El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Te voy a querer como en las canciones de Camela

Ainhoa Rebolledo Una para las dos— 14-01-2014

“Tengo que ir a tu casa porque Crisis lleva días enferma sin poder salir y me ha pedido que le lleve un libro de Stendhal donde se explica la teoría de la cristalización que le conté el otro día mientras tú estabas en LEJOS.” Así que por ese motivo tan largo vino Leopoldina y no sé por qué, ya en mi casa, me pidió en cuatro sílabas un vaso de zumo. Pero más tarde, ya en la literatura de la calle, le pedí que me explicara despacito la teoría de la cristalización de Stendhal y, mientras me hablaba de la rama seca, Del amor, dijo en voz baja “estás poniendo la misma cara que puso Crisis cuando se la conté a ella” y entonces supe que me iba a poner terriblemente enferma, que mi uniforme para los siguientes días sería un pijama de Mickey Mouse y que además necesitaría redactar un manual del amor. Entonces me pasé un par de días a sopitas, tosiendo una tos cada minuto, confundiendo a Stendhal con Camela, delirando de fiebre y, al tercer día, me puse a escribir un texto como si estuviera enamorada.

Con las uñas bien pintaditas, cortaditas y blanditas, anulando con belleza femenina mi capacidad de arañar, me puse a teclear palabras de amor sencillas y tiernas no en sabíem més, con miedo a escribir líneas caníbales porque realmente no estaba amando–de–verdad sino que estaba escribiendo–como–si–amara: un poquito de ficción, un trocito de primavera en la nieve, una historia sobre seres humanos. Haciendo un uso excelente de la gramática de la lengua española, me puse a escribir como si estuviera enamorada para sacudirme la enfermedad del cuerpo, sacudirla como si fuera nieve, como si fuera polvo y yo acabara de. Ay, el amor. ¡Qué fantástica sensación! THE EXTRAORDINARY LOVE EXPERIENCE: poder dejarse el corazón al aire, dejarse acariciar sin armadura, dormirse y despertarse al lado de la misma persona en una habitación que no pertenece a un hospital; usar verbos reflexivos de forma habitual, simple, tranquila y serena mientras se cree en la unidad de los cuerpos, mientras se apaga la imaginación y se enciende la fe sin necesidad de saber rezar (…) Yo estaba enamorada pero sus amantes se la chupaban mejor que yo; yo estaba enamorada pero sus amantes eran muchas y yo, una.

El amor sobre el que intento escribir se me transcribe en dolor y frustración, se me marchitan los cactus en flor y, con el agua al cuello, intento seguir circulando por la vía recta desde mi cama. Sigo escribiendo mi texto “sobre el amor” cada vez con menos sintaxis porque los pinchos del cactus cumplen su misión en la vida y descarrilo con una fuerza que me roba la inocencia, me arranca la fe, me devuelve la imaginación apocalíptica y todas las amenazas del mundo llaman al timbre de la casa, ¡Ding! ¡Dong! donde escribo mi texto “sobre el amor” así que aprieto los labios al abrir la puerta y, sin preguntar quién es, disparo a bocajarro. Me olvido de los besos y las bocas formulan preguntas del tipo “¿Tienes miedo?” respondidas con un “Claro, y tú también”, inserto el mismo diálogo de dos líneas durante tres páginas seguidas y luego cuento la historia de una niña de tres años y medio que, mientras se saca un moco de la nariz con el dedo índice, descubre horrorizada que las personas se mueren y tres páginas después le cuentan que, además, las personas se matan entre ellas así que la mujercita, ya nuestra heroína, secuestra a unos hermosos delfines con fines terroristas en el día de su cuarto cumpleaños y termino la historia de su vida con la bomba atómica estallando bajo mis pies recordando que sentirme enamorada me incomoda tanto como estar enferma. Dejo de escribir, le robo la hache a Stendhal –está muerto, qué más le da– para ponérsela a mi nombre y borro este texto que estaba escribiendo sobre el amor para, negándome con tres no-nunca-ningún, no poder enviarlo nunca a ningún sitio.

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