El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

La Pastelería Escribà (tercera parte)

Miguel Noguera Cortado gigante— 05-12-2011

Ha pasado un año y vuelvo a abordar la pastelería Escribà. Nuevos eventos me empujan a emprender esta acción temeraria. Uno siempre se la juega cuando trincha esta pastelería. Es una organización con mucho poder fluídico, por ahí corre un gran torrente de Feng Shui negro. Sólo os diré que el personal de la tienda tiene brea en vez de hiel. Si me pillasen escribiendo sobre ellos estoy seguro de que me chuparían una linfa invisible que debo de tener: la linfa alternativa que todos tenemos dentro, la Escrinfa, je, je (vaya mierda acabo de soltar). Me la chuparían con una especie de grapas Petrus que asoman de la yema de sus dedos.

Para evitar que intercepten mis comunicaciones, he decidido escribir este artículo en la pastelería. Me he metido en la boca del lobo. Precisamente aquí estaré más seguro (la típica paradoja Escribà). En realidad, sólo quería comentaros un par de cosas; me he dado mucho bombo, pero sólo traigo un par de pescados en la cesta.

El otro día, fui testigo de la confusión de dos viejas amigas que habían quedado para tomar café. La Escribà tiene dos zonas que son como dos mundos, el patio de mesas tiene forma de C, y en cada extremo han montado un cosmos estanco. Cada mundo tiene su propia puerta a la calle. Está el mundo del pan y las pastas cotidianas —el mundo poroso— y el mundo del bombón y la virguería de excepción —el mundo gelé—. Pues estas dos señoras se esperaban mutuamente, ajenas entre sí, cada una en un mundo. ¡Y estuvieron así mucho rato! ¡La una cagándose en los cojones de la otra durante casi una hora!1 Hasta que por fin, gracias a la mediación de una camarera que ató cabos, se reunieron con gran algarabía en el mundo gelé. Una vez juntas, las viejas amigas no paraban de narrarse el desencuentro que acababan de protagonizar, repetían sin cesar la historia de las esperas paralelas ¡Cualquiera diría que habían quedado solo para hablar de eso! Aunque en el fondo no me extraña, un despiste así debe ser comentado en bucle hasta desactivarlo, hay que cansar a esa yegua.

Pero lo que más me moló fueron las palabras que intercambiaron las camareras sobre lo ocurrido. Mientras las viejas celebraban su encuentro, la camarera del mundo gelé le dijo a la del poroso:

—¡Ja, ja, ja! ¡Una esperaba a la otra, cada una en un lado de la tienda!

—¡Ay, sí! ¡Son tan graciosas!

¡Las camareras consideraban a las viejas animalitos estúpidos y entrañables! Animalitos que cometen descuidos adorables. La vieja pudiente barcelonesa: Un muppet encantador, no un proceso degenerativo. Ellas se lían y nosotras disfrutamos. Las jóvenes camareras-nodriza se congratulan de las fallas de sus polluelos… Se me ocurren muchas más frases para definirlo, pero creo que con un par basta, ¿no? Me siento un poco ridículo expresando estas cosas… ¡Las camareras—amamantadoras de la granja—incubadora se felicitan por los retrocesos cognitivos de sus embriones avejentados! (esta pica, ¿eh?). ¡¡Las Biowaitresses—matrona comparten sonrisas ante la debacle de sus siniestros bebés Criogenic—Dementia!! (buah, aquí la pizarra ha rechinado con más fuerza si cabe).

Para acabar, quiero que veáis una de las fotos que han colgado en un rincón de la Escribà. Se trata de un proyecto de Hans Gissinger, un tipo que hace explotar cosas y toma fotografías, creo. En la pastelería han expuesto una secuencia de cuatro fotos montadas sobre cartón pluma en las que puede apreciarse cómo una tarta le explota en la cara a una familia bien avenida. La verdad, no sé a qué coño están jugando. Estas fotos me han parecido un insulto al oficio, a los clientes, y, por qué no, a la familia. Creo que con la excusa de lo experimental y lo transgresor alguien se ha reído a base de bien del pastelero Escribà y de todos nosotros. Asco y vergüenza.

1 Qué feo esto, ¿no? LA UNA CAGÁNDOSE EN LOS COJONES DE LA OTRA DURANTE CASI UNA HORA. Cuántas capas de despropósito, por favor.

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