De la sociedad de consumo a la sociedad de gestión de emergencias
“Como polvo ante el viento”, así hemos visto desplomarse los perímetros de la mal llamada “civilización” ante el oscuro océano, en las estremecedoras imágenes que nos han llegado desde Japón. Todo ello un 11M de 2011. Pensar que la catástrofe va ser beneficiosa económicamente, por poder permitir políticas económicas desusadas, como insinúa Niño Becerra es aberrante 1. Gran parte de los horrores que advienen y advendrán vienen de la obtusa masa de pedantes que integran lo que se ha dado en llamar “intelectualidad académica”. Conectados con los persuasores de los mass media, y los delincuentes político-económicos, constituyen la mayor amenaza con la que cuenta hoy en día la especie humana. No confiar en los expertos, ni en los que se atribuyen o se les atribuye el título de “sabios”, es parte de una disciplina elemental para mejor poder afrontar los tiempos finales de esta infecta fantasmagoría denominada “civilización global”.
En la mayor parte de las cuestiones el consenso alcanzado por los expertos responde a motivaciones políticas o a conflictos de interés privados, enmascarados tras un lenguaje inasequible a la mayor parte de las gentes. Siendo lo que es la Ciencia, hoy difícilmente separable de la Tecnología, conlleva un marcado rango de incertidumbre en sus conclusiones. Nos encontramos con un procedimiento provisional y acumulativo de supuestos conocimientos procedentes de la contrastación o falsación de modelos (siempre hay varias cuando no muchas hipótesis concurrentes) donde la carencia de datos, o su saturación, y la presencia de abundante material especulativo provocan un horizonte decisional netamente arbitrario y escasa o nulamente democrático. Todos los días se toman decenas de decisiones tecnológicas, presuntamente auspiciadas por un conocimiento “seguro”, que responden exclusivamente a intereses espurios. Implementándose a través de las más draconianas disposiciones. Siendo el Estado, con su poder coactivo, quien las impone a una masa lobotomizada e inerme. Transgénicos, devastación de las selvas, autopistas über alles, vacunas obligatorias que son venenos, trenes de vía rápida, control mental y adoctrinamiento vendido como educación, etc. No sólo el “socialismo real” o el nazismo han utilizado maquiavélicamente la Ciencia y la Técnica para sus dementes y dañinas realizaciones.
Es mucho más peligroso el “uso pacífico” de la energía nuclear que su uso bélico. Con respecto al último su evidente carácter disuasivo prima sobre la posible conveniencia de su utilización letal. Mientras que, en el caso de los “usos pacíficos”, crudas motivaciones económicas o demagógicas impelen al florecimiento de innumerables reactores dispersos por los lugares más imprevistos multiplicando la posibilidad creciente de accidentes, como estamos ya comenzando a paladear. Y no hablemos de la acumulación letal de los residuos…
Japón no sólo es el país de los cerezos, del sintoísmo o del manga. Japón es un país gobernado por criminales, tan viles como los que nos gobiernan aquí, un país cientifista y tecnocrático al máximo (tiene incluso una ciudad sólo consagrada a la Ciencia: Tsukuba) y con uno de los índices de suicidios más elevados del mundo. La combinación de colectivismo burocrático, propia del Japón militarista, con el tecnocratismo del capitalismo norteamericano (“la democracia”) machaca y degrada la vida de sus habitantes hasta extremos inconcebibles. Niño Becerra, al decir lo que dice, omite señalar los peligros que, no sólo para el pueblo japonés sino para el resto del mundo, conlleva una industria nuclear que coloca sus reactores (más de 50) sobre fallas sísmicas. La ceguera de la mayoría de los expertos, auténticos esbirros de los Estados, de las corporaciones privadas y de su propia ignorancia legitimada por magros beneficios y privilegios gremiales de corte sacerdotal- funcionarial, abre la puerta en el mundo entero a las más terribles catástrofes. Lo que está ocurriendo en Japón no es un castigo divino, como señala de modo despreciable el alcalde de Tokio 2, es la consecuencia previsible de una manera corrompida e interesada de hacer las cosas desde el pináculo: haciendo recaer las consecuencias sobre una multitud de infelices.
Termino citando ampliamente a la científica francesa Leurent Moret que viajó a Japón en 2004 visitando una importante central nuclear: “De todos los lugares en el mundo donde nadie en su sano juicio habría construido tantas centrales nucleares, Japón sería el que ocuparía el primer lugar de la lista. El archipiélago japonés está localizado en lo que se ha dado en llamar Anillo de Fuego, una amplia zona de intensa actividad tectónica y volcánica que abarca Norte América, América del Sur, Asia y un arco de islas en Asia sudoriental. La mayor parte de los volcanes activos y terremotos ocurren en este área debido al deslizamiento hacia el Oeste de la placa tectónica del Pacifico y otras placas que conllevan una subducción bajo Asia. Los 52 reactores, que generan un 30 por ciento de la electricidad del país, están localizados en un espacio similar en tamaño a California estando separados por unos 150 km unos de otros. Están construidos junto la costa para poder hacer uso del agua del mar en las tareas de enfriamiento. Muchos de estos reactores han sido negligentemente localizados sobre fallas activas, particularmente en la zona de subducción a lo largo de la costa del Pacífico. Emplazamiento donde los terremotos de 7 a 8 en la escala de Richter son más que comunes. La periodicidad sísmica entre grandes terremotos en este país es de unos diez años. Pocos lugares pues más peligrosos que Japón para construir centrales nucleares, siendo este país la tercera potencia nuclear del planeta“.
Katsuhiko Ishibashi dice: “Los diseños de las instalaciones nucleares están basados en estándares demasiado anticuados desde el punto de vista de los modernos conocimientos sismológicos y resultan marcadamente insuficientes. Las autoridades deberían considerar la posibilidad de que un terremoto causase un desastre nuclear y sopesar los riesgos objetivamente. Como la antigua URSS después de Chernóbil Japón se convertiría en una nación que sufriría numerosas enfermedades producto de la radiación que destruirán a las futuras generaciones, expandirían la contaminación hacia áreas agrícolas convirtiéndose en una catástrofe para la salud pública. La economía tras un acontecimiento como este jamás se recuperaría4“.
Y en esto estamos, avanzando a paso firme hacia el fin de la civilización, gobernados por la ignorancia y el egoísmo más desmedidos. Camuflados, eso sí, de buen rollo humanitario, democracia de pega y “conocimiento” científico. Como en el 11M madrileño, las mentiras y el silencio oficial sobre lo que importa se han combinado con una eficaz saturación de imágenes “humanitarias”. Cada dos por tres escucho en la calle balidos teleinspirados como: “lo sacrificados” que son los japoneses. “Sacrificados” lo son, no me cabe duda, sí, pero en otro sentido.
Por sus obras los conoceréis.
¡Hasta mañana!
1 Según el economista, se “eliminarán los excesos de capacidad, se reordenarán sus elementos productivos, liquidarán los menos eficientes, moverán cosas de un sitio a otro optimizando localizaciones”. Sobre los dramas personales, Niño Becerra considera que “ahí quedarán, pero hasta en eso tienen ventaja los japoneses gracias a su cultura”. “Lo importante es el jardín, no cada flor por separado; por eso, pensando en mañana, tienen ventaja” sentencia el economista. Traducido: no renunciaran a la energía nuclear, no depurarán responsabilidades políticas, ni técnicas, sino de modo menor y catártico, y sacrificarán vidas (de ciudadanos del común, claro) como buenos colectivistas capitalistas que son.
2 Conforme las cosas vayan hundiéndose en el légamo, provocado por la incompetencia y la criminalidad de las clases dirigentes, los discursos religiosos monoteístas cobrarán más auge. Vendiendo las baratijas de siempre: obediencia ciega a la autoridad, sumisión y resignación bovinas ante lo dado y máximo odio a la disidencia. No es raro que algo tan despreciable como el Islam, por poner un ejemplo a vuelapluma, sea fomentado por los entornos académicos, políticos y económicos occidentales.
3 Katsuhiko Ishibashi es un sismólogo nipón que lleva años denunciando infructuosamente la peligrosidad de las centrales nucleares japonesas: “En los cuarenta años que Japón lleva construyendo centrales nucleares la actividad sísmica ha sido, afortunada o infortunadamente, de baja intensidad. Ninguna central ha sido golpeada por un gran terremoto. El gobierno junto con la industria eléctrica y la comunidad académica, todos a una, han desarrollado el hábito de subestimar los riesgos potenciales ante grandes seísmos“. Estas declaraciones fueron realizadas en el 2007.
4 Leurent Moret en Japan Times: Japan’s deadly game of nuclear roulette 2004.