Nos subimos al estribo del tren que conduce, desde hace 35 años, Javier Gurruchaga, bufón mayestático de este reino sin gloria. Tren que pasean enanos bailarines, fetichistas rijosos, cinéfilos, lolitas, monstruos y monstruas. El vagón en que entrevistó a Cela, Arrabal, Carrillo o Corín Tellado, donde cantó con Renato Carosone, con gente pequeña y muchachas japonesas. El expreso nocturno de la provocación en el que los presidentes del gobierno menguan y la vergonzante política se convierte en una sonora carcajada. ¡Viaje con nosotros!
Oye, esto no es una entrevista, eh, es ir charlando un rato, con la calma, a lo Soler Serrano, quien se nos ha ido hace poco, por cierto.
Cuando era chaval, el programa de Joaquín Soler Serrano era de los que más me llamaban la atención. Recuerdo una entrevista con Polanski, la tan famosa de Cortázar, Borges, Dalí … Pero es que este señor procedía de la radio, como todos sabemos, y en la radio hay mucha escuela. Todavía era el tardofranquismo, pero hacía unas entrevistas dignísimas.
La que es inencontrable es la de Francisco Umbral, no está editada. Sé que Umbral se mosqueó en su momento porque se emitió mucho más tarde de lo acordado. Creo que aparecía comiendo naranjas o algo así…
Ah, Umbral. Yo es que no soy fan de Umbral, no sé si existe. Todos tenemos nuestros enemigos, pero al parecer este señor es que no tenía ningún amigo, ja, ja, ja. No, no era santo de mi devoción, tenía mala leche y no era un tipo nada simpático.
En Viaje con nosotros hiciste grandes entrevistas. Una que nos gustaría recuperar es la que le hiciste a Fernando Arrabal.
Pues no me divertí nada, porque él se dedicó a decir boutades tan sinsentido, tan desconectadas, que no le pillé el punto, me aburrí un poco. Me divirtió estar con él, todo un mito, y conmigo se portó muy bien, pero no entraba a mis bromas, había que entrar en las suyas, que yo tampoco entendía, y acabó siendo como hablar con un marciano. No, no me divertí. Fue más apasionante Camilo José Cela, por ejemplo, Santiago Carrillo o Pascual Maragall. Con Fraga tampoco lo pasé bien, ni con Julio Anguita, ahí estaba yo muy tenso. A la difunta Corín Tellado tampoco le entendí el punto. Victoria Abril estuvo francamente bien, con el marqués de Vilallonga también conversé a gusto, con los espárragos cojonudos… De algunas salías contento y en otras el invitado no te daba cuartel.
Hoy las entrevistas, quizás desde Lo + plus, se basan en hacer un poco del invitado muñeco de feria. Recuerdo a Fernán Gómez indignándose allí y parándoles los pies.
Sí, se busca el espectáculo, claro. Yo también he practicado eso, pero quizás le daba otro toque. Yo no soy entrevistador pero creo que hacíamos cosas divertidas con cualquier pretexto. Hoy, cuando se pretende llevar la entrevista a lo divertido, casi se falta al invitado, se le provoca faltándole. Lo de Soler Serrano ya no existe, desde luego, y me río yo de muchas moderneces. Las entrevistas de hoy son brevísimas, mal enfocadas, abundan las malas preguntas… Creo que era murciano pero barcelonés. Bueno, como el setenta por ciento de la población, que vive en otro sitio.
Tú has estado mucho en Barcelona.
Sí, me gusta ir, incluso he tenido un piso en Las Ramblas, de las que he estado siempre muy enamorado. Desde el año 76, en que fui a ver a los Rolling Stones en la plaza de toros que ahora quieren eliminar, hasta hace un par de años, que preferí instalarme en México para trabajar en el disco nuevo y en una película. He estado mucho tiempo en Las Ramblas, me gustan mucho los hoteles de las ramblas y del paralelo. Para mí fue una maravilla trabajar en el Arnau, en ese marco que es un poco el pigalle barcelonés. Adoro Barcelona, sí, me gusta mucho y tengo amigos y con el AVE, aunque es un poco caro, me gusta ir y venir, para cenar con tal o cual amigo, para ver una exposición, para ver una película o dar una vuelta por la Barceloneta. Además es que tiene mar, y a mí eso me recuerda mucho a mi tierra.
La Barceloneta prácticamente la liquidaron con las Olimpiadas del 92, y desde entonces todo ha ido a peor.
Pues aquí en Madrid fíjate cómo está la Gran Vía: lo que eran cines maravillosos desde los años veinte ahora son almacenes de ropa.
Barcelona está toda un poco pocha. Toros, tabaquismo, que si no mees en la calle, que si toda esa política rastrera…
Yo entiendo que lo de los toros ha sido una revancha por motivos ajenos a los toros, porque con las plazas de Barcelona y con la afición que hay no se entiende. Se han puesto todos demasiado Brigitte Bardot. Y por esa regla de tres habrá muchas cosas que prohibir, prohibir comer esto y aquello y demás. Es un tema muy delicado. Yo no soy aficionado a los toros, mi padre lo era, pero entiendo que es una mal disimulada revancha, no la veo del todo sincera y despierta mis sospechas, aunque los toros no dejen de ser un espectáculo de extrema violencia. ¿Y qué me dices de la política de las bicicletas?, esa es una actuación inquisitorial que llevo fatal. En San Sebastián, que es más pequeña, se nota más.
Con lo de los toros se han puestos todos demasiado Brigitte Bardot.
¿Vas mucho por allí?
Voy mucho pero por otras razones, porque allí tengo mi postal. San Sebastián es una ciudad muy bonita, con un par de festivalitos en verano, pero poco más. Allí vive mi madre, a mi padre lo tengo enterrado allí, y voy más por motivos de tipo romántico y de apego familiar.
¿En Madrid no hay un mayor relajo? En Madrid nadie respeta el prohibido fumar, parece que el propio ciudadano sigue tomando sus decisiones.
No, no es así. Yo creo que Madrid es una ciudad en retroceso. Estos gobiernos tan conservadores la han ido haciendo cada vez más hermética. El deterioro de la noche, por ejemplo, y te habla un insomne, se ha notado tanto en Barcelona como en Madrid. Desde luego, Madrid no es el Madrid de los 80. Yo vine a vivir aquí en el 78 o 79, y los ochenta y principios de los noventa no tienen nada que ver con ahora. Ya no apetece nada salir y no creo que Madrid haya mejorado, pero también pienso que ha empeorado todo en general, porque si te vas a París tampoco existe el París de antes. Y en México igual. Yo creo que es una política global de cerrar un poco la noche, de prohibir más, hay una globalización en cuanto al control, en cuanto a prevenir la delincuencia, todas esas cámaras vigilándonos. Madrid tiene otros encantos, pero la noche ya no es uno de ellos. De la misma manera que ahora tampoco puedes pasear por Las Ramblas porque ya no hay atracciones, ya no ocurren cosas.
Nazario vive también por allí.
Sí, Harguindey, el periodista de El País, me solía enseñar mucho material de Nazario. Recuerdo haber coincidido en el Festival de San Sebastián del 79 con Ocaña. Nosotros salíamos con Muñeca hinchable, el primer disco de la Mondragón, y coincidía con el irrumpir de Ocaña con la película de Ventura Pons, El retrato intermitente. Popocho y yo nos vestimos él de helado y yo de novia, y Ocaña se mostró algo celoso de nuestro protagonismo. Me pareció un hombre muy competitivo, un poco rivalín.
Pero comiquero no eres, no eres de leer mucho tebeo…
No demasiado, no. He sido más aficionado al libro ilustrado, algo más… digamos académico, o burgués, aunque yo de burgués tengo poco. Conozco, conozco, el cómic no me es ajeno, y Luis Alberto de Cuenca, uno de los letristas de la Mondragón y muy forofo de los cómics, me ha ido descubriendo algunas cosas, pero siempre he andado un poco perdidillo en la materia. Recuerdo cuando en los 80 empezaron a irrumpir librerías especializadas como Continuará, en Barcelona… Yo ahora soy muy fan de Freaks, pero más interesado en su vertiente de deuvedés, tienen muchas películas raras, y también de libros, tienen bastante cosa de ilustración mexicana. Yo de cómic lo justo.
Pero sí coleccionas libros; tu biblioteca aparece en París-Tombuctú.
Sí, así es. Ahora está más nutrida, la película ya tiene unos años. Coleccionista no soy, porque un coleccionismo minucioso requiere mucho dinero, pero sí tengo mis fetiches.
“La prisión de los libros”, se dice en la película…
Eso es de Berlanga, pero sí es cierto que yo me encierro mucho en casa, con mis libros y mis cosas. Porque es que sales a la calle y donde antes había un cine maravilloso, como te decía, ahora hay una tienda de pantalones. La gente es como si la hubieses cambiado, porque de tanta gente extranjera que vive aquí, lo cual me parece muy bien, no sabes si estás en Madrid o en Lima. Las tiendas de vinilos antiguos también van cerrando y las nuevas son edificios de tres pisos donde los que te venden no saben qué te venden. Las tiendas FNAC, con todos mis respetos, son siempre la misma tienda, sea la de París, la de Brasil o la de Barcelona. Son como aeropuertos, no sabes en qué ciudad estás. Está todo despersonalizado.
Las tiendas FNAC son como aeropuertos, no sabes en qué ciudad estás. Está todo despersonalizado.
Para alguien acumulativo, alguien aficionado a conservar sus libros, sus discos, sus películas y demás, ¿qué interés tiene Internet?
Internet me interesa lo mínimo, para hacer alguna búsqueda, pero no, no soy de Internet. Además he tardado mucho en hacerme con un ordenador. Sé que para algunas cosas está muy bien, pero para otras creo que te engancha demasiado. Hay que saber guardar ciertas distancias, y también se vive bien sin Internet.
Recuerdo que en el libro Garras humanas, en el noventa y nueve, hablabas con Santiago Segura de las pajas que os hacíais (cada uno las suyas) en el sex-shop de Atocha. Ahora hay sex-shops de diseño, porque el sex-shop como tal, el de las cabinas, es Internet.
Cuando yo iba eran VHS, claro, era novedad. Hace mucho que no voy a un sex-shop. Ahora Internet está lleno de porno y de todo, pero yo echo de menos el hablar con un librero, el tocar el papel, el buscar un libro e incluso el no encontrarlo y esperar una feria o un mercadillo, una cuesta de Moyano o un mercado de Sant Antoni. Creo que todo requiere un poco de aventura.
En París-Tombuctú hacías un papel maravilloso, un erotómano muy alter ego de Berlanga.
En esa película yo creo que todo son alter egos de Berlanga. Mi personaje lo es, pero también lo es el de Michel Piccoli e incluso el de Concha Velasco, porque yo creo que Berlanga tiene también ahí un punto armariado. Hay mucho fetichismo en esa película, ahí está Pierre Molinier, por ejemplo. Yo veo esa película como su testamento, como la película donde cuenta un poco todo lo que no pudo contar en otras anteriores más sometidas al canon de comercialidad.
París-Tombuctú es uno de los cantos de cisne más bonitos de los últimos tiempos, y a la vez una película vitalista, que te deja unas ganas de vivir tremendas.
Sí, se dice una cosa en ella, que coincidía en el tiempo con otra película, Celebrity de Woody Allen. En aquella ponía en el cielo “HELP”, y aquí, al final de la peli, sobre un toro de Osborne aparece una pintada que dice “Tengo miedo”. Son dos gritos, a finales de los noventa, de Woody Allen y Berlanga, preguntando qué pasa aquí, pidiendo un poco auxilio.
¿Le ves relevo a Berlanga?
Berlanga ha sido muy importante, y muchas de sus constantes tienen una gran vigencia. Hace poco ha estado Michelle Obama en Málaga y hemos podido comprobar cómo los españoles nos comportamos exactamente igual en el 2010 que en 1950, somos igual de catetos, tontos, pueblerinos y, y, y “sí, mi señor, sí, mi señor”. Y se monta un folklore alrededor de una primera dama, muy educada ella y que quiso ir de discreta y tal pero no pudo, y los alcaldes se apuntan tantos, y sacan pancartas, y luego las quitan… ¡ Bienvenido, Mr. Marshall tiene sesenta años! No hemos cambiado nada en muchos años y quizás ni tenemos porqué, no lo sé, pero lo cierto es que nos repetimos como el chorizo.
No hemos cambiado nada en muchos años y quizás ni tenemos porqué, no lo sé, pero lo cierto es que nos repetimos como el chorizo.
En los principios de la Orquesta Mondragón repetías mucho aquel saludo de “Monstruos y monstruas”, que era muy simpático, pero hoy, con todo esto de la política lingüística y la corrección que confunde sexo con género hemos allanado la parodia.
Se tiende a ser más respetuoso con el diferente o con el vecino, pero yo creo que hay una gran dosis de hipocresía detrás. Yo te juro que cuando decía monstruos y monstruas es que no sabía ni lo que decía, pero allí había una candidez y una ingenuidad que no tiene nada que ver con el retorcimiento y la premeditación de hoy, que estudia cualquier posible reacción del público. Esas políticas, además, nos llevan a un humor más blanco, y no sé, los programas de humor que se ven hoy en televisión a mí me hacen escasa gracia. Yo creo que en muchos aspectos hemos ido a peor. Como espectador me interesa más bien poco el audiovisual de hoy.
¿Podría haber un hueco para ti en la televisión actual?
De ninguna manera, yo ya no puedo salir hablando de cómo tiene el coño tal o cual persona o si me echo pedos con forma de globo o si la presidenta o la vicepresidenta del gobierno es calva o no lo es. No me veo, ni creo que me veáis vosotros. Y los programas para supuesta gente joven de hoy en día no son para jóvenes, son para subnormales profundos, qué quieres que te diga, a años luz de La bola de cristal.
Desde hace ya tiempo a esta parte, pones un anuncio con enanos y lo retiran porque alguien se queja. Hoy el débil, el pusilánime, el papanatas, ordena y manda.
Y los enanos se cabrean, porque los conozco bien, porque he trabajado con ellos y se cabrean. Nos volvemos más papistas que el Papa. Y los enanos serían los primeros que dirían: “¡Me cago en los cojones de los puristas de mierda –eh, porque hablan así-, tenemos que trabajar!”. Es verdad que no les gusta que les llamen enanos: “¡Los pequeños tenemos que alimentar a nuestros hijos, a nuestros nietos!” Porque hay enanos que tienen sesenta años, también. Pues qué quieres que te diga. Yo creo que esto es como lo de los toros, una especie de revancha que tiene más que ver con este falso cuidado y progresismo. Los enanos están en la tradición de la Commedia Dell’Arte, están en los viajes de Gulliver, Fellini los ha homenajeado, yo mismo, y ahí está el bombero torero…
“¡Los pequeños tenemos que alimentar a nuestros hijos, a nuestros nietos!” Porque hay enanos que tienen sesenta años, también.
En el Museo del Prado tuvieron que cambiar los rótulos de los retratos de los enanos de Velázquez porque se quejó una asociación y no sé qué pusieron.
Liliputienses, habrán puesto.
Hombre, tampoco creo que eso les haga mucha gracia.
En México y en Cuba se llaman enanos. Aquí, pequeños, a ellos les gusta que les llamen pequeños. Pero en el Prado habrán puesto alguna cosa medio técnica, definiendo el tipo de enanismo, porque no todos son iguales.
Pero entonces hacia dónde vamos, dónde terminará esta coacción, con los enanos, y con los pequeños y con el lenguaje y con todo. ¿Como creador no te sientes coartado?
Yo me dedico a hacer canciones, me lo paso bien, pero sociólogo no soy. Esto igual Carlos Fuentes, que hace una literatura que le gusta mucho a la sociología, te lo podría responder. Yo como creador veo que hoy hay una autocensura, que el humor se ablanda, y en muchos aspectos se da un retroceso, pero no me siento coartado, al margen de que hoy no encajo en esta televisión tan censurable y tan censurada. A la hora de escribir un disco o un libro es donde más libre te encuentras. Cuando dependes ya de un organismo que depende de unos patrocinadores, donde hay un centro de poder, como en las televisiones o las radios, ahí sí se da la censura.
¿A la hora de presentar el disco te has encontrado con algún problema?
No, no, ninguno, porque con el disco es que no nos hacen ni puñetero caso. El problema acaso es de ninguneo. Mira, dedican veinticinco minutos al fútbol, veinte a Nadal, diecinueve a Alonso, diecisiete al getepeté de las motos, y quince segundos, el otro día, a un disco estupendo de Robert Plant. ¿Desde cuándo a una moto, por muy bueno que sea el que la conduce, se le puede dedicar tanto tiempo? ¡Es enfermizo! Un tío que se pone al borde de la muerte con su moto y con su casco y con sus gafas esponsorizadas, y a Robert Plant quince segundos. Eso, en una televisión pública, es un insulto, es vergonzoso. Quince segundos a la música y cuarenta y tantos a los deportes de los cojones. ¡Hasta yo, que nunca me ha interesado el fútbol, me estoy ahora interesando, fíjate! Porque me están metiendo eso por cojones. Respeto que haya deportes, respeto a todo el mundo, pero ¿y la música, y el cine, y la expresión artística? Es una mierda, les importa un cojón.
Hay que recordar que, al menos hasta hace poco, en España el Ministerio correspondiente era “de Educación, Cultura y Deporte”, ahí empieza el chiste.
Alex de la Iglesia acaba de ganar dos premios en Venecia pero yo todavía no sé de qué va la película, sólo he visto unos payasos psicópatas o lo que sea metidos por ahí y veinte minutos con el falorro de la moto de turno, hasta cómo se echa el pedo, y con las tonterías que dicen, porque son como mongos clonizaos, diciendo todos lo mismo, es un insulto.
Son como mongos clonizados, diciendo todos lo mismo, es un insulto.
Con Alex de la Iglesia no has colaborado nunca, y en cierto modo parecéis muy afines.
No, nunca, pero me encantaría. Nos conocemos personalmente y a mí me gusta mucho lo que hace, La comunidad es una de mis películas favoritas de los últimos tiempos.
¿Te gusta el cine fantástico, el de terror, sigues el género que se hace ahora?
El terror de ahora está sobrecargado de efectos especiales, me gustan más las películas de los 30 o de los 40. El otro día vi Origen y creo que una película así habría podido durar la mitad de lo que dura, porque la otra mitad son efectos especiales, todos cargados de una enorme violencia. Creo que llegan a atiborrarte de violencia hasta el punto de que ni dos bombas seguidas te imponen ningún respeto. Ahora mismo se hace un cine de terror muy escatológico, que no me interesa en absoluto.
¿No crees que esa violencia puede ser catártica, que está muy compartimentada como ficción?
Para mí es como lo erótico y lo pornográfico. A partir de cierta explicitud me detengo. Prefiero un Fritz Lang. Estuve de jurado hace unos años en el Festival de Sitges y puedo decirte que las propuestas que vi allí no las disfruté demasiado. Me gusta Gore Vidal, pero el gore, gore, eso tan explícito…
¿Vas a las salas o consumes el cine en casa?
En salas, en salas. Tengo una pantalla grandecita en casa, pero el gran espectáculo de la sala enorme, estar solo, una fila para ti, unas palomitas, no hay nadie, qué maravilla, te relajas, te puedes echar hasta un pedo y de repente aparece, no sé, Joan Crawford, o una buena película de Sean Penn … Lo malo es cuando todo esto tan bonito ocurre con una película tan decepcionante como Vicky, Cristina, Barcelona, por ejemplo, es terrible. Todavía recuerdo aquella decepción.
¿Revisas mucho clásico, cosas que ya has visto antes?
Sí, sí. El otro día vi, con mi madre, Los jueves, milagro, y luego volví a ver El animador, de Tony Richardson con Lawrence Olivier, un libreto de John Osborne sobre un entertainer ya en decadencia, intentando revivir el viejo concepto del music hall en Inglaterra, en los años 60, con la televisión ya funcionando. Un peliculón.
¿Te interesa algo de comedia actual?
Me hizo cierta gracia este tío, Sacha Baron Cohen, pero tampoco sigo mucho más.
¿Cine mexicano clásico has tenido oportunidad de ver?
Sí, he visto mucho. Desde lo mejor de Gavaldón o el Indio Fernández, el cine mexicano es muy interesante, tiene muy buenos actores, y por supuesto Buñuel ocupa un lugar fundamental en aquella cinematografía. Además allí ves cómo respetan las películas de Sara Montiel. Descubres actores que dominan el gesto, la comedia, que cantan bien, como Pedro Infante (me resulta bastante más insoportable Jorge Negrete), Silvia Pinal y su duelo eterno con María Félix … El cine mexicano ha sido infinitamente más rico que el español, tanto por medios de producción como porque allí no había el elemento censor del franquismo. Es que hablamos de casi medio siglo de dictaduras, porque aquí tuvimos la dictadura de Primo de Rivera, la islita de la República y enseguida viene Franco y luego la Transición, ¡es que hasta los 80 ha habido censura! Aquí todo ha sido muy castrante. El cine mexicano, sobre todo en los 40, 50 y principios de los 60 es muy sólido. Y también el de ahora: me gusta mucho Arturo Ripstein, que ahora prepara una versión más de Madame Bovary, Jorge Fons, de quien hace poco pude ver El atentado, y de los que ya funcionan con economía norteamericana o en coproducción española ahí está Iñárritu, Guillermo del Toro, Cuarón. También hay un cine muy malo, claro, como lo hay aquí, pero el que es interesante lo es mucho.
Ahora vives un poco allí, en México…
Sí, ahora estoy entre Madrid y México, también un poco por trabajo, pero porque allí encuentro algo que en los últimos treinta años no he podido disfrutar aquí, que es el anonimato. Y últimamente también me sorprendo, porque he hecho alguna película allí, y porque en el último disco tenemos canciones como Metro Balderas, y me van conociendo y me paran a menudo. Pero bueno, para ser realmente conocido en el DF, que es una ciudad inmensa, hay que hacer algo tipo Edgar —La Barbie— Valdez. Se agradece mucho el poder ir por la calle tranquilo. La fama tiene su parte bonita y su lado coñazo. Anoche mismo asistí a un estreno y había una actriz que en determinada época fue muy conocida, pero nadie se le acercaba ni la miraba. Yo la reconocí y me acerqué a darle un beso y me dijo “gracias por recordarme”. Nos quejamos del avasallar de la fama pero el que se olviden de uno y pasen a ignorarte es también una putada, ha de ser terrible.
Yo la reconocí y me acerqué a darle un beso y me dijo “gracias por recordarme”
En el último disco de la Mondragón está la canción ¿Qué fue de Baby Jane?, que es un poco eso.
Sí, esa canción está escrita por Jaime López y compuesta enteramente con equipo mexicano, y creo que cuenta muy bien esta carretera, que es siempre así. Recordemos a Ovidi Montllor, por ejemplo, fíjate lo que fue y lo que dejó de ser. Luego también hay retornos muy celebrados y artistas que permanecen. Mira a Raphael, con su nuevo peinado. Raphael ha pasado también sus desiertos, pero ahí está.
¿Escuchas música actual?
Oigo sobre todo música clásica y jazz. Rock y pop escucho poco. Puedo escucharlo por la radio o en los sitios a los que voy, pero en casa suelo ponerme cool jazz, como el que hacía Stan Getz, y en clásica tengo fijación por los rusos, Prokofiev, Shostakovich, Stravinski … es lo que más oigo. Estoy cansado del pop y del rock, que de alguna manera es una caricatura de sí mismo, una fórmula muy básica que se viene repitiendo desde hace años. Lo que hace Lady Gaga o la Amy Whinehouse o una de éstas, pues ya lo hacían Dinah Washington o Liza Minnelli. Madonna ya bebía de Marilyn y de Mae West. Está todo ya un poquito visto, no siento que me estén ofreciendo nada nuevo. Son cantantes de karaoke con un estudio de marketing detrás. Y fransinatras no hay muchos, no hay verdaderos líderes. Es todo una gran operación triunfo. Clones de productores autómatas, cero personalidad.
Desde el disco ¡Es la guerra!, en el ochenta y cuatro, hasta una canción como Quién parará esta locura, de El maquinista de la general, siempre te ha preocupado el tema de la paz, luchar contra la violencia. ¿De verdad crees que el artista, el cantante, el músico, pueden lograr algo en ese sentido?
Desde el mundo de la música, del cine y demás se puede incidir en los demás y concienciar a la gente. Algo se puede hacer, pero es tal la fuerza que tienen los poderes fácticos, su control de las radios y las televisiones, que luchar contra eso… ¿Cómo vas a luchar en Italia contra Berlusconi, si el país es suyo? Pero a mí personalmente los documentales de Michael Moore me han enseñado que EE.UU. vive infinitamente peor que España o que Francia o que México o que Japón. Salvo unos cuantos que tienen dinero, la inmensa mayoría de la gente allí vive en un estado que da pena.
Pero el artista debe ser libre, sin estar atado a una ética estricta, ni a una moral.
Yo tengo una forma de pensar, una ética o una moral con las que me muevo. Ese artista que está en las nubes no creo que exista, todo el mundo tiene un cierto compromiso. Mis valores siempre han sido de talante progresista, liberal, de izquierdas, un poco anárquico… y sobre esas premisas me voy moviendo y hago mis discos. Como ciudadano de a pie me pregunto “quién parará esta locura”. Vivimos en un mundo bastante terrorífico. Se siente uno muy impotente. Veo una juventud con todo muy asumido. Tampoco se trata de toda esa violencia contra el G-20, esas manifestaciones de romper todo, esas actitudes tan violentas, pues tampoco.
Ahora se prepara una huelga general con más de un mes de antelación, es una cosa muy extraña y muy españolísima, una huelga tan pactada.
Yo no tengo una opinión muy formada sobre esta huelga que viene ahora. Supongo que es un parche para quedar todos más o menos contentos. Estoy muy desmotivado con la clase política. Me comunican todos muy mal sus mensajes. No me gusta lo que estoy viendo y oyendo. Oye, llevamos un buen rato poniendo a parir todo, pero es lo que hay. Es que La naranja mecánica es Disneylandia al lado de lo que estamos viviendo.
Qué hacemos para divertirnos, qué hay que hacer.
Pues escuchar el nuevo de la Orquesta Mondragón, ir a ver Toy Story 3, esperar a la nueva de Alex de la Iglesia y poco más.