Espontáneamente hay aquí en Sol un montón de gente cabreada, pero contenta de haberse encontrado. ¡Vente! ¡Basta ya de todo!
Con este mensaje de un amigo recibido una tarde lluviosa, yo estaba a 60km del epicentro de los acontecimientos en un pequeño pueblo de la sierra, comenzó mi contacto con lo que llamaremos para mejor entendernos la Spanish Revolution. El domingo noche, culminado el ritual electoral, volví a la ciudad y hasta el jueves diversas actividades me impidieron acercarme a Sol. Numerosos mensajes por red y verbales de diversos conocidos, algunos que allá estuvieron y otros que se enteraban mediante “los media”, trataban de condicionar mi apreciación de un fenómeno que requería una experiencia personal. Al mensaje que encabeza el artículo había respondido yo con un descomedido, poético y hoy creo no obstante que acertado:
Gracias por el mensaje——pero ando ahora en la sierra, bajo la lluvia. Si no fuera por ello me haría llegar allí ipso facto. Dirigíos hacia Oriente: hacia el Parlamento. Que arda en la noche…
Tomé el Metro hacia Sol y bajé en la estación anterior, Sevilla, todavía una de la zonas más bellas de la ciudad, por cierto llena de Bancos, para descender hacia la plaza y tener una visión de conjunto. Reflexionaba desconsolado sobre el paso del tiempo, la erosión que se le infringe a lo Real por el mero hecho de coexistir con lo aparente mediático, la superpoblación y la decadencia de las civilizaciones… Incluso consideraba la Noche Cósmica que, aunque fuera solo dentro de millones de revoluciones solares, irremediablemente llegaría.
Dos o tres semanas antes había pasado por “el Kilómetro Cero” y experimentado lo que desde hace unos años es para mí común: una sensación de miseria psíquica general, horror estético y malas vibraciones extraña e inhumanamente avasalladoras. El actual delincuente que ocupa la alcaldía ha intensificado los horrores de la Villa, cosa que parecía imposible dada la malevolencia de sus predecesores, con numerosas innovaciones urbanísticas de cariz devastador y ponzoñoso. Calles peatonales antropológicamente inabordables, pavimentación obsesiva, mobiliario urbano “lovecraftiano”, vigilancia continuada (automática y tripulada) y la presencia de todo tipo de monstruos cotidianos hoy asumidos, desde “lo políticamente correcto”, como parte decisiva e insustituible de “nuestra comunidad”. El cotidiano desde hace muchos años “feng shui” de la Capital. Sin importar demasiado quién la mal gobierne y saquee. Todos esclavos menos los Jefes y una omnipresente fealdad, claramente implementada desde las Instituciones. Y Sol es uno de los espacios más significativos de este “Nuevo Orden” de lo horrible cotidiano.
La última imagen que conservaba de lo que hace dos o tres décadas era un lugar habitable y humano databa de dos semanas atrás y era, más que significativa, atroz. La plaza desprovista de sus antiguos afiches y neones 1, absolutamente monocroma en los muros de las edificaciones anexas y un único y gigantesco cartel de la película de Ciencia Ficción: Invasión a la Tierra donde combatían inmisericordes el ejército USA y los platillos volantes. Them or Us…
Demasiado para el “body”, chicos… Puse entonces, en su momento, en “off” la visión interior para mejor sobrevivir y me adapté al comportamiento reptilesco de los portadores de auriculares, gafas de sol y objetivos vitales (?), claramente definidos, de tipo robotizante. Mundo de lemingos, Nínive encubierta y a la vez Babel mordaz. Eso es Madrid.
Cual no sería mi sorpresa cuando accediendo en esta ocasión al improvisado y modesto recinto implementado por los rebeldes experimenté una grata sensación de paz y tranquilidad, a pesar de estar aquello lleno de asambleas y tenderetes anegados en múltiples carteles con muchos de los cuales, sorpresivamente, concordaba. Recorrí el laberinto, mucho más transitable que el desierto en el que había devenido la antigua plaza con los años y mucho menos agresivo, sónica y humanamente, descubriendo un mundo joven que de manera nada agresiva 2, a pesar de los denuestos paranoides de ciertos turiferarios del “ala derecha” del montaje partitocrático, había decidido improvisada y sorpresivamente no dar su brazo a torcer.
No percibí indignación alguna lo cual me agradó pues la reflexión creativa, como sabían los antiguos, no las momias posmarxistas que adoran a Castro o Chávez y recuerdan sus batallitas de los cuarenta en ilegibles panfletos, exige distancia e indiferencia. El juego y el arte nada tienen que ver con la movilización casposa y militarizada de masas, o de minorías, de los dinosaurios leninistas y gramscianos; hoy metamorfoseados en multiculturalistas, funcionarios europeos, agentes de la CIA que trabajan para “la multitud” y feministas sectarias. Estos personajillos sin duda, si el movimiento de rebelión continúa, harán sus intentos para apoderarse del asunto, tergiversarlo y ponerlo al servicio de los aparatos de poder de la izquierda institucional. Los comentarios “comprensivos” de alguien como Felipe González3 son un claro aviso.
Lo único deleznable (la estética, a pesar de su matiz “naif” y provisional, estaba a años luz de distancia de los horrores institucionales comunes en nuestras ciudades 4), la policía: preparada para obedecer a sus amos y golpear, siguiendo órdenes, por un sueldo. Como ya lo ha hecho en Barcelona. Termino consignando una modesta proposición: Este fenómeno asambleario y lúdico no debe permanecer estrictamente arraigado en la plaza 5, que debe paulatinamente desalojarse de buen grado, debe más bien desperdigarse por la ciudad. Cincuenta puntos o más de asambleas y espacios de convivencia espontánea que permitan a los vecinos abatir, durante el día a día, las robotizantes consignas ultra policíacas que el consumo dirigido de masas, que no solo es privado, y la esclavitud permanente llamada “trabajo” infringen a millones de personas. Hay que trabajar menos, a otro ritmo y controlar los ambientes por los ciudadanos, no por los burócratas y sus inmundos e invasivos reglamentos. Pero esto ya excede lo que me proponía: consignar con sencillez mi impresión sobre un fenómeno con el que muy tangencialmente, y de modo bastante grato, he tenido la fortuna de entrar en contacto.
No obedecer y cambiar la vida, esa es la cuestión.
¿Manufactura del disenso o insurrección espontánea?
Para otra entrega.
1 Iconos portadores de memoria colectiva arrancados de cuajo por la Administración de la Muerte.
2 No vi por ejemplo ninguna enseña de la malograda y repelente Segunda República. Leit motiv de los voceros del “ala izquierda” del montaje.
3 Si se consiguiese controlar la acción de los políticos mediante una reforma constitucional que posibilitara un poder judicial independiente y una nueva ley electoral (lo cual sin duda abriría un periodo constituyente) el destino de personajes como el ex Presidente, y no solo él, sería un rápido procesamiento y un posible ingreso en prisión. Las cloacas de la democracia deben ser drenadas como Hércules hizo con los establos de Augias…
4 Allá donde se eclipsan urbanistas, arquitectos y politicastros municipales aún es posible habitar. Cada dos por tres se realizan en Madrid horrendas convocatorias termita que afectan negativamente la vida de miles de personas: racimos de católicos con misa multitudinaria en las calles, convocatorias deportivas delirantes de todo tipo para mejor anunciar todo tipo de subproductos, ovejas que atraviesan la ciudad “por tradición”, etc.
5 Eso sí: allá debe quedar un retén permanente que no impida las actividades cotidianas. Se trata de incitar a los vecinos, curiosos y usuarios de la zona a participar, no usurpar su espacio cotidiano. Evitar además en lo posible el enfrentamiento con quienes han ganado las elecciones y tratar de hacer fluir las propuestas a través de las nuevas autoridades. “La izquierda” tratará de enfrentar al movimiento con “la derecha” para poder medrar, lo cual destruiría, antes o después, sin duda, a los rebeldes. No me cabe duda de que ya se estarán personando de modo subrepticio agentes provocadores pertenecientes a diversas agencias de seguridad dependientes del Estado, no sólo el español, y de los Partidos y Sindicatos. Ojo al dato. Enfrentar a unos con otros es una muy común estrategia de poder.