Todo está podrido. A ver, que siempre lo ha estado, pero ahora que no hay dineros canta más. Nos engañaron, tío. ¿Te acuerdas de cuando echar la papeleta en las urnas marcaba toda la diferencia? Yo no, pero a lo que íbamos. Los recortes, tío. La corrupción, ¿sabes? Qué hijos de puta, ¿no? Juntos podemos pararlo. Por eso te pedimos una firma. En términos de tiempo, comporta sólo un instante. En términos de implicación, ni lo vas a notar. La firma encaja perfectamente en tu dinámica de dispersión, llenando ese vacío insoportable entre la actualización de tu perfil de Facebook y la descarga de la decimotercera temporada de tu serie favorita. Mientras estás firmando, no estás cortando el tráfico frente a un contenedor en llamas. Mientras estás firmando, no estás explosionando bombas caseras a base de lejía y chinchetas. Metes una línea de código en una base de datos y te desborda la satisfacción. Todo tu descontento queda aparcado en un rincón de un disco duro remoto. El paquete engorda medio kilobyte y te corres de gusto. ¿Qué sucede cuando te corres? Que se te escurren las energías, ahí lo tienes.
La firma digital canaliza tu explosión de rabia en el pedín que suelta el maíz cuando se convierte en palomita en el interior de un microondas. La firma es el placebo que las estructuras de poder usan para aplacar al protestón. Una pieza astutamente dispuesta por el FMI y la CIA y el CNI en el puzle global de la alienación. ¿O quién crees que está detrás de change.org? ¿Quién crees que crea y difunde todas esas campañas? Por supuesto, tío. Las han puesto ahí para vampirizarnos las energías. A cada clic que hacemos, nos debilitamos más y más. Por eso el enfoque de nuestra protesta es el diametralmente opuesto. Tienes que imprimirte el documento y firmarlo, pero atento al giro: lo empapas en vinagre y te lo metes por el culo. Lo empujas bien arriba con un palo hasta que te lagrimeen los ojos, hasta que duela mucho. Hasta que no te quede otra que chillar a voz en cuello. La adrenalina se derrama por tu torrente sanguíneo. Ya no te sientes satisfecho ni debilitado, ¿a que no? Con este documento firmado y bien embutido culo arriba, rezumando vinagre contra las paredes internas de tu recto, no vas a poder estarte quieto. Con este documento irritándote por dentro, tendrás que hacer algo que repercuta en el afuera. Cambiar las cosas. Morir o matar si es preciso. No pongas esa cara. Has firmado ya tantas mierdas que no viene de una más. Es hora de demostrar que hay compromiso. Es hora de experimentar algo real.
Firma y difunde esta petición. Compártela a través de las redes sociales. Paséala como a un perro, eso ya como tú lo veas. Ten presente que esto no es un juego. Ten presente que el vinagre de manzana pica más.
Tu nombre:
Tu DNI:
Tu puta madre.