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Magda Bonet Cancionero moderno— 28-02-2013

Dejó la furia encima de la calma y se le puso en marcha la razón. Ya no tiene ganas de aniquilarte, le importas un bledo. Le importas. Eso me iba contando yo misma a propósito de ti cuando leía un libro de Gila y escuchaba a Xarim Aresté, esta semana pasada, ayer mismo.

Por todos los dioses, un escritor y un músico son la misma cosa. Le cantan canciones a los teclados y a las guitarras, luego se pierden en la niebla. Nada de lo que hacen acaba por pertenecerles. A esto le llamaban vivir en precariedad, antes de la precariedad de los pobres todos pobres, empobrecidos ricos, delincuentes tantos.

Tú llegaste marcando paquete y tomando retrovirales para apaciguar al bicho, de modo que el contagio se produjo, pero ya es otra cosa, otro tipo de amor. Vale, tenías el mismo cuerpo que Xarim, pero ya pasó, me agradan estos cambios de la carne, al menos te comprendo algo.

La sorpresa, lo imprevisto, todas estas cosas que irrumpen y causan estupor forman parte de la belleza. Esto último lo escribió Baudelaire. No exactamente así, pero el concepto era el mismo. El poeta venía a decir que las sacudidas importan. Importan tanto como las primeras lecturas. Es bello caminar contigo por Barcelona a pesar del cartílago de la rodilla, el que se va quebrando. Dice el médico que se puede detener la degeneración, pero no volverá a ser lo que era. Le pregunto si también sabe cómo detener la degeneración de la Sanidad Pública y me dice que sí, pero que no lo puede todo. Un hombre solo. Una mujer. Otro poeta.

Los poetas importan. Yo tengo uno de cabecera. Uno que me llega de pies a cabeza. Le leo y se me oxigenan los sentimientos. Se llama Jordi Guardans. Toma nota y toma que toma té.

La furia siempre tiene que estar por debajo de la calma, así se produce el hervor. Casi siempre jugabas a las máquinas en las clases de física. Hacías bien. No era necesario que te dieran ideas para nuevas fórmulas, mucho más cuando te jodieron la infancia y te dieron fórmulas como para acabar con todo. Luego tuviste que deconstruirte y volver a renacer. La terapia te costó una pasta, pero por toda la pasta del mundo, no hay dinero que pague esta sanidad mental que ahora manifiestas y se traduce en canciones. Digo sanidad para decir coherencia y porompompero.

Quien cuenta el precio de las cosas en billetes, o es muy pobre o es un rico vil, tacaño, cutre, carrasposo que quiere vivir en precariedad para no gastar y rebozarse de la alegría de quienes no tienen para pagar la segunda birra, pero se pegan unas risas que para qué morena, ya te gustaría a ti tener este fuelle interno, amar por amar, entregarte y volver a recogerte.

Lo que decía de las primeras lecturas. También fue Baudelaire quién nos conminó a embriagarnos. De vida, de vino, de lo que fuera, para liberarnos de la esclavitud.

Jordi Guardans y Xarim Aresté también lo cuentan. De otro modo, claro. Las cosas se reinventan. Si no te reinventas, te jodes. Tu mismo lo has conseguido, ahora te veo haciendo nidos con las manos y subiendo por las paredes cual lagartija loca, para depositarlos a los pies de las aves, en el mismo lugar donde antes matabas pajarillos.

Te quiero mucho. Me importas.

El libro de Gila, Un poco de nada, se me acabó ayer por la noche, aunque los libros no se acaben nunca. Me dormí oyendo la risa de mi madre, ya fallecida, cuando vino a hacer de público en un estudio donde el humorista grabó su último disco.

Mi madre riendo era muchos poemas de Baudelaire y de Jordi Guardans.

Y otras tantas canciones de Xarim Aresté.

Ella disponía calma y furia una al lado de otra. Cada uno hace lo que puede y como le apetece, así se resientan los cartílagos y nos tengamos que juntar una y otra vez para acabar con los descaros actuales, o gritar para joder, como hacía el amigo enano de Gila, el que insultaba a las tropas enemigas. Tenemos un nuevo soldado. Matar, no mata, pero desmoraliza que no veas.

Con la furia, con la calma, con los poetas y las canciones, quédate unos días.

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