¿Qué le vas a contar a un cuarentón en vía de desaceleración que no le suene a Tolstoi, a Manzoni o a Marcus Welby? ¿Qué le vas a decir a alguien que ya ha pasado de la historia a la geología a fuerza de riadas de gin-tonics? La expansión universal ha llegado al límite, ahora el big bang es un go home. La nada existe, corazón, de hecho es lo único real, empieza a partir de la radio que se oye por el hueco de la escalera. Escribes de día como si fuera de noche, porque a la hora de la cena ya está vendido el poco pescado que te va quedando. Todo huele a podrido en las hojas del periódico. Apenas pasas las del principio donde pone Internacional y eso porque recuerdan el título de la canción aquella convertida hoy en himno funerario. No, el ordenador no es la fuente de la eterna juventud. Detrás del ordenador no hay ni cables. El ordenador es una cabeza cuadrada que sueña por ti. Ay, corazón, qué sucio es el pasado, una buhardilla donde Camilo José Cela ha ido a caer al lado de King Crimson. ¿Qué falta te hace el latín para saber cuál será tu fin? Si todas las novelas acaban igual, con una nota del editor diciendo que es suya. Ni tampoco el inglés. Podrá decir misa Sting, pero aquello de Message in a Bottle sonó siempre a mesas en el váter. El inglés no es una lengua, es un espejo. El francés úsese con colutorio.

Cuando te miras las muñecas y ves que entre las dos te suman cerca de medio siglo, te garantizo que te acuerdas de García Añoveros o de que Alaska se llama Olvido Gara antes que de cualquier otra patria. Ay, la patria querida. ¿Cómo va a tener uno una patria querida sin ser asturiano? ¿Cómo se va a casar uno con nadie si se ha criado leyendo Rigoberto Picaporte? Vuelve a verse por los caminos como una bandada de cigüeñas la palabra patriota, que es igual en castellano, gallego, catalán, italiano…, total, para decir lo mismo. Ahora que te creías que al fin lo habías olvidado… La geología ha fallado, amor, ¿dónde estará nuestro corazón de piedra?