Esta tarde voy con mi tita de compras. Es una noticia esperanzadora, me da la sensación de que conoce muchos secretos sobre moda, aunque hoy aprenderé que lo único que hace es ir al Corte Inglés y dejarse llevar. Exige buenas calidades y no repara en gastos. Conceptos clave para los días que corren. Me refiero sobre todo al apoquinar.
Mi primo también viene, que es un par de años mayor que yo y aunque está lo mismo de espantado ante el mundo se está consiguiendo adaptar mucho mejor. Él sabe lo que quiere, va directo hacia la esquina de Quicksilver en busca de un estilo surfero y desenfadado. Creo que ha dado con un truco agudo, se me nota el salivar y preguntamos si no hay cositas así para chica. Nos envían a una auténtica tienda Quicksilver a unas calles de distancia y nos apresuramos. El primo está ya satisfecho y ella se siente apurada porque no ha conseguido complacerme a mí todavía. Está deseando compensar que la última vez que nos vimos me llevó a la peluquería y cuando salí tuve un ataque de pánico ahogado que duró hasta la cena.
Un tercio de esta tienda tan tropical contiene prendas de Roxy, la línea femenina de la misma marca. Mientras devoro un perchero repleto de camisetas triunfales, la dependienta se acerca a mí por la espalda para anunciarme con una risita cómica y amigable que las cosas de chico están en aquella dirección. Tardo unos segundos en darme la vuelta tratando de retener las lágrimas y veo a la muchacha con cara de haberla cagado y a mi tía que le falta esto para meterle una hostia. Discuten un momento sobre la evidencia o no de mi género, yo decido que mi dignidad requiere que siga mirando un poco más como si nada pero pronto me vengo abajo y confieso que prefiero que nos vayamos a casa.
Mi pobre tía Rosa, tan buena y haga lo que haga siempre acabo lloriqueando.