Ya lo sabía, pero lo vi del todo claro con el entierro de Carrillo. El comunismo español moría de viejo echando una siesta. Y es que no hay vuelta de hoja, hermano, los españoles somos los que más entendemos del mundo en materia descanso. Ya en tiempos predemocráticos, cuando mandaban los de ahora, el Estado le había consagrado al asunto algo equivalente a todo un ministerio: la Obra Sindical de Educación y Descanso. Y si los hindúes, con sus avatares y sus ragas, se quintaesenciaron en la metafísica del yoga, el español tenía elaborada una metafísica tan antigua o más y de igual calado a la que llamó siesta. Hasta entre los radicales y el populacho, que tantas veces se confunden, se ha coreado no pocas veces, en esas acciones que algunos llaman una sentada, lemas del tipo: “el pueblo sentado está más descansado”. ¡Pero si hasta los números de la Guardia Civil, cuerpo creado para poner orden en los caminos por donde fluye el pueblo, pasaron de ser llamados picoletos por grandes y pequeños para derivar visto y no visto en pikolines! El éxito de las tiendas Don Colchón, la presencia, el impacto social de las casas Pikolín, Flex…, o que los seguidores de un equipo de fútbol de Madrid, al que tan acertadamente han representado el doctor Cabeza, Gil y Gil o Joaquín Sabina, reciban el apodo de colchonero…, o que al final de cada tramo de escaleras se encuentre siempre un descansillo…, todas estas circunstancias corroboran el afán ibérico, su lucha por el derecho inalienable a tomar resuello.
¿Quiénes han sido los deportistas más celebrados a lo largo de nuestra historia? Primero Zamora, luego Iríbar… siempre un portero de fútbol, hasta que, quizá por cansancio, tan notable figura se ha visto reemplazada por la no menos notable del entrenador. (Pero como Iríbar, que llevó a España al internacionalato cuando otros iban al espacio, no ha habido ningún otro. José Ángel Iríbar con su apellido impregnado de lo íbero, siempre de negro igual que el Virginiano…, llamado el Chopo por todo el mundo del mismo modo que la familia pobre de Novecento le puso Olmo a su hijo…, hombre noble del pueblo al que las clases medias y las humildes se le acercaban para regalarle un jamón o hacerse una fotografía a su lado; Iríbar, que en una ocasión, jugando un Domingo de Resurreción precisamente contra el Atlético de Madrid, se hizo daño en una mano y llamó al masajista, y entonces el público, ah, qué ingrata la masa enfurecida, empezó a gritarle: “¡Miedo, miedo, miedo!”, cuando no era miedo sino descanso. Ya lo decía el cántico, hermano: “…como Iríbar no hay ninguno”, y qué grande aquel castellano en el que entonces se cantaba, que con vuelo de águila imperial hacía posible rimar cojonudo con ninguno.)
El descanso ha sido siempre un misterio; por su agujero insondable desaparece la historia del comunismo, pero también desaparecen equipos de fútbol enteros y películas de romanos y de lo que sea. Ahora le dicen publicidad porque da más dinero, pero antes se llamaba descanso. Estaba uno viendo Cuando ruge la marabunta, y las hormigas y Charlton Heston hacían de repente un descanso para que las vejigas de nuestros mayores y la imaginación de todos también descansasen. La abuela se levantaba creyendo que nadie la había visto y se iba al cuarto para ver si seguía su dinero debajo del… colchón. España 2 – Yugoslavia 2, sí, todo lo que quieras, hermano, nosotros jugamos mucho mejor en la primera parte, pero luego los yugoslavos recuperaron el marcador porque esos tíos siempre han tenido una preparación física superior, y sin embargo todo eso habría que haberlo tenido en cuenta cuando se llegó al minuto cuarenta y cinco. En el descanso.
Ahora ya no se hace descanso en nada, y a lo mejor es por eso por lo que estamos tan cansados de todo.