“No van al cine (a ver películas españolas, aclaro) porque están delante de un ordenador“.
Alex de la Iglesia.
Esta celebración descerebrada, culturalmente letal e intensamente institucional, un remedo de Hollywood para chiquilicuatres, genera en los últimos años algunos vestigios de disidencia callejera que resultan conmovedores. Este año, Anonymous, la asociación de internautas, ha hecho acto de presencia para manifestar con sus caretas de Guy Fawkes y sus insultos (absolutamente legítimos y moderados) su oposición a la ley aprobada por el Parlamento y que lleva, en la calle, el nombre de una de las penosas criaturas femeninas que Rodríguez Zapatero ha colocado en lugares supuestamente estratégicos de gobierno. No la nombraremos, entregaremos la mediocridad al anonimato. Por no poder hacerlo aún al fuego.
Alex de la Iglesia, que ha dimitido de su cargo en la Academia tras tener su propio “camino de Damasco” con relación a las descargas en red de películas, ha hecho un discurso que ha encontrado ecos en prensa. Eslóganes contundentes como: “Internet es la salvación del cine“ o “Todos estamos en lo mismo: en la lucha por el cine español“ sólo producen lástima. No sólo por Alex de la iglesia, que no la merece pues le va estupendamente, incluso le han otorgado dos de las horrorosas estatuillas engendradas por el certamen por su lamentable Balada triste de trompeta, sino por un país donde la estupidez y el lugar común se han convertido en eje central del discurso intelectual y cultural. Y luego dicen del futbol… Como si Arco, la pasarela Cibeles o el Premio Príncipe de Asturias no embrutecieran también lo suyo. El cine español, en el que incluiremos las repelentes series de televisión celtibéricas (con las excepciones, mínimas, que haya que hacer), construcción espuria y subvencionada devenida “industria”, mequetréfica por sus resultados estéticos aunque no por su volumen dinerario cada día mas elevado ni por su producciones, más numerosas que nunca aunque más de la mitad de las películas que se hacen no se estrenen siquiera, es una de las manifestaciones quiméricas y goyescas, en el peor y mas satírico sentido, de lo que Félix Rodrigo Mora califica, con acierto, con el vocablo estetocracia. Un modo de entender lo cultural claramente oficialista y espectacular que provoca ingresos magros para unos cuantos y repugnantes realizaciones que se difunden masivamente para desgracia de la ciudadanía. Entre el saqueo y el control mental, para mejor entendernos. Reíros del estalinismo y su tosco y propagandístico paradigma cultural, que esto es bastante peor.
Nada cabía esperar, añado, del país que inventó, y elogió, la Movida madrileña, celebró fastuosa y horteramente el 92 o degustó obsesivamente las producciones de los Tres Tenores. Y es que la imbecilidad, la estupidez, produce monstruos aún mayores que los de la razón. Pobrecita mía esta última, cada vez más “racionada”.
Leo en La Vanguardia, otro montón de papel que encontraría mejor destino en la cocina que en los lugares de lectura, acerca de la noche del goyesco evento y en relación a la cacicada neonazi —impulsada por EuroAmerika y sus sátrapas patrios— que es la ley antitabaco: “Como todos somos iguales ante la ley, también los actores se han visto obligados a acatarla, unos con más y otros con menos resignación. Así, veteranos de la escena como Imanol Arias, Carmen Machi y Verónica Forqué han dado ejemplo saliendo a fumar a la puerta del Teatro Real al igual que han hecho otros actores más jóvenes, como fue el caso de Mario Casas“.
En Cataluña, vanguardia durante muchos años de numerosos cretinismos estetocráticos, un/a idiota anónimo/a incentivado/a, sin duda, por el ambiente inquisitorial despertado por los social-fascistas que nos gobiernan, ha denunciado a una Compañía de Teatro porque los actores, en el curso de su representación, ¡fumaban en el escenario! Apaga y vámonos. La estólida criatura que lleva el ministerio correspondiente ha asumido esta idiocia diciendo, llena de autoridad y arrogancia, que “hay muchas maneras de simular que se fuma“. ¿Por qué no te fumas tú uno, de esos eléctricos, ya sabes cómo?
¿Para cuándo la deposición de estos/as imbéciles, muchos/as de ellos/as auténticos/as delincuentes, y su internamiento y castigo ejemplar? ¿Para el Más Allá, para dentro de cien años? A ver si nos despertamos y apagamos la televisión, nos borramos de Facebook, dejamos de pensar que es en Egipto donde pasan las cosas y ponemos fin, drásticamente, al despotismo de unos cuantos aprovechado/as y sus esbirros/as.
Pero para eso hay que mojarse, claro, y huevos no hay. Eso sí: INTELIGENCIA EMOCIONAL MUCHA.