El Butano Popular

Librepensamiento y explicaciones

Las series con animales

Javier Pérez Andújar Hoy también es fiesta— 29-10-2012

Cuando decían que Mas era el delfín de Pujol creía que estaban hablando de Flipper, pero lo que había detrás era la manta-raya. Ya no se hacen series protagonizadas por animales desprovistos de la función del habla, exceptuando la de ese perro pastor alemán que tiene nombre de paquete de tabaco. También cuando dijeron que Merkel era hija de un pastor alemán creí que la estaban faltando de una manera más que recriminable. Los chistes con animales son siempre originales, así se tituló una sección del Mortadelo o del Din Dan o de uno de aquellos tebeos. Sin embargo, las series con animales no lo son nada. Al contrario, en ellas todo el rato pasa lo mismo, excepto en sus cabeceras, que es por lo que ahora sé que las veía. Por ejemplo, de Skippy, el canguro (no la historia esa de hablarse y verse por Internet), lo mejor era cuando el niño doblaba una hoja no sé si de madreselva o de buganvilia (siempre creí que era un tipo de roulotte), y la doblaba a lo largo y silbaba por ella. Pero como esto ocurría en la cabecera, a la que el canguro empezaba a dar saltos, yo ya estaba mirando por el cristal del balcón para ver cómo bajaba el río, que aquellos años parecía la cabeza de un hippie. Una vez, una noche, que estaban dando Furia, el caballo negro, hicieron un primer plano del animal y como la televisión era en blanco y negro se quedó todo a oscuras. Sólo se oía relinchar muy fuerte por la tele. No sé si todo esto habrá tenido algo que ver con que nunca haya querido tener animales domésticos, ni salvajes, por supuesto. Tener un animal para que le haga compañía a uno no deja de ser una forma de explotación. Si por lo menos fuese para hacerle compañía al animal.

El punto de vista es el motor de la lucha de clases, Marx lo llamó dialéctica; pero Marx era un crítico literario del behaviorismo lógico preocupado por la pasta de una forma minuciosa, en la manera quizá en que también lo estaba la Abuelita Paz de Vázquez (su autor lo estuvo de otro modo). Para referirse al mundo mental de los burgueses, Marx invoca “las gélidas aguas del cálculo egoísta”. Hay un Marx poeta, que es éste del Manifiesto comunista, y un Marx épico, que escribe El capital. En realidad, en su escritura, en sus exilios, en su romanticismo con visible sobrepeso, Marx es la constatación alemana de que otro Victor Hugo es posible. La suma de los dos da el siglo XIX. Cada uno de ellos es una de las dos equis del siglo separadas por lo que será el muro de Berlín. Pero de nada sirvió esa barrera latina, porque ambos países, Francia y Alemania, se transubstanciaron entre sí. Después de Victor Hugo, a Francia le entró el nerviosismo del dinero que está en toda la obra de Balzac, en toda la biografía de André Breton y en buena parte de las películas de Robert Bresson. Con tal preocupación, cuando los franceses han querido hacer una serie con animales lo único que les ha salido ha sido Las aventuras del pato Saturnino, que aquí la daban junto con Meteoro, si no mal recuerdo. (Pero acordarse de esto es otra señal del alzheimer; no nos confundamos, lo importante es acordarse de la leche en el fuego, expresión, por otro lado, con cierto tufillo porno.) (Observación a la observación anterior: nada más repugnante que la idea de “tufillo porno”.) Por su parte, los alemanes, con la mutua transubstanciación, se empaparon de delirio francés y de grandeza francesa, y empezaron a escribir libros cada vez más gordos y delirantes. Pero sobre todo gordos. Por ejemplo, cuando pasaron al cine El tambor de hojalata, la peli se acabó a mitad de libro porque no había manera de que les cupiera (ojo, no leer le escupiera). Hace poco volvieron a intentarlo, lo de empaparse los unos de los otros, con el eje Merkel/Sarkozy (no eran Marx y Hugo, pero sí las mismas tallas), pero no les ha salido. Así, los alemanes se reconcentraron en su genuina obsesión del dinero y los franceses en un delirio de zapato con alzas (versión parvenue de la grandeur). De lo nuestro, corazón, mejor no hablemos, ya sabemos que Mas es un tiburón de Spielberg disfrazado de Flipper y Rajoy el cabo Rusty buscando por los desiertos de España su Rin Tin Tin.

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