¡HOLA CARAPEDOS!… No, a ver, en serio, ¿cuánta gente invalidará todo este texto solo por el saludo? ¿Cuántas personas maduras que no estén por tonterías habrán abortado de inmediato la lectura tras la bobería del saludo? ¡Os digo que esto mismo ya no lo están leyendo! Ahora puedo llamar a esa gente CARA DE MOCO o CARA DE CACA a sus espaldas, ¡y tened por seguro que si alguien los avisara, yo qué sé, un amigo de la verdad que de pronto se les acercara y les avisara de que yo sigo aquí insultándoles; tened por seguro que a esas personas sensatas no les importarían lo más mínimo estos nuevos insultos que les lanzo; al contrario, mi figura les parecería aún más ridícula e insignificante! ¡Y AHORA ÓYEME, CARA DE MIERDA! ¡Sí, tú, el amigo de la verdad que has corrido a chivarte! ¡CARA DE MIERDA! No te lo esperabas, ¿eh? ¡CARA DE DIARREA! ¡A ti sí te afectan mis insultos!
Bueno, en fin, me voy a centrar en las fotos, que no tengo tiempo para jugar al Guacarimoi. Os traigo material especialmente rough: sinsabores y asco puro. Hoy toca apretar los dientes y mirar las fotos con cara de circunstancias. Primero os propongo unas morrallas gráficas (vistas en el ascensor de mi edificio y en el espejo convexo de la entrada de un parking subterráneo). Todos hemos visto estos tristes y fragilísimos intentos artísticos y apenas nos inmutamos. Valorémoslos, por favor. No es nada fácil reunir la fuerza de espíritu necesaria para trazar algo soñador en soportes tan, tan ingratos, ¡qué insípidos llegan a ser estos dibujos! ¡Uno se sorprende hasta de que los hayan terminado! Mirad este:
Un monigote en la pared de la cabina del ascensor representa una caída libre, como si con su vuelo plácido nos acompañara durante el descenso. Un chiste gris sobre aluminio. Es imposible que nos arranque una sonrisa, aunque esa fue la ambición de su autor. Cada vez que lo veo me provoca una tristeza y un tedio existencial tan leves como el propio personaje. Espero no reparar en él si un día el ascensor cae a peso, porque ese sería su mejor momento, entonces se transformaría en algo diabólico.
En el mismo ascensor, las clásicas alteraciones de palabras, el humor más flácido, la gamberrada bajo mínimos: PIDAN QUE LOS NIÑOS VIAJEN SOLOS, ¡bienvenidos al mundo al revés! ¡Alguien les pide a los padres que a su vez pidan que sus hijos viajen solos en el ascensor! Incluso se intuye un intento desesperado de convertir el PIDAN en PIAN. Gracia incomprensible de un «ellos pían» independiente del resto de la frase. ¡Ahora que los adultos piden que sus hijos viajen solos convirtámoslo todo en una pajarera absurda! ¡Nunca es suficiente cuando uno se dedica a sembrar el caos!
¿Y qué os parece ese 014 PERSONAS?, probablemente sea una de las coñas más duras de la historia. No 14, sino 014. Ese cero a la izquierda enigmático. Añade dos cifras pero decide perdonarnos la vida y tirar por lo bajo, ¡pensad que podría haber metido 994 personas en el ascensor!
¡Vaya fantasmagoría jodida! ¿Veis la figura evanescente a la derecha? ¡Es desoladora! Dibujada a dedo sobre la mugre de un espejo elevado, ¿cómo pudo su autor mantener el mínimo de ilusión necesaria para completarla? Aunque tardó tres segundos debió de esforzarse mucho en no tirar la toalla… ¡Y pobre monigote, también! ¡Qué existencia más remota!
Para terminar, abordemos estos dos misterios del asco puro:
Vómito beige que supura alquitrán, ¿cómo puede brotar algo tan oscuro de una sustancia tan clara? ¿Es eso posible? ¿Dónde se ocultaba toda esa negrura?
Y me despido con esta mierda que fotografié en Valencia. Un canapé exquisito. Doy gracias a dios por habérmela cruzado. Rápida transición del marrón oscuro y compacto a una espuma brillante en tonos café. Un garrote cagado con mucha gracia sobre la primera porción convierte el conjunto en una figura antropomorfa que parece sentarse sobre el cordel que alguien debió colocar después con buen criterio y delicadeza. Como una bruja subida a una escoba vertical… O una escena bíblica del desierto… Algo ocurrido en Israel… Feliz Navidad.