En el tercer capítulo de este serial de misterio autobiográfico me dirijo a ti. A ti en concreto. Creo que no necesito decirte más para que caigas en la cuenta de que, efectivamente, de todas las personas que pueden estar leyendo esto, me estoy dirigiendo a ti.
Desde la publicación del último capítulo de “Lo he perfao, por favor“, y a raíz de su lectura, un acontecimiento nos ha unido de una forma a la que todavía no das explicación, ¿no es cierto? Doy por hecho que no pasaste de largo sin darle mayor importancia, doy por hecho que no lo has olvidado. Si algo de esto hubiese sucedido, ni siquiera sabrías que, cuando digo que me dirijo a ti, me refiero a ti en concreto.
Quizás alguno de los lectores piense que este discurso en segunda persona es una forma afectada de premiar a todo aquel que haya acertado el enigma de la semana pasada.
En efecto, uno de los enlaces que añadí al texto ofrecía la solución al misterio de la hostia que me pegué en agosto.
Si pinchamos el séptimo enlace de la lista, o sea, este, accedemos al hilo de un foro de meteorología. El usuario, de pseudónimo “Lokem”, inicia la conversación. Su mensaje incluye un enlace a la insistente webcam que apunta a la Plaza de la Paz (anteriormente Plaza de los Caídos) en la que, por cierto, ahora veo instalada la Churrería Calderón. El texto dice: “(…) una [de las señales de webcam] es la antigua plaza de los caídos, por muy poco no se ve la rotonda con el monumento con la bici del soplao“.
Era eso. Así de sencillo. Si la cámara girase un mísero grado a la izquierda veríamos el monumento (la bici del soplao) desde el cual me caí borracho hace ya dos meses, provocándome una herida en la pierna izquierda que todavía hoy sigue ahí.
Lo siento, sé que no es una solución satisfactoria. Tengámoslo en cuenta: así como la belleza del misterio puede darse en todos los ámbitos, la belleza de la solución sólo se produce, en un porcentaje casi total, en la ficción. Pretender que, como he dicho antes, esto sea una serie de misterio autobiográfico es certificar un fracaso de antemano: las soluciones a cada enigma nacerán muertas.
Ahora, discúlpame, vuelvo a hablar contigo. Contigo en concreto. En realidad, no quiero que esto que nos ha pasado quede así. Te propongo que me escribas un mail a mi atención a y me cuentes cómo viviste la experiencia. Tu perspectiva es mucho más valiosa que la de nadie y supondrá para “Lo he perfao, por favor“ mucho más que un paso adelante.