El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Caminaré toda la noche y no respiraré en todo el día

Ainhoa Rebolledo Una para las dos— 09-10-2014

Está bien si no sabes qué día de la semana es, fíjate si El Corte Inglés está abierto para hacerte una idea de la hora. Da igual cuál sea tu nombre o cómo te llamen tus amigos, lo importante es que ésta es tu vida, esto te pertenece. Quizás no hayas podido decidir demasiado pero siéntate aquí a mi lado y, sin mirarme a los ojos, haz balance escaso de los primeros cuarenta años de tu vida. ¿Te parecieron intensos? ¿Merecieron la pena o la alegría? Vale. Pues que sepas que ahora todo irá cuesta abajo, con frenos. La decadencia será lenta y dolorosa, además de agonizante si es verdad que vas a hacerte el héroe y arreglar todo lo que hiciste mal poniendo una tirita donde deberías estar construyendo el gran dique de Oosterschelde. No pasa nada, a mí no puedes hacerme daño porque soy de las que siguen bailando cuando se termina la canción del verano. Aquí tienes mi hombro y si veo que lloras mucho, te dejaré poner la cabeza entre mis pechos e incluso te acariciaré la nuca mientras repito una y otra vez que ya lo sé. En unos días te preguntaré cuál fue el día más feliz de tu vida y no sabrás responderme sin haber pensado en tu infancia o algo relacionado con bebés. Cuenta los años, cuéntate los dedos –vuelve a hacerlo, tienen que salir veinte–, las cinco camisetas, los cuatro pantalones y los nueve calcetines. Sé que tienes muchos libros en la estantería por leer pero yo no estoy aquí para escuchar tus excusas, no las cuentes. Háblame mejor de los libros que te prestaron y que no has devuelto. ¿Llegaste a escribir alguno? Me gustaría leerlo. Está bien, yo también estaba esperando pero pasó esto y dejé de esperar. ¿Te fijaste en lo bien peinada que iba esa noche? Pues ya no. Si no tengo el pelo enredado es porque estoy contenta, deberías saberlo. Bueno, ahora ya lo sabes: me lo enredo cuando estoy nerviosa pero entiendo que no es tan grave porque es mejor que arrancarse la piel o ir por ahí pegando tiros, sodomizando monjas, matando a todo aquel que perturbe mi tranquilidad. Por cierto, hace poco aprendí que la felicidad no consiste en comprarse un iPhone 6 sino en deshacerse de las cosas que te molestan. Lo aprendí leyendo un libro de autoayuda, creo que era de Kurt Vonnegut pero no estoy segura. Lo que sea, pero tienes que confiar en mí, también cuando te digo que no voy a colgar esta foto en instagram, sales muy guapo, me gustas mucho, lo suficiente como para no querer tocarte. Me da miedo que te rompas y desaparezcas. Ya te conocía antes de conocerte y aunque no tengas facebook sabré cómo te va la vida. Guardaré esta foto y la miraré en el móvil cuando te eche de menos. Tienes que creerme cuando te digo que ya no puedes hacer nada, que la vida es aburridísima y complicadísima, que es imposible sonreír entre tanto muerto. Todavía soy joven, mucho más joven que tú, estoy a tiempo de cometer mis propios errores así que déjame seguir jugando un rato. Por cierto, acabo de descubrir que la viuda de Kurt Vonnegut y yo compartimos cumpleaños. Mira, las aventuras y sorpresas están en las películas de ciencia-ficción y en Gran Hermano 15… Espera, no te vayas, quédate aquí un momento porque no he terminado. Siendo generosos, nuestras vidas sólo darían para rodar una peliculita institucional con subtítulos en inglés sobre lo bonita que es Barcelona, la smartcity, el opendata, el pantumaca y lo bien que jugaba el Barça hasta el año pasado. Barcelona es una ciudad para estar contento, atractivo y elegante (para ser felices de verdad tendríamos que mudarnos a Triana) por eso toda la parafernalia de Mr. Wonderful se tuvo que inventar aquí. En Andalucía, el packaging del positivismo sería distinto: Mrs. Mojiganga consistiría en una pringá y dos cruzcampos en el bar Las Teresas del barrio de Santa Cruz mientras alguien te da abrazos verbales diciéndote que TODO VA A SALIR BIEN, QUE NADA DE ESO MERECE LA PENA Y QUE A TOMAR POR CULO EL MAL ROLLO, quillo. Por lo que te cuesta una taza blanca con un mensajito positivo impreso en la FNAC Triangle, en la Sureña de la Alameda de Hércules 33 puedes financiarle un buen pedillo a tu cuadrilla. De verdad, me gusta animar a mis buenos amigos, por eso me acuesto con ellos cuando están tristes pero sólo con los que están lejos. Tu tristeza es más bien melodrama y te tengo demasiado cerca como para que nos pongamos a jugar a la muerte: la última vez uno casi se me asfixia en el tren Estrella. En Barcelona no hay lugar para la melancolía: nadie paga a nadie, no hay sexo por amistad como en Madrid y muchas veces tengo que explicarle al camarero cómo se hace un kalimotxo. Nunca le digo cómo se escribe porque ya me paso la vida deletreando mi nombre o pronunciando la hache como una jota cuando tengo prisa. En el fondo, todo me da igual, tú también me das igual, porque ahora que llegó esto sólo podré salir de casa cuando anochezca, como los vagabundos, como las pesadillas. Te veré a escondidas, saldré y caminaré desde Gràcia hasta la playa, amenazaré a los turistas cuando pase por Sagrada Família. GUIRIS GO HOME! gritaré. Iré con los auriculares puestos, escuchando música de negros/funk/soul “(Don’t Worry) If There’s a Hell Below, We’are All Going to Go”. Haré lo que no quieras, nunca te diré que te quiero, caminaré toda la noche y no respiraré en todo el día.

Comparte este artículo:


Más articulos de Ainhoa Rebolledo