La gente que entorna los ojos al sonreír cae bien. Dos hombres y una mujer participaban en la grabación de un concurso cultural de la televisión. La mujer era Emma, que llevaba ganados 7.310 euros. Los hombres eran Dionisio, que llevaba acumulados 8.890 euros y Miguel Rendenaz, al que no le pasaba lo de los ojos y que estaba haciendo el ridículo con sus pobres 80 euros. La última pregunta para acabar el programa era para Rendenaz. Se le pedía el nombre de las tres repúblicas bálticas. Como al hombre le había ido tan mal y ya no podía más y quería morirse, respondió que Estonia, Letonia y Letonia otra vez, a pesar de que en cualquier otra coyuntura habría respondido con toda exactitud.
La presentadora se llamaba Ana, y el realizador, Luis. Ante las cámaras, Ana se lamentó del fallo de Rendenaz, hizo humillante recuento de premios y despidió el programa. Luego se quitó los tacones para que le descansaran los pies. Pero Luis pidió atención, se dirigió a todos por megafonía y explicó que lo realizado estaba perfecto, pero que la presentación del enlatado había quedado un poco fría. Rogó a Ana que volviera tras el atril, y a todo el equipo que volviera tras sus trastos, para grabar de nuevo el introito.
Ana, más cálida esta vez, repitió su saludo a los espectadores y pasó a presentar a los concursantes. Rendenaz era el primero, de izquierda a derecha.
—Miguel Rendenaz viene de Quintanar de la Orden, Toledo. ¿Qué tal, Miguel? ¿Nervioso?
—Bien, vamos que… bueno, sí…
—Pues olvídese de los nervios, que no valen para nada. A concentrarse en las preguntas y a responder a todas. A ver si acierta muchas. Que aquí puede llevarse mucho, pero que mucho dinerete para casa. Buena suerte