Fue tu hermana Ginny quien me explicó que en los ríos de Marte el agua era respirable y podías pasar ahí metida todo el rato que quisieras. Oh, Radney, para ya, por lo que más quieras, si sigues pensando en ella de esa manera no voy a poder dejar de ver su imagen en aquel arroyo. Cariño, tu hermana tenía razón, pero también es verdad que aquí el agua siempre está fría y, aunque no ahoga, sí que corta mucho. Cuando se congela, en vez de hielo forma láminas flotantes como una pasta de hojaldre. Entonces, si te mueves rápido al nadar, te hace polvo la piel, pero enseguida cicatrizan las heriditas al contacto con el aire. Pobre Ginny, pobre hermana tuya, ahogada en Crooked Creek, Idaho, cuando se bañaba sola. No sabes cómo lo siento, Radney, de veras. Pero ella mantuvo su ilusión hasta el final, no quiso que la enterraran en la Tierra. Allí estaba aquel escrito, tinta derramada como esos charcos de después de la lluvia; su pluma estilográfica, que no sabía utilizar, ordenando de su puño y letra que facturaran sus cenizas en las naves que nos están trayendo a Marte. Radney, el reverendo Jerry Dayton nos está esperando en la iglesia para casarnos de nuevo. Nada de lo que pasó en la Tierra vale para Marte; pero mi vestido de novia va a ser el mismo, Radney, no podemos permitirnos más gastos. La de muertos que piden que manden sus cenizas a Marte porque nada de lo que pasó en la Tierra vale aquí en Marte. He preparado una tarta amarga de lima para después de la ceremonia, como las que hacía mamá. Una boda si no es amarga no tiene sentido. Tu hermana Ginny, como una sirena india, hundiéndose en los ríos de aquellos cañones de Kings Peak, de Rangers Peak, de Saviers Peak, de Ryan Peak, de Mica Peak. Yo también la estoy viendo tal como ahora la recuerdas, Radney, amor mío, y deja ya de hacerme telepatía, no te pongas sentimental precisamente ahora, el día de nuestra boda. Vamos, monta en el caballo y entremos ya en la parroquia, que el reverendo Clayton empieza a mirar el reloj. ¿Verdad que iremos otra vez a Paris, Texas, de viaje de novios? Aquí está en la cordillera Tharsis y es clavadito al nuestro. Bueno, al de ellos. El tío Terry ha dicho que nos llevará en su aeroplano. Se ha vestido de payaso para que no nos disparen con los antiaéreos mientras volamos. ¿Tú sabes cuando acabará esta guerra, Radney? Dicen que la anterior duró siete años sin interrupción. Nadie nos contó nada de las guerras de Marte cuando compramos los billetes. Creíamos que sólo era la Tierra. Que aquí arriba no estábamos matándonos. Qué bonito es el cielo aquí, ¿verdad, cariño? Radney, mi vida, ¿a cuál de las dos lunas de Marte te gustaría viajar? Tú y yo en la cama también somos como dos lunas dormidas, respirando juntas sin conocerse.