El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Adidas Gump

Elisa Victoria Polígono Store— 01-12-2014

La Adidas Store es la estrella del polígono. Espaciosa y austera, muy funcional. Su aire de oficialidad inspira confianza. Adidas forma parte del tríptico de la gloria y si estás acostumbrado a fingir que las prendas son de tu talla te puedes llevar grandes joyas.

Los cestos, ya se sabe, son mi especialidad. Escarbo con ansia y doy con unas zapatillas verde caqui de las que necesitaría medio número más. Pero son bonitas, de piel vuelta que se lleva mucho, con sus tres rayas blancas en versión estrellada, un rollo retro fino. Valen seis pavos. Es muy difícil resistirse a que cualquier cosa cueste mil pesetas.

Como la piel vuelta se ensucia tanto nadie se ha dado cuenta de que eran nuevas. Se las enseño a primera hora a Judit. Mi presentación se basa en su precio, que por supuesto levanta la admiración de mi compañera de mesa.

—¿De dónde coño las has sacado tan baratas? ¿Son verdaderas?

Le muestro el interior de la lengüeta donde sobre talla, materiales y todo eso hay una gran letra B impresa en azul como un NO muy rotundo. Ella asiente interesadísima. Suelto la lengüeta y respiro hondo porque el medio número que me falta está haciendo que se me incrusten las uñas en la carne desde el primer momento.

El dolor en los dedos se me cruza con una espina que ha asomado durante la demostración a Judit. Cabalgando las tres bandas laterales, el nombre del modelo: Forest Hills. Es un asunto alarmante del que no me había percatado. El bordado es tenue pero bastará que un solo hijo de puta se fije para que me llamen Forrest Gump el resto del curso. Tengo mucha experiencia en este tipo de problema. Lo mejor es adelantarse a la adversidad e intentar extinguir la amenaza cuanto antes. Si no es posible, hay que ir preparando posibles respuestas a los insultos. Los pardillos contenemos un corazón muy entrenado en lo que a humillación retorcida se refiere, siempre tratando de identificar rendijas óptimas donde insertar crueldad.

Procuraré mantenerlas roñosas para que la inscripción se distinga cada vez menos, y por culpa de esta preocupación desatenderé la alerta primordial, la de las uñas encarnadas en ambos pies.

Cortando el viento en las pruebas periódicas de velocidad, haciéndome sangre a toda pastilla cada mes más hondo, ignoraré el dolor sólo para pensar dos palabras con la voz aguda y burlona que le imagino a la fusión de todos mis peores enemigos. Corre, Forrest. Nadie me lo ha dicho, nadie se ha agarrado a esta oportunidad. Pero después de tantos años ya no hace ni falta.

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