El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Convierte a tu hijo en Batman

Ainhoa Rebolledo Una para las dos— 03-02-2015

En la práctica, la humanidad es una gran familia compleja, compuesta por diversos elementos heterogéneos; ni somos libres ni somos iguales y sabe dios a qué hora terminarán de llorar los comunistas libertarios. Por mi parte, intento escribir sobre las cosas que me preocupan, ¡teclear es mi forma de ocuparme! Por eso ya no escribo tanto sobre amor o dinero y mi literatura está ganando en rigor técnico mientras pierde en ilusión revolucionaria. Tic, tac. El ser humano es el único animal que se mueve para conseguir amor y dinero, seguramente no en ese orden. Y así se pasa la vida, moviéndose por los barrios. El amor (361.000.000 resultados en Google) y el dinero (203.000.000 entradas) conforman galaxias infinitas de subcategorías que lo abarcan todo pero quizás a Google y a mí nos baste con nombrar a esos dos pesos pesados de nuestra existencia, esas dos grandes maletas que nos pasamos la vida arrastrando, perdiendo, reclamando y volviendo a llenar de nuevo. Algunas personas llevan un baúl gigante, otras delegan la carga y unas pocas sólo necesitan un equipaje de mano. Estas son mis favoritas porque lo mejor es moverse de forma ligerita con una sonrisa en la cara porque la vida es como un espejo: sonríele y te devolverá la sonrisa. Esta frase la he copiado de algún sitio (yo escribo mucho pero nunca creo nada) pero ahora no recuerdo si la leí en un libro de Paulo Coelho (26.700.000) o la escuché en la trilogía sobre Batman de Christopher Nolan (10.500.000). La cabeza me está fallando ahora mismo, como de costumbre, pero he decidido que si alguna vez algo sale mal y tengo un hijo, me pasaré la vida diciéndole que no hay que tener miedo del miedo y por eso le haré ver The Babadook cada vez que pida ver Marmaduke y le pediré que esconda su rabia, que practique una sonrisa perfecta delante del espejo, que se ponga un antifaz como el de Batman (199.000.000, ¡ojo!). Haré de él un hombre bueno (nunca un héroe, o acabará martirizado) y, si es niña, le prohibiré ser una mujer admirable. Cincuenta mil mujeres quieren ser actrices y sólo unas quinientas aciertan con su decisión. Luego triunfan cinco y unas cuantas se quedan un par de años haciendo de presentadora-modelo de televisión de forma que dar las campanadas en Nochevieja resulta en España más honorable que ganar un Nobel. En términos de feminismo, cuando encendemos la tele o abrimos un periódico estamos todos de acuerdo en que la casa está inundada y no tenemos cubos ni palas. El cuerpo de una mujer es lo más precioso que existe en el mundo. Precioso como sinónimo de hermoso, excelente, exquisito, primoroso, digno de estimación y aprecio. Algo de mucho valor y elevado coste. Yo tengo uno y se lo presto a quien me apetece pero, a diferencia de Barbie (120.000.000), no se lo enseño a casi nadie. Lo uso para caminar, hacer el amor, guardar comida, ir a clases de zumba y tumbarme en el sofá. En términos de muñecas, me siento representada por las Cabbage Patch Kids, las muñecas repollo con mofletes. De mí podría aprovecharse todo, desde el morro a las pezuñas pasando por los jamones, pero yo no aprovecho mi cuerpo porque cada 28 días pienso en extirparme el útero para poder seguir viva. Las descargas hormonales que se producen durante el ciclo menstrual se parecen mucho a la sensación de sentir energía nuclear recorriendo tu cuerpo mientras tienes pensamientos suicidas, como si la silla eléctrica no funcionara del todo bien. ¡Yo me siento así! Un hombre nunca podrá entender este trastorno afectivo bipolar, aunque se agradece que se esfuercen por comprenderlo.

El cuerpo de una mujer, además de lo mencionado anteriormente, es muy útil. Dependiendo de la ambición reproductiva, puede servir para tener un bebé (incluso para tener el bebé de otra mujer) o directamente para repoblar la tierra. Ahora se puede ser madre siendo virgen o sin que se te deforme el cuerpo precioso, siempre y cuando tengas el dinero suficiente. No hace falta amor. Sin embargo, para mí hay cosas que no se pagan con dinero, pero, claro, nunca he pasado hambre de verdad. Los procesos de adopción cumplen la finalidad de darle un futuro mejor a un niño desamparado aunque el medio para lograrlo pase por colmar los instintos imperialistas de unas personas que quieren ser llamadas padres por alguien pero que tienen óvulos opacos, semen transparente u otras razones, siempre dignas y honorables. Adoptar es un proceso largo y agotador, en términos económicos y vitales. Pero en teoría, es gratis. Y te convierte automáticamente en buena persona, al menos hasta que en tu casa aparezca un bote de Orfidal.

Las Madame Bovary del siglo XXI son mujeres adineradas que no pueden (o no quieren) sufrir un embarazo, así que dan dinero para que otra mujer lo geste por ellas. A esas mujeres, y sus acompañantes en la batalla, no les gusta denominar vientre de alquiler a las gestantes y prefieren utilizar el término maternidad subrogada porque así pueden ocultar más fácilmente que pagan por un hijo cuando en realidad deberían pagarse un tratamiento psiquiátrico que les ayude a distinguir entre el bien y el mal, entre el espejo del reflejo y la realidad, entre ser madre teniendo un bebé y ser madre quitándole ese bebé a alguien.En España esta práctica no es legal, de momento, pero se puede encontrar la forma de hacerlo.

Para mí es fácil juzgar a estas personas porque considero que, a grandes rasgos, el hueco del dolor está ya cubierto y no me gusta que se inventen nuevos problemas relacionados con la permanencia de la especie. No creo en la maternidad como necesidad vital ni en la reencarnación como solución final. Pregunto en frío y sin conocimiento de causa: ¿tiene el bebé derecho a saber cómo fue gestado? ¿Tiene derecho a saber que, al final del embarazo, su madre prefirió contar billetes antes que criarlo? ¿Le sobraron billetes de 5€ para secarse las lágrimas o se lo dieron todo en billetes de 500€? ¿Cómo se siente uno al descubrir que hubo un momento en que valía su peso en cocaína? Sigo imaginándome la situación: el bebé, ya crecido, ya un hombrecito, mirará a su madre y no dudará en gritarle durante toda su adolescencia, por mucho que esa mujer se molestara en gastarse decenas de miles de euros para tenerlo a su lado, que pagó dinero a cambio de su presencia. Bruce Wayne (Bruno Díaz para los amigos sureños) no tenía padres, así que ya sabes lo que tienes que hacer para convertir a tu hijo en Batman. Además, mediante la maternidad subrogada la vida que quieres llevar la lleva otra y no puedes enseñar tu embarazo como si tu barriga fuera del tamaño de un excelente melón de los que se exhiben en los concursos agrícolas.

Ahora en serio, todo lo de antes era bromita. Me gusta que los seres humanos se relacionen e intercambien amor y dinero, me encanta el circo del mundo pero lo mejor sería adoptar a las pobres mujeres que alquilan su vientre regalando su instinto maternal y entregan toda la parafernalia reproductiva a cambio de dinero. Estas pobres chiquitas necesitan una madre más de lo que una señora acaudalada necesita un bebé (el equivalente para la clase media-alta sería un muñeco-bebé Reborn, de los que se anuncian estos días en Telecinco y sus sucedáneos) y es que estamos hablando de muy poco dinero, unos 100.000€, calderilla en los bolsillos de los grandes barones que manejan millones de euros antes de entrar en la cárcel un ratín. Por cierto, ¿para qué necesita una persona 47 millones de euros? ¿Por qué la cláusula de rescisión de Cristiano Ronaldo dice que sus piernas cuestan quinientos millones de euros? ¿Cuántos vientres de alquiler me podría comprar por ese dinero? ¿No habíamos quedado en que el cuerpo de una mujer era lo más precioso que puede existir? ¿Por qué me pregunto estas cosas?

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