El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Catorce

Rubén Lardín La hora atómica— 17-02-2012

Se acuclilla en un aparte, reuniéndose las tetas de niña cansada, y en la tercera bocanada me depone en la palma el huevo duro, como en la película de Oshima, un huevo de gallina parda o yo qué sé, que ha llevado dentro toda la tarde, de un sitio a otro, y aunque no lo veo nacer, cósmico y blanco satén bajo la falda oscura, me sorprende los dedos su temperatura, que no había presupuestado hasta el momento. Me relevo y con la otra mano le atiendo el regato un poco exhausto, anegado de una emulsión más líquida que cualquier líquido que conozca, perenne y vivo aquello como una inteligencia. De un recorrido le arrebaño los labios como un carpintero la cola blanca y le pido que me diga la verdad, aunque sea mentira; y se alienta con cinco yemas en el suelo para ponerse en pie y mientras nos mezclamos con la gente y me cuenta que tiene el coño muy amanecido, que eso ya lo sé yo, voy pensando qué hacer ahora con este huevo milenario que aquí tal vez no pinta nada, pero que desde mi punto de vista ha sido capaz de voltear la tortilla y descontextualizarlo todo alrededor.

Este erotismo clásico y procomún como todo erotismo lo pongo por escrito convencido de que el público siempre va a preferir una anécdota fisiológica a una analítica, una puesta a una concepción, pero sobre todo pongo aquí el huevo (un huevo que a toro pasado voy a decir blanco imperativo como un timbrazo antropológico) para fijar el recuerdo de estar siendo un hombre con suerte, burlarme un poco de mi escritura y luego de esto escribir otra cosa de importancia ya menor.

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