Los textos de estas columnas mías no estaban siendo leales al espíritu con el que nacieron. El rótulo Ad Maiorem They Gloriam es una pamema que trastoca el Ad Maiorem Dei Gloriam de la Compañía de Jesús (A mayor gloria de Dios) en un latinajo-inglesajo que vendría a decir algo así como A mayor gloria de ellos, a base de dar patadones a los dos idiomas. La idea era hacer una columna en la que se hablara bien de la gente (esos They) que se ha ganado la admiración del autor, para ver de transferírsela a quien se deje.
Hoy se viene aquí a recuperar la intención primigenia. Es que Pepón Montero y Juan Maidagán han publicado Juan Ignacio y José Ángel. Dos hombres sin destino. La más maravillosa literatura para escenario con la que yo me he topado en los últimos tiempos, compuesta sobe la dinámica de, sencillamente, pensarlo todo de otra forma.
Hace un huevo de años, sonaba en las radios esa de Don’t give up. Uno muy brillante nos contó de qué iba la letra. Según su versión, Peter Gabriel le relataba a Kate Bush que su novia se había marchado con otro, que se sentía fatal y que a ver qué podía hacer. Kate le consolaba someramente y le soltaba algunas alegrías de ánimo. Pero le insistía en el estribillo con que “Don´t give up“. Don’t es no, give es dar (o sea, des, porque no se diferencian imperativos) y up es arriba. Que no des arriba con los cuernos que te han plantado, que acabamos de pintar el techo y nos lo vas a dejar que va a parecer que hemos esquiado encima. Qué tío estupendo era, qué bien nos lo hacía pasar y cuánto nos reímos con aquella bobada.
Uno muy tonto, ahora bien, y que se conoce que sabía muchos idiomas, dijo:
-Eso es mentira. Don’t give up significa “No te rindas”.
Tiene uno el pálpito de que Montero y Maidagán habrían hecho buenas migas con el de las traducciones. Quizá Dos hombres sin destino, sin embargo, no le guste tanto al que sabía tanto inglés. Quien, dicho sea de paso, padece desde hace años una enfermedad de esas raras, re-raras de cojones, que lo tiene en constante dolor y que, voy pensando ahora, iba incubando desde entonces a base de premuras, agonías, estreses, envidia, gambas hasta el corvejón e idiomática prístina.