticos e ideológicos. En Madrid han existido calles como Tentetieso o Cantarranas, y siguen ahí la de Válgame Dios y Puñonrostro, por lo que un “Margaret Thatcher” no iba a desentonar mucho entre Payaso Fofó, John Lennon, Félix Rodríguez de la Fuente, o Epi y Blas…
Si en Leganés hay calles dedicadas a chusma como AC/DC, habrá pensado la alcaldesa, ¿por qué no dedicar un parque empresarial o una rotonda bonita a Margaret Thatcher? En su blog, Ana se deshace en elogios hacia la primera ministra, por buena gestora, por haber conjugado su labor de esposa y trabajadora, un ejemplo para todas las mujeres. Por liberal, por haber llegado tan lejos…
Dejémonos de tonterías y de demagogias, como dicen en los debates. Esto de la calle de la bruja es, en realidad, el sueño de la alcaldesa de ponerse ella misma una plaquita con su nombre, quién sabe si no una estatua con fuente. Ella es la que se ve reflejada en Maggie, como la abnegada funcionaria que sabe que esto es así en su mundo, pero le fastidia que los demás, incluidas algunas personas poco leales de su propio partido, no quieran reconocerlo. Solo por envidia y resentimiento, que ella es guapa, buena madre y buena esposa. Ella desearía que la plebe admirara su preparación y dijese por fin que ha llegado a donde está por méritos propios, luchando sólo con su valía y su preparación. En su despacho gigante, en las interminables horas muertas, lo piensa seguro. En el coche oficial, camino de la peluquería. Y en casa, se mira al espejo y con su rictus de sonrisa, piensa: “Claro, ¡porque yo también lo valgo!”.