No sé si lo leí en el Facebook o en el Twitter, que es donde leo (y escribo) exabruptos, carencias, llamadas de socorro, demandas de trabajo y demandas de atención. No sé dónde lo leí pero lo tengo aquí grabado, y se me asoma por la punta de la lengua, como una gota de bourbon tras el trago. La frase decía que hoy en día, con el desastre y los crímenes sociales, hablar de amor volvía a ser burgués. Digo volvía porque parece ser que en otros tiempos pasaba esto e incluso lo llegué a escuchar, solo que yo llegué al mundo diez minutos más tarde que esta frase tontería y di con otro tipo de tontadas y muchas maravillas, a la vista siguen.
Si no hemos hecho otra cosa que hablar de amor todo el tiempo y seguimos en ello, solo que ahora ya le hemos pillado la retranca y también hablamos de odio, que es lo que también hicimos siempre, me cachis la mar, además de tumbar las sillas de las terrazas de los bares al divisar algún enemigo, punkis de la cresta enardecida en el vientre, incapaces de controlarnos hasta ayer mismo, después de haber ingerido el último veneno.
El día que el amor sea burgués, como lo es parte de la literatura, como nunca lo serán los sofás ni el desparrame, este día, algunos vivirán por encima de sus posibilidades y nosotros trabajaremos y ganaremos bien aunque no nos den de alta en la Seguridad Social, pedazo de cabrones, siempre pensando en lo suyo aunque haya para todos.
O sea, que el amor burgués ya lo tuvimos hace unos pocos años. El amor aburguesado, el sueño hipotecario, Operación Triunfo y el triunfo de la mediocridad. El amor pobre de solemnidad, el amor Vainica Doble y el amor sálvese quien pueda, lo vamos a mantener como oro en paño, arrastrándolo hasta los mismísimos labios de David Bowie, así siga grabando discos que no sean como para morirse.
La burguesía no ama. Esta frase, de osada pronunciación, se la dedico a Varón Dandy y a Carolina Herrera. A todos los amores perfumados del mundo. La burguesía establece pactos y a veces, como en la vida de algún santo como Moisés Broggi, cree en los ángeles, pero amar de aquella intensa manera solo aman los que han sufrido mucho. La burguesía, si sufre, se achanta. Y eso ya no es sufrir, es un delirio.
Que ama quien sufre, me lo decía mi abuela y a mí me daban ganas de ahogarla con la almohada. Mi abuela me hablaba sentada a los pies de la cama. Cuéntame un cuento o cuéntame tu cuento, he ahí la diferencia.
Hoy, en que siento que mi cuento y el de mi abuela coinciden, no me pregunto por la herida del burgués, si no por el amor adormecido de los que decían que hablar de amor era burgués, una pérdida de tiempo, eso ya lo viví, vaya tontadas.
Hay quien ha pasado toda una vida sin poder mirar a la cara el amor sin dejar de considerarlo cursi. A mí me pasa al contrario. Tacho los días que han de pasar hasta que metan a Urdangarín en la cárcel, hago montoncitos de arroz, para los jueves paella de tocino, siseo como una comadreja de mis propias compras para afrontar (ahora ya me he quitado) el euro por receta, pero al amor que no me lo toque ni Silvio Rodríguez, que le tenía tomadas las medidas, cantaba, en aquella espléndida canción, como un cuadro del viejo Chagall, que no era cursi si no una puñalada en mitad del amor mismo.
Me estreno en el Butano con lo que soy. Algún día ya seré lo que no soy para explicar las diferencias entre literatura y exposición didáctica.
Tengo las pistolas ateridas desde que hoy en día ya va siendo muchísimo rato, con los crímenes sociales y la desfachatez. Sólo me salva la lengua. Solo me lengua la salva. Solo amar y solo soledad. Benditas sean las palabras que surgen como un maná sobre tierra yerma. Benditas las bocas con pez y benditas las multiplicaciones que solo se hacen con otra/o enfrente que esté por la labor.