¿Y cuando te das cuenta, una tarde de invierno por la calle, entre un montón de niños liberados de manos de sus padres, en mitad de los gritos y los sollozos y las angustias y el deseo de quienes esperan, ávidos, el milagro de la magia, que no fue el dulce amor de aquél amor moreno, ni lo que llegaste a sentir por el de la mochila azul, ni las tupidas cejas de Born To Storm lo que más has amado en tu vida, si no que siempre has querido la orgía perpetua e inalcanzable que proponen los tres reyes magos?
Siempre sintiendo por encima de todas las posibilidades, pero esto no lo pueden controlar.
El deseo que se culmina se hace polvo. El polvo se hace polvo, pero el deseo que no se culmina está ahí, deseo que desea y deseará. Y eso es de lo poco que no pueden controlar, nuestra esclava liberación.
Mi queridísimo amigo, maestro, Eliseo Bayo, cuenta que de su primera estancia en la cárcel aprendió que la llave siempre está afuera, al otro lado de la cerradura. Lo dice así porque sabe bien que también está adentro. Es como reconocer al otro de una forma muy definitiva. Si no reconocemos al de al lado, PP por un tubo y a achantar la boca.
Volviendo al tema principal, al inicial: los reyes magos son terribles, al menos en mi biografía. Por ellos recibí mi primera desilusión. Un sudor frío. No exagero. Mi padre me pilló y me dijo que ya iba siendo hora de que me cayera de la higuera. Y si los reyes sois vosotros, ¿quién es Dios? Mi padre dijo mecachis con la criatura y ahí aprendí que el sentido del humor es un asunto muy serio. ¿Dios es la abuela?, osé balbucear cruzando los dedos. Nunca oí la respuesta pero yo sé que quien la tenía que tener, o sea, mi progenitor, se convirtió en mi primer y gran objeto de deseo hasta que lo suplanté por el chaval de las pecas (las canciones de Marc Parrot llegarían después) y sentí que a un tipo como a Freud no se le podía poner dura. A la mierda con las especulaciones. Hay que vivir. Y para vivir es deseable la quimera.
Cada principio de año me desordeno. En febrero ya escribiré sobre los demás y sobre lo que interesa con una sintaxis impoluta, de libro forrado.
Durante las fiestas he alzado la copa pensando que quizás un día. El día de fin de año no quise reprimirme y tras el brindis abrí la ventana y grité contra el gobierno y contra el poder. Había uno en el grupo al que no conocía que preguntó a otro que me sabía que quién era aquella mujer que hacía cosas tan poco decorosas. Creía que conociendo el quién sabría el cuál. ¿Quieres que te cuente mi vida, chaval? Nos enseñan un modo de hacer las cosas y lo repetimos sin pararnos a pensar en destruir el método. Si los reyes magos no existen, si es verdad, que lo es, lo que me dijo mi padre hace siglos, ¿por qué no podemos intentar transitar dándole la vuelta a los puntos de vista, dándole la vuelta al dobladillo?
Luego vino cuando yo fui madre y pensé que mi hija, ay, cuando lo supiera, la punzada. No fue así. Ella prefirió saber la verdad. Disfrutó más cuando las cartas estuvieron sobre la mesa. Los hijos son los padres y creyó que su abuela era dios.
Oro, incienso y mirra. He aquí todo cuanto necesito, cuanto me gustaría poder poner a los pies de quienes amo. Oro, incienso y birra, diría el tonto procaz del grupo. Este tipo de chiste que solo hace sonreír si lo escuchas de una boca currada, de una boca sin dientes, de una boca barra de bar amiga.
¿Cómo vas a tener amigos así y creer en los reyes magos?
No creo en ellos, los añoro. Las cosas son más terribles de lo que imaginamos, pero con el sentido del humor se alzan, parecen livianas.
¿Y esta destreza que voy adquiriendo para no perderme en el metro? Tantas ínfulas de taxis para acabar poniendo en brete una psicomotricidad más que dudosa, herida por el trauma de los magos, subterráneo aquí y allá.
En Madrid perdí las llaves de la casa del amigo donde me alojaba haciendo el trasbordo de Sol a Ópera. Lo noté. No sé si fue porque iba a pasar la cabalgata o porque evoluciono favorablemente, pero lo noté, lo sentí, y pude recuperarlas de una manita pretendidamente ingenua que se jactaba con sus hermanos de tener algo que ellos no tenían. El niño no se la ha robado, han caído y las ha recogido. No se preocupe, ni he pensado en esta posibilidad. ¿Quién era el cleptómano, el padre o el hijo? Entre las dos opciones, me incliné por los reyes magos, estos tres tipos que dan y recogen. ¿Recogen más de lo que dan? Al salir a la plaza Isabell ll, vi como un gran río de mocos se llevaba la mala gaita del país cangrejo entumecido. Fue solo un instante, pero hubo limpieza.
Y luego que no nos vengan a preguntar de dónde hemos sacado este aire melancólico.