El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Si queréis los mayores elogios, moríos

Ainhoa Rebolledo Una para las dos— 05-03-2015

A principios de febrero de 1952, Enrique Jardiel Poncela iba diciendo por ahí que se moriría el día 18. Su perro, Bobby, se murió un par de semanas después. Un besito a Bobby desde aquí. Y haciendo palmas y arriba y arriba, Richard Brautigan siempre quiso escribir un libro que terminase con la palabra “Mayonesa” pero antes Jardiel Poncela dijo que el amor era como esa salsa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro de nuevo. Luego está la canción de estilo candombe, murga y tropical que dice Ma-yo-ne-sa / ella me bate como haciendo mayonesa y un montón de frases feministas. Es una canción salsera muy bailable y ojalá Adolfito Hitler la hubiera escuchado a tiempo, ojalá también hubiera triunfado en el mundo de la pintura y ojalá su Mein Kampf tuviera una base más literaria y menos destructiva. Ojalá pudiéramos aclarar las diferencias hablando tranquilamente todo eso que siempre terminamos resolviendo a tiros o dando un portazo cuando no tenemos una pistola a mano.

Luego están el orgullo y el ego, ese cáncer que destruye a enamorados y artistas, respectivamente. Había escrito un texto entero sobre esta enfermedad después de ir a los cines Verdi de Bravo Murillo a ver la película de Birdman pero no lo terminé y después, por supuesto, lo borré y empecé otro de nuevo donde citaba en el primer párrafo a un escritor triste que escribía comedia, a un fascista alemán y a un género de música basura. El texto anterior, el que borré, decía algo así como:

De todas las sensaciones, el orgullo es el que nos ahoga.

Ojalá siguieran existiendo los pecados capitales, la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia, el Internet y la soberbia de forma que pudiéramos identificar a los pecadores para sentenciarlos a morir en la hoguera, con un hilo musical de salita de espera de dentista formado por un ruido del fuego, chup, chup, chup. Él–Riggan Thomson– es orgulloso ¡zas! pero no quiere reconocer que eso es un pecado, piensa que es un acto de defensa, una morada, un lugar retirado y escondido donde puede ocultarse de lo que no le gusta. Seguramente esté poseído por el demonio pero esto tampoco lo sabe. Yo me creo orgullosa pero no lo soy, quizás tenga amor propio en horario de oficina (de 9 a 5) pero luego me derrumbo a las once de la noche sobre mi cama, sobre el lecho de las frustraciones, mi guarida viscoelástica, ñeeec, ñeeec, donde me pierdo entre lamentos estériles hasta que me quedo dormida, muchos ay, ay, ay y ninguna solución, aunque por las mañanas me despierto casi siempre con algún propósito para la felicidad que luego incumplo por las noches. La felicidad no es el placer carnal o sentirse amado y deseado, la felicidad no es el éxito ni el triunfo ni el dinero ni tener el ego satisfecho ; para mí la felicidad es; saber usar correctamente el punto; y coma; la felicidad es una sensación esporádica y huidiza que se larga a las primeras de cambio, estás a punto de entenderlo pero todavía no lo entiendes (ni me comprendes) pero yo te deformo la sintaxis, presiento la felicidad nocturna y permanente que está a punto de llegar y la siento como sentiré la manta térmica que seguirá cubriendo mi cuerpo cuando lleve varias horas muerta. Ningún Estado moderno lleva a cabo ejecuciones en la hoguera actualmente.

Normal que borrara ese texto. Bueno, ahora añado que ojalá Francis Ford Coppola no se hubiera arruinado rodando Apocalypse Now! y hubiera rodado ese guión de John Fante, como tenía planeado. Nada sale según lo previsto, una historia siempre te lleva a la otra, después de la primera guerra mundial vino la segunda y luego vendrá la tercera y ahora quiero terminar este texto escribiendo que los fracasos personales suelen traer, tarde o temprano, unas alegrías de la hostia.

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