Todos hemos visto porno danés y sabemos lo que hay: de zoofilia para arriba no conoce límites. Para hacerse una idea de lo que es el porno danés sólo hay que ver el retrato que se ha hecho su familia real, un puñetazo de gótico hiperreal, así que hacen bien las mujeres negras de ponerse como se ponía Aretha Franklin en Granujas a todo ritmo, que es la mejor película de la historia del cine, clamando respeto y libertad. Hacen bien las mujeres negras mostrando su mala leche porque ya te avisan honestas del jodido rifirrafe domestico y racial que se avecina. Hacen bien porque la negra polla de Obama es la fantasía sexual de toda danesa cuando está de fiesta, eso lo sabemos todos los que hemos visto el porno vikingo que viene del frío y está rodado con celuloide de lija.
Los funerales son una fiesta cuando usan el lenguaje de signos zulú, que es un lenguaje ancestral, salvaje. Un canto a la naturaleza. A los guerreros zulús se les entiende todo, como a los watusi y a las mujeres negras, así que no entiendo la indignación ante el uso de un lenguaje secreto, un ritual pagano e invisible que incita a la danza atávica y al cortejo nupcial que describía el amigo Feliz Rodríguez de la Fuente y que era una mentira porque las bestias no cortejan para contraer matrimonio. El lenguaje de signos zulú llama a la lujuria con danesas y así todo funeral es una fiesta.
Lo de que todo funeral es una fiesta es algo que saben muy bien los watusi, los zulús y los vikingos. Nosotros, en cambio, somos unos tristes y así vamos por la vida, que os veo, y en los funerales sólo llevamos plañideras, profesionales del lloro gratuito y la lágrima vacía. Por mi parte, hace tiempo que contraté una banda de gaiteros escoceses para dar aire viril a mi cuerpo presente y sólo podrán entrar a la ceremonia quienes lleven puesto un fez turco, que es ese gorro rojo como una maceta roja. Con un fez turco en la cabeza las cosas se ven diferentes porque te haces fuerte en el absurdo. Hay logias masonas que lo usan de birrete y puedo listar gente de bien, modelos a seguir, que lo usan con orgullo: Ren y Stimpy, Yellow Kid, Groucho Marx o el Doctor Who. Y luego está el genial Tommy Cooper que lo convirtió en icono del mejor humor británico. Cooper murió de un infarto con el fez puesto, en pleno show televisado, en directo y entre risas. Es lo que tiene ser un cómico de los buenos, que la risa, como el lloro plañidero, va contigo por defecto y a la gente le da la risa tonta hagas lo que hagas, incluso cuando te mueres. Tommy Cooper tuvo la mejor muerte posible. De culo, entre risas y con el fez puesto.
Nosotros no moriremos como Tommy Cooper, pero nos vemos a gusto con la certeza. Somos unos tristes, nos regodeamos en ello y ya nos mola esta tristeza y este quieto parao que nos embarga, así que os voy a hacer un favor y voy a legislar por decreto una ley que no os vais ni a poder fumar un cigarrillo de la risa. Una ley que os vais a cagar en España cuando os caguéis en España. Un círculo vicioso que os deje sin mandanga, sin macumba y sin mandelas, que son las cosas que hacen de un funeral una juerga. Os voy a regalar una ley que lleve mi nombre. Mi nombre es Fernández.