Es mediodía pero a ratos parece que acaba de amanecer o que está a punto de anochecer: la luz se posa estruendosa y variable, acompañada de una lluvia persistente y de intensidad caprichosa. De la biblioteca sale una chica con un libro abierto, se me adelanta mientras abro el paraguas. No cierra el libro: continúa leyendo mientras camina bajo la lluvia. El libro no tiene marcas de la biblioteca aunque sus dimensiones son las de un manual. No alcanzo a ver el título. Me planteo si acompañarla desinteresadamente con el paraguas o si echarme de rodillas a admirar el milagro pero no hago ninguna de las dos cosas: nomás le sigo con la mirada, absorto de todo, preocupado porque no le distingo los rasgos según se aleja. Entonces caigo en que no tengo memoria de qué cara tiene; tampoco sabría precisar si es delgada o si es la ropa. No sabría reconocerla. Oscurece precisamente cuando dobla la esquina y entonces empieza a llover aún más fuerte. Nunca tan lejos de cualquier tipo de redención: me siento dentro de un cortometraje de alguien que ha visto menos cine del que debería o que ha frecuentado los estercoleros de la cursilería sin dar cuenta de ello, sin fruncirse.
Otro día: salgo en busca de libros y paseo distraído por la Plaça del Diamant. Allí una mujer le dice a otra que le cuidará, que no se preocupe de nada, que no está sola. La otra le responde que no la conoce, que cómo puede confiar en ella dado que no la conoce de nada, que es la primera vez que la ve, que apenas tienen un amigo en común y que la confianza y la amistad y el tiempo. La primera contraataca: sí, vale, pero yo también he estado donde estás tú. Le explica algo acerca del mono que no acabo de entender pero que, sea lo que sea que haya dicho, se vuelve más importante a medida que avanza el día. La noche es terrible, terrible, repite un par de veces. Entiendo que el padecimiento las hermana y veo, también, que la metáfora con el refugio antibombas que descansa bajo esta plaza podría designar esta situación como de absoluta contingencia cuando se hable de supervivencia, por ejemplo. Imagino que este es un momento a consignar precisamente por eso pero intuyo que le corresponde una modulación muy concreta: mentarlo de manera escueta ante la imposibilidad (mía) de acotar su rotundidad.