Vencido el verano, Barcelona, que es más mía que de nadie, me vuelve a echar todo el rato de ella, o aunque me deja estar no me permite ir siendo, a eso me vengo a referir. Malmete, esta ciudad, me alza el peatón y me precipita en un tonel claveteado por la colina esa que tiene y ruedo hasta la hora del primer metro.
Desde mi punto de vista, lo deseable es que Barcelona tuviera ojos de Charo López, pero ella mira siempre para otro lado. Pavisosa y respirando con el diafragma, Barcelona echa una ojeada a Madrid, por ejemplo, a quien le gusta ser enteramente usada en la cama, y anota qué no hay que hacer, porque teme convertirse un día en tierra de balde, aunque es sabido que las hembras suspicaces de otras son un tormento para el tercero en liza que somos nosotros.
Ay, Barcelona, mujer, que no me das tiempo a todo.
En Barcelona este otoño he vuelto a ver hombres que conversan de territorios y presupuestos en lugar de muchachas, en lugar de hablar de ellas, quiero decir, lo cual empobrece las reuniones y atrofia las partes de varón, las deja para otro día y así en el desuso se van marchitando. De niños también hablábamos todo el rato de otra cosa pero había un norte, teníamos la picha muy repensada y sabíamos que las chicas se estaban haciendo esperar, peinando ante el espejo sus cabellitos de ángel, que es un dulce para adultos que luego supimos hecho de calabaza.
Estoy poniendo aquí Barcelona pero lo mismo podría poner cualquier cosa, un secarral o un disparate (porque se duerme muy bien escrito aunque nunca se acabe de hacerlo), y si abundo tanto en la ciudad yo creo que es sólo por teclearle el nombre, que de alguna manera me almohada en su parte celeste según la aisló Mariscal. Me hace tragar peras, Barcelona, con su inexpresión, pero el nombre se lo escribo igual, armónica y muy sencillamente, para que ella lo vea como en su día a lo mejor llegaron a ver el suyo en un árbol algunas niñas, aunque luego se fueran con los de las motos, de paquete a perder la virtud mientras los críos íbamos ya para desgraciaos, todos creciendo hasta convertirnos en pocapenas, en potentados o en esto mismo.