El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Firestarter

Elisa Victoria Polígono Store— 06-11-2014

Lo que se dice de Ale no me cuadra. Cuentan que su padre está en la cárcel y que vive con su madre en una caravana. Incluso los profesores lo mencionan. De qué va esto, tiene el pelo perfecto y cada día me trae un conjunto distinto e impecable. Ninguna de sus prendas cuesta menos de quince mil pesetas. Un día viene con una mano vendada hasta el codo y enseña un fragmento de piel quemada a través de una ranura. La versión oficial es que su madre ha entrado en cólera y le ha tirado la freidora encima. ¿Queda así confirmado el rumor de la vida desastrosa en caravana? Estoy a años luz de enterarme de nada.

Es un cani fino, un sibarita de las marcas. Siempre va por delante, con el nylon blanco reluciente. La raya clavada en el medio de la cabeza. Ni un mal poro en toda la cara. Un pendiente de oro en la oreja izquierda. Elijah Wood en el Parque Alcosa. Los que son muy malos pero no le alcanzan le enseñan sus nuevas adquisiciones para congraciarse con él. Le hablan mucho de Nike y de Fila. Él sonríe resabiado y responde a modo de consejo gratuito:

—Psá, bueno, muy bien, ¡pero lo que se va a llevar ahora es Starter! —se gira con un paso de baile y señala el Starter gigantesco de su espalda.

Ale me parece incluso mono y apenas me da miedo aunque le traten como al peor demonio jamás nacido. Otros chicos te empujan y te insultan pero él lo que busca es abusar sexualmente de ti. Le obsesiona el tema. Durante una clase de matemáticas se la sacó y fue capaz de correrse mirando a un profesor viejo y seco a la cara. Gimiendo y riéndose. Esa semana me cogió en la cama con la gripe y rabié por habérmelo perdido, pero ya había aprendido que sus leyendas no son como las otras y toda tu fantasía al respecto se suele quedar corta.

Envidio a las niñas que acorrala en el pasillo. A veces me mira y me tira besos pero forma parte de cierta burla. Un clásico.

Una mañana de enésimo chándal nuevo suena el timbre del recreo y mientras salimos por la puerta me agarra del brazo y me entrega un pequeño sobre hecho con papel de cuaderno. Me susurra que está lleno de semen, que lo abra y veré qué divertido. Me hace un gesto para indicar lo pegajoso que es y se va pegando saltos.

Acudo al servicio y allí encerrada, muy nerviosa, desenvuelvo con cuidado el paquetito. No sé qué pasa, si se ha secado o el niñato ha querido quedarse conmigo o qué. No hay nada tangible y lo arrojo al váter decepcionada. Pero una puerta se ha abierto en mi interior. Ahora conozco hasta qué punto me interesaba verlo de una vez. Acabar ya con el misterio. Lo considero una especie de regalo. El primer regalo que un hombre me haya hecho. La destilada y fantasmal esencia de su pomío.

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