Quería comprarte de comer en el Le Pain Quotidien de la calle Velázquez para dejarte feliz ahora que llega el calor y lo pasas tan mal pero se me ha hecho de noche viendo a los chicos en sus patines y me han cerrado el restorán. Por si volvemos te digo que mi ensalada preferida es la Ensalada Detox con el huevo gordo en el medio, la lechuga me sabe a madera barnizada y cuando me la como me acuerdo de cuando enterramos al abuelo de pequeños. Si pudiera pedir un deseo pediría ser otra vez pequeños. Querría ser pequeño pero sabiendo lo que sé de mayor, como un enano de verdad, pediría ser un enano con la cabeza hinchada llena de ideas y de cosas que me han pasado en la vida. Cuando eres pequeño la comida parece más grande, ya seas niño, niña o enano, un enano nunca quiere menos, un enano siempre quiere más. He pasado una mala racha pero ya no siento la obsesión. La comida es una cosa más para mí, una cosa más como pueden ser mis zapatillas, el azul del cielo, dormir nueve horas, no estoy obsesionado. Cuando volvía del Le Pain Quotidien pensaba en el cuento de la Bachmann de la niña enamorada de su profesora de canto que una tarde hacen una excursión al bosque y la niña ve unos arbustos y se pone a comérselos y ve unas flores con espinas y lo mismo y la profesora la sujeta por las muñecas y la niña que sangra con la cara blanca intenta morder su vestido y grita por dentro ¿Pero es que no lo ves? ¿No ves que te quiero? Una noche por Alberto Alcocer me dijiste que ser maricón era una enfermedad porque no hay animales maricones, ni siquiera las ranas. Me dejaste pensando.