El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

ENRIQUE URBIZU

Rubén Lardín Entrevista— 11-01-2011

Se reveló con la ultraviolenta Todo por la pasta como parte de la tropa de briosos norteños que a principios de los ’90 sacudía el panorama del cine español con voces y referencias propias. Demostró gran talento para el cine negro local en La caja 507 y lo recalcó con La vida mancha, una bellísima historia de “hombre sin nombre” con querencia por el melodrama. Maestro autóctono del western interior, extraño acompañante de Roman Polanski, metódico orfebre del cine viril, Enrique Urbizu regresa a la gran pantalla recitando un versículo del Libro de IsaíasNo habrá paz para los malvados. Así sea.

Javier Gurruchaga Foto: Irene Schulz © 2011

Pude leer el excelente guión de tu nueva película, No habrá paz para los malvados, y no le vi demasiadas concesiones. Un protagonista desahuciado, ninguna historia de amor… ¿No te están dando guerra los productores, las teles involucradas, que suelen querer un cine más confortable?
Sí, he tenido mi batalla. Las teles están en manos de gentes que no son cineastas. Dan guerra, sí. He tenido mi batalla para que no me tocasen la película pero ya está ganada. Además es que eran chorradas absolutas, que si esto afecta a la compresión del espectador y que si aquello no sé qué. No había ningún problema de duración ni de tono ni de nada, es solo que hay gente que cree que en un thriller hay que entenderlo todo desde el principio, en vez de esperar hasta el final, y ahí hemos tenido un tira y afloja curioso, curioso. Tampoco había mucho margen de maniobra, porque yo suelo rodar lo que voy a montar y poco más. Estoy contento. Están incorporando los cuatro efectos digitales que tenemos y quedará grabar las músicas y mezclar. Todo va a depender un poco de si la elige el festival de Berlin para que tengamos que darnos más o menos prisa. No sé lo que decidirán, pero vamos, tampoco he ido yo a muchos festivales de primera categoría. La caja 507 ganó cuatro premios en el festival de Cognac, que eso estuvo bien, y La vida mancha se llevó el gran premio de Nantes, pero no creo que yo haga cine para festivales.

Hace mucho tiempo de tu anterior película, La vida mancha.
Ocho años. Entremedio hice Adivina quién soy, pero eso no es cine, era una entrega de las Películas para no dormir, que además no emitieron jamás. Pusieron la de Alex de la Iglesia y la de Paco Plaza, no les gustó el resultado y suprimieron las otras cuatro.

Qué triste, menudo panorama.
Es lo que hay. La vida mancha se estrenó en el 2002 y fue como el culo. Ahora tiene una valoración muy especial, pero en su día fue jodida porque la estrenaron muy mal, no fue nadie. Se vio poco, por así decirlo. Luego, con los años, se ha ido recuperando mucho en la tele y ahora tiene un prestigio, pero en su momento fue una de esas cosas con las que tú te sientes muy bien pero que acaba por resultar decepcionante.

Hay cosas que preferiría no hacer nunca. Es cuestión de resistencia.

¿Cómo llevas esos plazos? Tú siempre has dicho que te considerabas un artesano, que es algo que se contradice con que te pasen ocho años entre peli y peli.
Es que ser artesano en este país no es fácil, porque ni te ofrecen tantos guiones ni los proyectos que te ofrecen suelen ser de tu interés. A mí me han ofrecido mucha tele, y hasta el momento he conseguido sobrevivir sin necesidad de meterme en esos charcos. En ocasiones por el tema, porque no soy yo, porque no te ves ahí. Yo qué sé, por ejemplo una tv movie sobre la reina Sofia. Pues no, no me apetece. Y luego porque las condiciones de producción tampoco son satisfactorias: que si un millón de euros para cuatro horas de televisión, que si todas las imposiciones de reparto y etcétera. El truco, yo siempre digo lo mismo, está en saber ser austero o directamente pobre: no tengo hijos, no tengo ni coche. He podido ir subsistiendo con escritura de guiones y, bueno, de aquella manera, pero prefiero no hacer según qué cosas. Lo de ser artesano lo decía más antes, porque a veces no te salen las cuentas. Intentas hacer cosas que te interesan a ti, también te peleas para lograrlo, y eso no sé si te convierte en otra cosa distinta a un artesano; pero vamos, que hay cosas que preferiría no hacer nunca. Es cuestión de resistencia.

¿Tienes muchos guiones varados?
Sí, un montón. Estos últimos ocho o nueve años he estado escribiendo sin parar. Nunca se sabe, igual un día se puede recuperar alguno, pero sí: Opus Magnum, El centinela, Living Dead Cowboys… Sí, hay unos cuantos guiones en cajones.

¿No es un desgaste tremendo?
Por una parte sí, pero tienes que vigilar mucho eso, no puedes desgastarte. Es difícil hacer películas y, si no salen, lo que no puedes hacer es quemarte. Por un lado hay desgaste, pero por otro no hay guión que considere una pérdida de tiempo. Siempre te enfrentas a problemas distintos. Son guiones muy dispares y no me arrepiento de haber escrito ninguno. Y luego tratamientos e ideas sueltas, buf, yo qué sé. Ésta última, No habrá paz para los malvados, viene de un título que llevo en la cabeza desde la adolescencia, cuando descubrí esa cita de la Biblia encabezando la autobiografía de Errol Flynn. Siempre he sabido que ahí había una película pero no sabía cuál era. Y con el tiempo ha ido fermentando y ha acabado saliendo. De repente un día encaja. Llamas a Michel Gaztambide y le dices: “Mira, tenemos esto más esto más esto, ¿tenemos algo?”. Y a trabajar.

¿A Michel le conoces desde la universidad?
No, Michel y yo nos conocimos en otra galaxia, en un curso de una semana que dio Steven E. de Souza en Bilbao justo después del éxito de La jungla de cristal. Joaquín Trincado, que era el productor de Tu novia está loca y de Todo por la pasta, se empeñó y consiguió que el tío viniera a dar un curso para guionistas vascos. Y allí conocí a Michel. Hicimos buenas migas y nos hicimos compañeros de lectura. Los dos somos lectores de novela negra. Él además de guionista es poeta, y a mí también me gusta leer poesía. Descubrimos juntos a Ellroy, por ejemplo. Luego él fue de los primeros que me indujo a dar clases, algún pequeño curso en Donosti… Yo tenía el guión cero de La caja 507 y se lo pasé para ver si él veía ahí una película, y él tenía uno que se llamaba La vida mancha y me lo dio a leer. Él vio algo en el mío y me dijo que con trabajo se podría sacar, y a mí me encantó el suyo desde el primer momento. Y nos pusimos a trabajar en ambos. Descubrimos que trabajábamos bien a cuatro manos, físicamente en la misma habitación, y desde entonces hasta ahora hemos escrito cuatro o cinco cosas juntos, tres rodadas. Es un buen socio. Compartimos mucho en la manera de entender el relato cinematográfico.

¿Ficción has escrito alguna vez?
Pecados de juventud. Le tengo un gran respeto a la literatura. Me costaría creerme escritor, que la finalidad última del texto fuera el texto en sí mismo. Yo soy cineasta. Además me cuesta mucho escribir algo si no lo veo narrativamente.

¿Ves las novelas, cuando lees, las visualizas, repartes papeles?
Sí. Hombre, depende del escritor. Hay algunas que se ven muy nítidamente y otras no tanto, pero sí, a menudo les pongo casting, aunque sea indeterminado. Cuando escribo guiones sí suelo tener en mente algunos actores, aunque sea un actor ya muerto o desaparecido. Contemplo el modelo, el tipo.

Nunca he aprendido a hacer bien la promoción de las películas, ni a hacer el hostias ni nada.

Tú te das a conocer como parte de aquel fenómeno que en los primeros noventa llamaron nuevo cine vasco. Alex de la Iglesia, Daniel Calparsoro, Julio Medem o Juanma Bajo Ulloa, quien parece estar hasta los cojones de esta industria.
Juanma es alguien con mucho carácter y supongo que tendrá su propia visión de la industria española, está en su derecho a ser radical. Es un superviviente. Seguirá haciendo cine, tarde o temprano, o al menos eso espero, porque es una pena que no esté rodando más. Es el dicho este zen, que el junco tiene que saber doblarse para sobrevivir. Si no te doblas, te cascas. Hay que practicar cierta ductibilidad, aunque tampoco sé si es muy dúctil estar ocho años sin rodar, como es mi caso. Alex, en cambio, viene avalado normalmente por un gran éxito de taquilla. Además es un personaje muy mediático, tiene una gran fuerza, es un comunicador nato y un hombre espectacular. Yo tengo un perfil mucho más discreto, no me gusta nada ser el centro de atención, por así decirlo. Me gustan los directores discretos, me gusta que sea la peli la que hable. Yo soy un desastre en la promoción, por ejemplo. Nunca he aprendido a hacer bien la promoción de las películas, ni a hacer el hostias ni nada.

¿Mantienes cierta sensación de camarilla, con esa quinta?
Sí, pero más externa que sentida como propia. Nos conocemos, nos llevamos muy bien pero nunca nos hemos sentido grupo, generación o algo parecido. Alex y yo nos conocemos desde mucho antes de hacer cine ninguno de los dos. Somos quizás los que éramos amigos antes de cineastas. A Julio le conocí cuando ya había hecho Vacas, a Juanma justo antes de que haga Alas de mariposa. Yo nunca me he sentido partícipe de ningún grupo y me consta que ellos tampoco, fue pura coyuntura. Luego, además, la política te coloca en esa posición; el otro día Alex, en un periódico del País Vasco se refería a sí mismo como exiliado, y es que ninguno de todos los que estamos nombrando hablamos euskera. Eso tiene mucho que ver con que estemos todos siendo producidos en Madrid.

Tú primera peli fue Tu novia está loca, de 1988, una comedia de producción vasca que confieso no haber visto nunca.
Bueno, tú tranquilo. Sí, era producción vasca sin ayuda del Gobierno Vasco, con la ayuda del Ministerio de Cultura. Allí no cobró ni cristo. Aquello está hecho con cuatro duros y con mucho esfuerzo colectivo de un grupo de gente de Bilbao que se tiró por el precipicio. Y gracias, sobre todo, a la ayuda inestimable de Antonio Resines, que se lo creía y se trajo a gente de Madrid como Santiago Ramos, Ana Gracia, Marisa Paredes, el Gran WyomingTu novia está loca tiene un casting inaudito, espectacular: Ramón Barea, Alex Angulo … Pero se hizo con la inconsciencia de los 24 años, sin cobrar un duro. Y después de hacerla nos pasamos tres años grabando bodas y documentales industriales y todo eso, en U-matic, para poder hacer luego Todo por la pasta, que ahí ya la cosa cambia.

Todo por la pasta es la primera que irrumpe, en 1991, con ese desparpajo que luego también traería Alex, aquello tan lumpen, muy de El Víbora. ¿Tú eras lector de tebeos, como él?
Sí, sí, El Víbora, Makoki… Todos venimos de mucha lectura. Yo siempre digo que al principio había un niño leyendo.

Para mí hacer películas siempre ha sido una prolongación del mundo imaginado con la lectura y del juego infantil.

¿Qué quieres decir? Entre los directores de ahora te aseguro que hay muchos, la gran mayoría, que no tienen el hábito de la lectura. No leen nada. Ni cómics ni novela, ni ensayo ni nada.
Lo sé, lo sé, me consta. Peor para ellos. Para mí hacer películas siempre ha sido una prolongación del mundo imaginado con la lectura y del juego infantil. Desde que me recuerdo a mí mismo he estado montando ficciones en mi cabeza, sea porque estabas leyendo a Stevenson o la Marvel, y luego lo reproducías con los madelman. Con Luis Marías, guionista de Tu novia está loca y Todo por la pasta, empezamos haciendo tebeos porque a él se le daba bastante bien dibujar, y nos currábamos guiones de serie negra juntos. Luego ya conocimos a los locos del fanzine NO, el Trokola, que eran Alex, Biaffra… Estos sí que eran comiqueros serios. Alex es un dibujante excelente y los cómics de Biaffra eran curiosísimos. Luis y yo empezamos enseguida a hacer superochos. El súper 8 me parecía una cosa que se podía levantar y el hacer un tebeo, entre otras cosas porque yo no dibujaba, me parecía algo mucho más cansino. Y nos pusimos a hacer películas tal cual. La primera la hicimos con 16 años, en el colegio. Y desde entonces.

Estudiaste Publicidad pero imagino que como una manera de acceder a lo del cine.
Efectivamente. He hecho un par o tres de spots en mi vida, y con regusto bastante amargo. Es un tinglado que no… Ni yo le he interesado mucho al mundo de la publicidad ni la publicidad me ha interesado a mí. Los cinco años de universidad fueron cojonudos, pero por razones de amistad y de entrar en contacto con la gente con la que luego vas a caminar. Y acabé la carrera y fíjate, eso ahora me permite dar clases, quién me lo iba a decir. Entonces era lo único que estaba medianamente cercano a lo audiovisual. Ciencias de la Comunicación, rama Publicidad.

Y después de Todo por la pasta te vienes a Madrid.
Después de Todo por la pasta me voy a Barcelona porque estaba enrollado con una barcelonesa muy guapa, y allí nos fuimos a vivir juntos. Yo buscaba trabajo allí, traía algunos proyectos de películas a Madrid, cobraba el paro, hasta que me llamó Andrés Vicente Gómez, y en el 93 me traslado a Madrid para hacer Cómo ser infeliz y disfrutarlo y ya me quedo.

Y la barcelonesa qué.
Como pareja ya nos independizamos, pero hoy mantenemos una excelente relación y suele ser la figurinista de mis películas.

Y ahora dices que impartes clases, enseñas cine.
Sí, doy clases desde hace ya ocho años en la uni, desde hace tres en la ECAM, y he dado también en la ESCAC y suelo hacer cursos y masters siempre que puedo encajarlos. Yo creo que este año ya toca descansar un poco, porque es difícil combinar.

Ser profesor me nutre, es muy grato. Y el contacto con las fieras de veinte años siempre es estimulante.

¿Te nutre, ser profesor?
Sí, sí me nutre, es muy grato. Disfruto. Te aseguro que a la uni por dinero no vas, porque pagan fatal. Soy profesor asociado y por dinero no lo hago. Sí alimenta, y lo comido por lo servido: aumentas la videoteca, la biblioteca, tienes que manejar criterios mucho más amplios que los que utilizas como cineasta… Y el contacto con las fieras de veinte años siempre es estimulante.

Colegas que se dedican a la docencia me han compartido momentos de desesperación porque entre los chavales está muy extendida la idea del director de cine como figura romántica, más allá de la vocación o de un interés real.
En ese sentido es muy distinta la ECAM o la ESCAC, por ejemplo, que la uni, porque en la uni, aparte de que tienes cursos de cien matriculados, no encuentras definida la vocación de cineasta, y hay mucha de esa gente que el día de mañana será periodista, profesor, estudioso, hay otros que no volverán a tocar el audiovisual, algunos a los que se les despertará la vocación… En la ECAM, en tercero, pues tienes a ocho que sí quieren ser cineastas. En la uni es muy grato porque ves que les abres caminos, les abres fronteras, te das cuentas de que les estás enseñando cosas de las que no eran conscientes, mientras que en la ECAM hablas ya del oficio, ya saben en qué terreno se mueven. Yo nunca me he sentido decepcionado. Siempre empiezas cabreado, diciendo “joder, cuánto artista suelto”, pero también se trata de ir cogiéndoles el punto.

Tendrás que ver mucho cine, estar al tanto.
Sí. Voy poco a las salas, y menos este año en que he estado rodando. Cuando estás rodando te cuesta horrores ir a una sala de cine, prefieres darte un paseo, pero la torre de deuvedés en casa es monstruosa, en parte por lo de la docencia, sí. Veo cine y vuelvo a ver cine que ya conozco. Soy un enfermo del cine mudo y creo que tengo una más que digna colección de cine primitivo. Me interesa muchísimo, me lleva a los orígenes y creo que ahí hay ideas que son más que recuperables para el relato audiovisual, cosas que se han quedado por el camino con la llegada del sonoro. Me encanta el cine sonoro, eh, no voy de retro, pero consumo mucho cine mudo. Veo de todo. De tele acabo de ver la quinta temporada de The Wire. Mad Men, en cambio, me está costando horrores. He visto La reina Kelly de Stroheim, el otro día me vi Mesrine, el thriller éste francés en dos partes, y lo último que he visto en cine, hoy mismo, ha sido No controles, del compañero Cobeaga, que es muy graciosa. No sé, intento estar al día. Se me ha escapado el Apitchapong, pero ya lo cazaré.

De Asia te interesará especialmente el thriller coreano, supongo.
Mucho. No me sé los nombres, pero me gustaron mucho Memories of Murder o The Host. De Japón me interesan también Kitano o Takashi Miike. Los chavales te empiezan a dar nombres en clase y te obligan. El arco es súper amplio, veo de todo, de Bela Tarr a Christopher Nolan, que por cierto no me gusta ni hostias, pero bueno.

Es lo peor, es el Amenábar del mundo. Origen dedica una primera hora a explicarte el relato que luego pasa a narrarte. Está hueco, y su prestigio se ampara en un virtuosismo del que en realidad tampoco es capaz.
Es que algunos presumen de cineastas muy visuales y luego toda la información es oral. Me mosqueo con eso mogollón, pero mogollón. Otra que no me gustó nada fue la última de Scorsese.

Esa tenía su punto, siquiera por bizarra y zetosa, tal vez requiere digestión.
Bizarra y larga. Con Tarantino también ocurre que las mejores escenas de Malditos bastardos son de palique.

Pero mientras hablan suelen estar ocurriendo cosas, algo palpita.
A eso voy, a que es de puta madre, que se puede hacer, pero es que hay otros que no, que no puedo con ellos. Fincher es otro que poco a poco va ganando enteros en mi ranking. Empecé muy mal con él, con Seven, que no me gusta nada, pero he vuelto a ver su montaje del Alien 3 y me pareció mucho mejor que la que se estrenó, y Zodiac me volvió loco. Cada vez le tengo más cariño. Con las clases pierdes un poco el radicalismo del director, la docencia te amplía la mirada. No puedes ir a clase y decir me gusta o no me gusta, porque eso no es dar clase ni vale para nada. Relativizo mucho. Y no creas que es fácil compatibilizarlo, porque luego tienes que rodar y decidir cómo miras tu historia, cómo vas a filmarla, tienes que ponerte mucho más drástico en cuanto a las formas. Pero la docencia te hace ver y tratar de entender o desentrañar películas que como cineasta igual rechazarías. Eso está bien porque me ha hecho ponerme al día en grandes asignaturas pendientes, como cine europeo, sin ir más lejos. Me pones a mí las Armonías de Werkmeister de Bela Tarr con veinte años y quemo el cine, y ahora me gusta. También discutes con algunos clásicos que te han gustado mucho en tu vida y que ahora ves con otros ojos, eso también ocurre.

Eres fan del fantástico, ¿no? Tienes ahí el cartel del Drácula de Fisher.
Sí, sí, sí, posiblemente sea mi género favorito. Me encanta. De Terence Fisher yo he aprendido mogollón, un pedazo de director de la hostia. Me gusta muchísimo el cine fantástico, siempre me ha gustado, me gusta pasar miedo, además. Me gusta lo que no entiendo. Me gusta mucho Lynch, eso suyo tan incierto, ese no saber si vas o vienes. Me parece un gran director de actores y de enigmas y de ambientes. Me gusta todo lo suyo menos Corazón salvaje.

Yo es una peli que he visto tres o cuatro veces, en casa y en el cine, intentando acceder a ella por alguna parte y sin conseguirlo nunca.
Yo no acabo nunca con ella. La vuelvo a ver y no hay manera. Igual es culpa de Nicolas Cage… El que cada vez me gusta más, pero más y más y más, desde que descubrí su etapa muda, que ahora ya casi se puede tener completa, al menos de todo lo que se conserva, es Fritz Lang. Si me pides un único nombre a punta de pistola te daría el de Lang. El rigor, el encuadre, la meticulosidad, las dobleces morales que esconde. Me gustan los cineastas rigurosos, las pelis que tienen planos, composiciones. Donde la imagen amplía el contenido. Hay muchas películas hoy en día, de gran éxito, que son puro ruido, cámara al hombro, primeraplanitis, todo monta… esas no me interesan nada. El DVD del año pasado fue para mí House by the River, me quedé a cuadros. Me encantaría estudiarlo pero en serio. Dedicarme un año a aplicarle la lupa de la primera a la última de sus películas. Lo uso mucho en clase, a Fritz Lang. Y Buñuel, Raoul Walsh, Ford… Ford es Ford. Lo peor de Ford es pasmoso, ¿cómo coño lo hace si parece que no esté haciendo nada? Y la serie B: me encanta Robert Aldrich, Gordon Douglas, Phil Karlson… Me gusta Lasse Halström, que hace unas películas imposibles. ¿Cómo puedes hacer Las normas de la casa de la sidra esa y que eso quede bien? O Chocolat. ¿ Chocolat? Pues sí, y las hace bien, el tío. Desde que vi aquella que le hizo famoso, la de Mi vida como un perro, intento seguirle. La crítica se lo despacha y no se da cuenta de que ese señor es un muy buen director de cine.

Pero me estás hablando todo el rato como un técnico, como el profe.
Hombre, a veces me interesa poco el tema, Chocolat me interesa nada, tirando a cero, pero me lo como y quiero saber por qué me lo como, quiero saber cómo lo consigue, cómo hace para emocionarme. Querido intruso me arrebató del todo. Puede contar cosas más flojas, pero el tío es buenísimo, es un director de cine, eso sí es un artesano.

“Un tío con un cuchillo”, dirán algunos del Halloween de John Carpenter. Ya, los cojones un tío con un cuchillo.

Ayer en el AVE ponían el remake de Fama y la miré diez segundos y los números de bailes estaban pichicateados, nadie bailaba, yo eso no lo entiendo.
¡ Chicago era así! Yo no vi bailar a Richard Gere por ningún lado. ¿Cómo puedes hacer esos insertos en un musical? No interesa, no interesa. Si un tío baila, déjame verlo bailar. Es por eso que cuando viene un cineasta con peso, que me dice “toma esto”, me rindo a él. John Carpenter, por ejemplo. Ese es otro que cada vez me gusta más, y mira que siempre me ha gustado. Carpenter tiene ese componente de matemática en la composición, ese rigor en la planificación. Qué bien encuadra, qué maravilla, qué bien utiliza el panorámico, me hace andar buscando por la pantalla. Halloween, “un tío con un cuchillo”, dirán algunos. Ya, los cojones un tío con un cuchillo. Una pantalla en la que tú buscas al tío con el cuchillo, que te da un punto de vista narrativo, que te da un juego con la composición, los espacios a rellenar, el tiempo sostenido, cine por los cuatro costados.

Y el nihilismo, el nihilismo coñón también está muy bien en Carpenter.
Aparte, claro. Es uno de los últimos macarras que nos quedan en ejercicio. Tiene sentido del humor, tiene sentido de la aventura… Carpenter sería el reverso de Lynch. Kurt Russell, por favor, ¡soy fan de Kurt Russell! La cosa me pone, es una de mis pelis favoritas.

Pues tengo que decir que yo te he visto siempre como a un John Carpenter, alguien muy preocupado por el peso de la imagen pero que además embosca los géneros que le gustan, que disfraza de otra cosa los westerns que lleva dentro. En La vida mancha quedó clarísimo.
Hombre, pues muchas gracias. La nueva creo que también va por ahí, queda claro desde los títulos de crédito. Me gusta el género pero también me gusta la mezcla de géneros. Me siento cómodo jugando con preexistentes.

Creo haberte leído alguna vez que viendo La novena puerta te molestó alguna cosa que Polanski incorporó a tu guión. No sé precisarte, pero entonces creí entender que eran los aspectos sobrenaturales lo que más te había incomodado.
Hombre, sería muy pretencioso por mi parte que me molestase algo que hizo Polanski, pero es cierto que la película, sobre el guión, era muy descreída con lo sobrenatural y mucho más con lo satánico. Era casi una negación de esos aspectos. En el guión la tía no volaba, ni el malo se echaba gasolina por encima ni nada de eso. La novena puerta es otra peli que con el paso del tiempo me ha ido gustando mucho más, hoy la valoro mucho. La primera hora y pico de película me gusta, la cadencia que tiene, cómo va, cómo viene… Esa parte es bastante respetuosa. Otra cosa que me sorprendió es que matizaron mucho la violencia. El guión quizá era más explícito, la muerte de Fargas era más cruel, por ejemplo. Lo suavizaron mínimamente. Pero todo era más o menos igual hasta los últimos veinte minutos, ahí yo ya no entendí nada. Cuando vi a la tía haciendo el manga en los muelles…

¿Cuál fue ahí el proceso de trabajo? Tú adaptas El club Dumas, la novela de Pérez Reverte, pero en créditos también consta John Brownjohn, el guionista de Tess y de Lunas de hiel.
John Brownjohn no tengo ni puta idea de quién es. Nadie lo llegó a ver. Sólo está en las tres o cuatro cosas que ha hecho con Polanski.

¿Me quieres decir que…?
Para mí que es una especie de personalidad fiscal o algo así. No sé, eh, digo yo.

Bueno, cuéntame cómo fue el asunto.
El guión se lo habían encargado a Anthony Shaffer, que entregó un mamotreto a partir de las dos tramas de la novela, una que es la del protagonista buscando autentificar un manuscrito de Dumas y otra en la que intenta discernir el original entre tres ejemplares del libro satánico. Yo no leí aquel guión entero. Lo empecé pero preferí dejarlo porque no quería partir de él para mi versión. Lo que yo propuse fue utilizar sólo la trama del libro de las nueve puertas, y a partir de ahí reconvertí algunos aspectos de la otra. Integré algunos secundarios de la trama del manuscrito de Dumas, pero ya ves que en la película no hay ninguna mención ni a Dumas ni a los mosqueteros ni nada. En el guión de Shaffer creo que había flashbacks con mosqueteros y cosas de estas.

Escribí La novena puerta pensando en Polanski, sin que Polanski tuviera noticia.

Por entonces Polanski todavía no estaba involucrado…
No. Pero yo en aquella época era un guionista muy bisoño, tenía muy poca confianza porque siempre he sido director a la hora de afrontar mi escritura, así que tuve que imaginar un director ideal para el cual escribir y desde el principio escribí pensando en Polanski. Sin que Polanski tuviera ni noticias. Contemplé su punto de vista narrativo, que es algo que él maneja de puta madre, y esa especie de distanciamiento suyo para con lo satánico, esa mirada de “puede que” pero “me río de”. Y luego le mandaron el guión, le gustó, se leyó el libro, le gustó el proyecto y produjo él mismo la peli. Básicamente.

¿Llegaste a conocerle?
Sí, un día que estaba con Dean Tavoularis y Darius Khondji localizando en Toledo cenamos. Me cayó de puta madre. Era un espectáculo verle. Muy vivaz, juvenil en el mejor de los sentidos. Entró por la puerta y… no sé cómo decirte, ya había visto la habitación entera, el tío. Es como una ratilla. Es un tío que te impresiona. Y, bueno, luego estaban los otros dos, ¿con Tavoularis delante qué vas a hacer? Pues te callas y le escuchas.

¿Te pasaste por el rodaje?
No, no, en cuanto vi el circo que montaron, el alcalde de Toledo y la rueda de prensa y todo aquello, de la misma cogí y me largué para Madrid. Descubrí que un guionista en un rodaje es lo peor y me dio hasta vergüenza, me vine a casa. Y de ahí ya hasta que vi la película en San Sebastián, el día de la presentación, que apenas volví a hablar con Polanski. Eso es todo. O sea, no hubo un día de trabajo con él. En aquella cena le noté cierta sorpresa al verme. Por entonces yo iba todavía con la melenaza y las botas vaqueras, era quince años más joven que hoy, y sí que se dio ese punto de “ah, tú eres el guionista”, y fue una cena inolvidable, pero nunca nos sentamos a currar.

Siento ser frívolo, pero tengo que tirar de este hilo: ¿estaba ella, también?
Ella estuvo en la presentación en San Sebastián, y estaba… como en otro planeta.

Es así, entonces, es como parece.
Sí, con esa cara como de ida. Muy segura de estar con Polanski al lado. Una incógnita. Con ella no crucé ni media palabra. Compartimos una rueda de prensa surrealista y ya.

A mí la película me cautivó desde el primer día.
Yo, ya te digo, es un curro que con los años he revalorizado. Me encuentro con gente a la que le gusta mucho, aunque cuando se estrenó salieron críticas que decían no entender qué hacía Polanski con Pérez-Reverte y que atacaron toda la aportación española. Del guionista español ni se habló, claro.

Es una peli de las de chimenea, un cuento puro. Desde la primera escena, el maravilloso ahorcamiento de apertura, estás cautivado y ya dentro de la historia hasta las trancas.
Me siento muy orgulloso de ese ahorcamiento. Eso no estaba en la novela y está rodado tal y como lo escribí, con ese punto de vista de cámara omnisciente, que va haciendo el recorrido y entra en la estantería. Me encantó, esto empieza bien, me dije. Johnny Depp también me gusta mucho. Y la banda sonora de Wojciech Kilar la he usado y la sigo usando, la tengo desgastada porque la uso mucho cuando escribo. Siempre escucho música cuando escribo, y yo creo que esa banda sonora es de las que más veces me he puesto.

Es curioso, ¿no te retrotrae?
No, no, pues no; y al ser cíclica puedo estar toda la mañana escuchándola, me ayuda muchísimo a concentrarme, es muy narrativa.

Con Pérez-Reverte ya habías trabajado en Cachito.
Sí, con él he aprendido mucho. También me llamaron para hacer el primer guión de las aventuras del capitán Alatriste, pero mi guión ha quedado por ahí como una rareza.

Ese proyecto también tuvo un desarrollo largo.
Empezó con la idea de hacer una película internacional. Enviaron mi primera versión a unos guionistas norteamericanos, de la Disney, que no entendieron nada, ni del Siglo de Oro ni nada. Lo destrozaron, convirtieron al capitán en una especie de action hero sin pies ni cabeza. Nunca supe nada más. Años después el mismo productor, Antonio Cardenal, entró en contacto con Agustín Díaz Yanes con intención de hacer La reina del sur, también de Arturo. Se entendieron bien y decidieron retomar Alatriste. Tano arrancó de cero, escribió su propia versión. Luego a mí me ofrecieron hacer Gitano, que no me calentó, y yo ya estaba por entonces intentando adaptar a Bernardo Atxaga y tenía el germen de lo que luego sería La caja 507, y ahí mi camino se bifurcó del de Arturo. Seguimos teniendo muy buena relación personal pero ya en la distancia. La última vez que le vi, creo recordar, fue cuando le invistieron como académico, que me invitó a la ceremonia. Le sigo la pista de lejos, sigo leyéndole, y estuvo bien mientras duró. Junto con Cardenal es uno de los responsables de que yo me acabara convirtiendo en guionista, y lo más importante que aprendí de él fue la disciplina del escritor.

Si eres escritor, a las nueve estás escribiendo todos los días.

¿Lo eres, entonces, disciplinado? Gentes de producción me han hablado muy bien de ti en cuanto a los rodajes, han destacado tu metodismo.
Como director lo soy mucho. Como guionista cuesta más, pero he tenido que aprender a hacerlo. Curiosamente, cuando escribo para otros escribo solo, y cuando escribo mis películas intento escribir con coguionista. Sea Michel Gaztambide o Jorge Arenillas. Para escribir, si no eres disciplinado, no hay manera. Escribir es madrugar, eso lo aprendí enseguida y no sólo con Arturo, también con Atxaga o con Montalbán. Es el contacto con ellos, el cómo ellos entienden el oficio y sobre todo el saber que, si eres escritor, a las nueve estás escribiendo todos los días. Eso de “ahora se me ha ocurrido una idea y tal”, eso no vale. Tesón. Todos los escritores con los que he estado me han aportado mucho en ese sentido.

¿Trabajaste mano a mano, con Atxaga y Montalbán?
Con Atxaga curré muy cercano porque no había previo pago ni nada. Íbamos a hacer Esos cielos, y todo lo que escribía se lo pasaba y él me lo comentaba, y debido a su generosidad y a su confianza pudimos trabajar en común. Lo que pasa es que luego las pelis no se han podido hacer, y eso deja también cierto mal sabor de boca. Con Montalbán, la colaboración tuvo lugar en 1997 o 98, no recuerdo. Se emprendió una coproducción europea (Italia, Francia, España) para actualizar las aventuras de Pepe Carvalho, con Juanjo Puigcorbé de protagonista. La primera tanta eran seis tv movies de hora y media. Dos por cada país. Por parte española los directores éramos Mariano Barroso y yo. Mariano, por razones personales, al final no dirigió su pieza y se encargó de ella Rafael Monleón. Yo tuve suerte ya que dirigí el primer capítulo (El hermano pequeño), disfrutando así de la dirección virgen. Decorados, casting, fondos de armario, tono… El diseño de la serie, por así decirlo, sin mayores imposiciones que las lógicas de producción. Montalbán estaba muy a favor de la obra y veía con buenos ojos la “actualización” o puesta al día del personaje. Estuvo abierto a las “novedades” que el propio Puigcorbé como protagonista absoluto de la serie incorporó: un Carvalho más joven, mejor cuidado, más elegante quizás que sus predecesores. La serie pasó sin pena ni gloria en España, creo que tuvo mayor repercusión en Francia e Italia, y se realizaron seis entregas más, todas españolas y dirigidas por Monleón. Montalbán nos acompañó en la presentación de nuestro primer capítulo en el festival de San Sebastián y recuerdo a un hombre tímido y discreto, observador y agudo, cuando hablaba.

Siempre se me ha ido escapando, ese piloto tuyo. A ver si lo encuentro en internet. ¿Tú, internet qué, te bajas pelis?
Ja, ja, ja, ¡soy presidente de una sociedad de gestión desde hace once años! Soy presidente de DAMA, Derechos de Autor de Medios Audiovisuales.

Hostia… no tenía ni idea. Qué desastre. ¿Y cómo te metes en esos fregaos?
Pues porque me eligieron los compañeros en una votación y acepté la responsabilidad. Hombre, yo me salí de la SGAE hace once años por las razones que nos salimos todos, porque no estaba de acuerdo ni con la recaudación, ni con el reparto, ni con el tono, ni con el sistema, ni con nada de lo que hacía la SGAE. Nos fuimos y nos ha costado muchos años hasta que hemos podido empezar a recaudar con criterios que no tienen nada que ver con la SGAE. El repertorio se identifica, cada socio tiene un voto, no es piramidal, y recaudamos meticulosamente en base a tarifas acordadas con los usuarios, y a tanto el minuto y punto pelota. Nada del dámelo todo que ya me lo reparto yo. Y luego abogamos porque a la hora de partir el pastel el audiovisual esté separado de lo musical. La E de SGAE no es de España, es de Editores, y que el autor y el editor estén en la misma sociedad de gestión a mí nunca me sonó bien. En DAMA ya somos como quinientos y tenemos vida propia. No, no me bajo pelis, no sé ni cómo se descarga.

Pues hay cosas que te pierdes. No está todo, como dicen por ahí, pero sí hay ciertas cosas que ya sólo están ahí.
Lo sé. Mis alumnos me han conseguido, por ejemplo, Sátántangó, la de Bela Tarr, una peli de ocho horas que vete tú a buscar eso por ahí. Son casos muy in extremis, pero si algo no puedo verlo, pues no sé, algún día llegará a mis manos.

Lo que está claro es que la gente no va a volver a pagar ni un céntimo por algo que ahora le sale “gratis”.
Eso está claro. La legislación lo que tiene que conseguir es que dejen de lucrarse quienes están poniendo a disposición material del que no tienen los derechos.

Pero quienes principalmente se están lucrando son las compañías telefónicas, y de esas no se habla mucho.
Algunos llevamos años hablando. Evidentemente que se están lucrando en la utilización de la red. El año pasado fui a un debate de televisión donde estaba el presidente de la asociación de empresas de telecomunicaciones, y al terminar el debate, que fue bastante agrio y que me costó una avalancha gordísima de insultos en la red, en el ascensor, cuando salíamos, le dije: “Vosotros sois los que tenéis que pagar”. “¡Eso son tonterías!”, me respondió airado. De tonterías nada. En esa batalla, algunos llevamos años. Sí se está hablando, lo que pasa es que la mayoría de periodistas e intelectuales pasan de este debate. Ahora que les llega el eBook se están poniendo las pilas unos cuantos escritores, pero hasta ahora hemos estado solos los músicos y los cineastas. Yo llevo cuatro ministros de Cultura dándole al tema. Me ha tocao y algo habrá que hacer, y está claro que hay que legislar. Por ahí se están haciendo llamamientos a la libertad de expresión y a la censura, y creo que es pura demagogia. Nadie está atacando la libertad de expresión, se pretende una legalidad y un cambio. No podemos seguir siendo el segundo país después de China que más piratea y quedarnos tan anchos. Es que somos un poco chorizos, ¿no? Además es que la gente se descarga torres y torres de cosas que jamás va a ver.

Yo no tengo opinión, pero bajarme me bajo un montón de material al que de otra manera no tengo acceso.
Si te descargas lo que no puedes comprar, pues es un matiz a tener en cuenta. El lobby tecnológico ha sido muy hábil poniendo al público en contra de los autores. El canon se lleva pagando desde que éramos pequeños, los casetes llevaban canon. En Francia la gente paga un alquiler por tener televisión, es un impuesto. El canon es una compensación que tienen que dar los fabricantes de tecnología a los creadores de contenidos. ¿Qué hace el fabricante de tecnología? Repercutírselo al comprador y enfrentarlo al creador. No, que se enfrente a Sony, a Telefónica, a Panasonic, quien sea. Un cero coma cero no me acuerdo cuánto de la venta de un disco duro fabricado para almacenar contenidos, en buena parte con propiedad intelectual, va a parar a esos colectivos de gestión. Pero el fabricante se lo carga al comprador, y entonces el comprador se cabrea con los autores. El canon ha existido siempre, y si no existiera el canon la copia sería ilegal como en Inglaterra, donde si te pillan con un cedé pirata te crujen. El canon asegura que tú te puedas copiar lo que te dé la gana. Pero la didáctica de esto, te lo digo por experiencia, es agotadora y estéril.

En cierto modo, al pagar todos los meses cincuenta o setenta euros por una línea que además te está prestando un servicio deficiente, ya que ninguna cumple lo que ofrece, es inevitable sentirse legitimado para descargarse mandanga.
Sí, sí, es así, pero es que yo he visto anuncios de Telefónica muy descarados: “Descárgate gratis tu cine favorito”. ¿Perdona? ¡Como si vendo patinetes con el eslogan de que robes el pan y con nuestro patinete huirás a toda leche! La intención no es impedir que te descargues nada, sino impedir que nadie se lucre con un material de cuyo derecho intelectual no es propietario. En fin, esto es la guerra de las galaxias…

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