Todos recordamos el tupé que llevaba Imanol Arias en nochevieja, sin duda pensado para mitigar en pantalla la diferencia de altura entre él y su compañera. Inmediatamente pensé en Carla Bruni y el Dúo Dinámico. En Carla Bruni porque es fama que usaba siempre zapato plano en sus apariciones públicas junto a Sarkozy, y en el Dúo Dinámico porque a Manolo en la tele siempre lo ponían un poco más adelantado con respecto a Ramón, jugando con la perspectiva, para armonizar la cosa.
Al día siguiente, echaron por la tele Freaks, de Todd Browning, donde, como sabe todo el mundo, una malvada trapecista finge estar enamorada de un enano para aprovecharse de él. La cosa acaba con los bajitos igualando a la malvada trapecista “por abajo”, es decir, cortándole todas las extremidades (supongo que lo sabe todo el mundo y no estoy haciendo spoiler, ¿no?).
Unas semanas antes estaba en un concierto donde me encontré con una antigua amiga que hacía tiempo que no veía. “¿Qué tal estás?”, le pregunté. “Fatal, ayer me emborraché y me partí un diente.” “¿Te caíste por las escaleras?”, volví a preguntar. “No, intenté besar a un chico que era más bajito que yo.” La chica en cuestión es bastante alta, y me consta que durante toda su vida ha tenido que lidiar con el problema, físico (y aquí es donde yo quería llegar), de encontrar emparejamientos que no rompieran la armonía visual.
Lo que más me gusta de la idea chico bajo/chica alta es que es un tabú de lo más chorra, pero que conserva una gran vigencia, y por razones estrictamente físicas, no morales. Y, atención, vuelvo a insistir: ese es el intríngulis del asunto. El resto de tabúes similares se fundan en razones “morales”. “Está con él por su dinero”, “podría ser su padre”, “es un mantenido”, “son primos”, “es una mujer florero”, y el resto de desigualdades que se nos ocurran, tienen un trasfondo moral. Y tienen un trasfondo moral necesariamente, ya que se parte de la base de que el enamoramiento es una actividad del alma. Y es que aunque no creamos en la existencia del alma, actuamos como si existiera, porque sin ella no tendríamos la idea de ego, sin la cual no podríamos dar ni un paso. Así, decir “me enamoré por su dinero”, o “porque está buenísima”, está como mal visto, porque el dinero o la belleza no son atributos del alma (son “cualidades externas”, se dice), mientras que la inteligencia o la bondad sí que “pertenecen a uno”. ¿Qué idea más rara, no?
A mí de joven me gustaba mucho una chica más alta que yo y nunca me atreví a decirle nada. Años después me dijo que yo le gustaba mucho, pero ya era muy tarde para hacer nada, claro. A los dos nos dio la risa, pero luego me quedé como raro. Vaya chorrada no decirle nada porque fuera más alta, ¿no? Pero ahí está la sociedad impidiendo a la gente ser feliz. El Infierno son los demás.
Una última cosa. No sé si lo saben, pero Raúl Minchinela y su novia son los dos altísimos.