Una de mis libretas: “A medida que voy cediendo en esto de ser turista en lugar de viajero, caigo en la cuenta de que siempre he sido un poco burgués y asocio mi incapacidad para entender el dinero con esa concepción del mundo. Nunca, desde que me fui de casa, he abandonado la posibilidad de tener que pasar la noche bajo un puente o vagando sin refugio. No me resulta una idea trágica, nunca lo ha sido, y, aunque no me preocupe demasiado, la posibilidad de no tener nada en los bolsillos me genera una rara incertidumbre difícil de aplacar. A los burgueses, según leo y escucho por ahí, les pasa igual. Aunque a ellos les sucede porque entienden el dinero de manera cabal, precisa”.
Al leer pienso que es una cita a la que he olvidado adjudicar un autor: no suelo expresarme en esos términos, tampoco recuerdo haberlo hecho. Aun así, tiene relación con otras notas y, a pesar del extrañamiento inicial, creo que rescribiéndola podría firmarla. No lo hago. El extrañamiento proviene de estar prácticamente seguro de que esa ocasión es la primera en la que concebí la burguesía como algo contemporáneo. Como sea, más adelante, otro apunte dice que no creo —no creía— que ser burgués corresponda a un estar en el mundo sino, más bien, a una interpretación del mundo.
Sigo descifrando mi letra. Intento hacer memoria del cómo, el cuándo y el por qué pero no logro sacar nada en limpio, salvo algunos títulos de libros de los que he olvidado hasta la portada. Recojo de un cuaderno que hay algo del periodismo de entreguerras que me despertaba una admiración enorme. Eso perdura, aunque asumo que en parte tiene que ver con lo que hace diferente a la prensa de aquí y ahora. Con el tiempo he perdido ese entusiasmo: no pretendo ninguna potestad sobre esa nostalgia extraña que nace de una mirada parcial hacia tiempos vividos únicamente mediante archivos y museos. Por eso me divierto un buen rato listando, en otra libreta, qué tipo de testimonios se leerán y estudiarán para pensar o articular el trasiego actual.
“La relación con la escritura está siempre vinculada al presente; todo escrito puede hablar de un tiempo y condensarlo. Marcas de uso acotan una época y una procedencia, inclusive una cuestión de clase”, apunté hace dos veranos, como obviedad a consignarme en un futuro. Otro apunte dice que la única manera de poner a prueba una canción, da igual si buena o mala, “es verla alguna vez coreada con vigor particular: el mismo con el que se murmura un verso o un insulto”.